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Kárate a muerte por la Constitución entre libros y rosas
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Juan Soto Ivars

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Kárate a muerte por la Constitución entre libros y rosas

Nada podía sorprendernos ya en la fiesta del libro de Sant Jordi... y entonces llegó Cayetana Álvarez de Toledo a firmar la Constitución

Foto: Cayetana Álvarez de Toledo firma ejemplares de la Constuitución en Sant Jordi. (EFE)
Cayetana Álvarez de Toledo firma ejemplares de la Constuitución en Sant Jordi. (EFE)

En lo tocante al día del libro, los últimos años parecen habernos acostumbrado a todo: a los youtubers analfabetos y los cocineros infaustos firmando más ejemplares que Javier Marías; a los muñecos gigantes de Gerónimo Stilton, como bestias salidas del Averno, secuestrando a los lectores de la Lindo; a las súplicas de los amigos escritores que imploran que alguien vaya a consolarlos con mensajes lastimeros, etc, etc, ERC. Nada puede sorprendernos, decimos, pero entonces vuelve Sant Jordi. Y sí. Vaya que sí. Ayer, lo inaudito: Cayetana Álvarez de Toledo.

La dama o alto elfo salió por la puerta del céntrico palacete donde había presentado la reedición ampliada de 'Las armas y las letras' de Andrés Trapiello junto con el autor, Arcadi Espada y demás élite. Entonces, en vez de irse a comprar libros, cabrear feministas o pisotear esas rosas que tanto se parecen al logo del PSOE, Cayetana se puso a firmar ejemplares de la Constitución allí mismo, en la puerta, y los regalaba. Como si se le hubiera metido en el cuerpo el fantasma de Peces-Barba.

Se hizo mogollón, acudieron curiosos y más de uno, al descubrir qué estaba pasando, puso cara como de espanto y salía de allí, con el lazo amarillo a modo de ristra de ajos, y haciendo unos gestos que parecían decir, sutilmente, que ese libro concretamente no lo que quería ni regalado. Para que luego digan de los catalanes.

placeholder La cabeza de lista del PP al Congreso por Barcelona, Cayetana Álvarez de Toledo, en la carpa que su partido instaló con motivo de Sant Jordi. (EFE)
La cabeza de lista del PP al Congreso por Barcelona, Cayetana Álvarez de Toledo, en la carpa que su partido instaló con motivo de Sant Jordi. (EFE)

Firmar ejemplares de la Constitución siendo político requiere un aplomo tan grande como dedicar ejemplares de la Biblia siendo párroco. A mí, que tengo genes de labrador aguileño, me dio miedo acercarme a la señora, no fuera a matarme a la milana bonita, así que ignoro lo que todos os estáis preguntando: si Cayetana firmaba en la página de respeto o donde el 155. Pero sí me quedó clara una cosa: la batalla final por la Constitución ha comenzado.

La noche antes, en el debate de la pública, Pablo Iglesias dejó de abominar del Régimen del 78 y se puso a cantar, también, los derechos que nos brinda la Constitución. Leía determinados pasajes en un ejemplar, tan diminuto y desgastado que cualquiera hubiera pensado que se trataba del 'Manifiesto comunista' y que Iglesias era un tornero que comparte con sus camaradas analfabetos de qué va esa cosa nueva que llaman socialismo.

Firmar ejemplares de la Constitución siendo político requiere un aplomo tan grande como dedicar ejemplares de la Biblia siendo párroco

A su lado estaba Rivera, un Doraemon naranja que sacaba un objeto detrás otro, y también Casado, el vendedor de Tecnocasa. Cada vez que les daban el turno de palabra, Zipi y Zape repetían que aquí los constitucionalistas eran ellos, pero de los artículos que les había leído Iglesias no decían ni mu. Miraban de reojo ese ejemplar y sospechaban, quizás, que el podemita les estaba dando la del 31 por la del 78. ¿Y la unidad de España, qué?

La Constitución es un libro bien raro. Como el 'Ulises', deja impresiones muy distintas según el lector, y no digamos ya entre los que no la han leído en absoluto. Iglesias (¡e incluso Rufián, el otro día!) citan la parte que garantiza nuestra supervivencia como especie, mientras que la derecha cita la que garantiza nuestra supervivencia como país. Hablan mucho de la Constitución, pero sólo de la parte que les cuadra con el programa electoral.

Verlos pelear por un libro tan inclusivo es cómico. Tiran cada uno de un lado, se cuelgan la medalla de auténticos constitucionalistas para dejar fuera a los demás, y no se dan cuenta de lo único evidente: que demuestran ser una generación de políticos mediocre y agresiva, polarizadora, revanchista, a eones de la que escribió ese libro que unos firman, otros pisan y ninguno entiende de verdad.

¡Como para pensar en reformarla!

En lo tocante al día del libro, los últimos años parecen habernos acostumbrado a todo: a los youtubers analfabetos y los cocineros infaustos firmando más ejemplares que Javier Marías; a los muñecos gigantes de Gerónimo Stilton, como bestias salidas del Averno, secuestrando a los lectores de la Lindo; a las súplicas de los amigos escritores que imploran que alguien vaya a consolarlos con mensajes lastimeros, etc, etc, ERC. Nada puede sorprendernos, decimos, pero entonces vuelve Sant Jordi. Y sí. Vaya que sí. Ayer, lo inaudito: Cayetana Álvarez de Toledo.

Cayetana Álvarez de Toledo
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