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Instrucciones para echar a un trabajador, denigrarlo y quedar como un santo
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Juan Soto Ivars

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Instrucciones para echar a un trabajador, denigrarlo y quedar como un santo

Condé Nast despidió esta semana a la directora de moda de Vanity Fair, Beatriz Moreno de la Cova, por un comentario en Instagram supuestamente racista. Pero, ¿cuál es el verdadero motivo?

Foto: Beatriz Moreno de la Cova, ex directora de moda de Vanity Fair
Beatriz Moreno de la Cova, ex directora de moda de Vanity Fair

El grupo Condé Nast despidió esta semana a la directora de moda de Vanity Fair, Beatriz Moreno de la Cova, por un comentario en Instagram. La exdirectora llevaba tres años retransmitiendo en este formato pases de modelos, supongo que a petición de la empresa, con el tono improvisado y ligero propio de este sector y esa red social. El otro día estaba en París y dijo, mientras enfocaba a dos modelos con su móvil, “no soy racista, pero yo es que a todas las chinas las veo iguales. Y a las negras también. Y a las blancas también”.

Unas horas después, Condé Nast publicaba un sórdido comunicado de condena en el que anunciaba su despido. La empresa dijo tener “tolerancia cero con el racismo” y la obligación de “celebrar” la diversidad, extremo este último que a mí se me había pasado por alto, a juzgar por lo canónico de las mujeres que suelen aparecer en sus portadas. Según me dice un trabajador del grupo, el despido se produjo más o menos en el mismo momento en que se publicó el comunicado, con lo que entiendo que por allí están menos comprometidos con el honor de sus currantes que con la diversidad.

Varios medios de comunicación difundieron la cosa. Los titulares reproducían la calumnia contra Moreno de la Cova, despedida por “racista” en el mejor de los casos y en el peor, como 20Minutos, incluso retorciendo sus palabras en el titular: suprimieron “y a las blancas también”, con lo que su mensaje quedaba transfigurado, y cambiaron el titular horas más tarde.

Cuenta Jacobo Bergareche en El Mundo que el falso escándalo nació de la denuncia anónima de la web “Es racismo”, donde ponían el grito en el cielo y ocultaban también, sorpresa, la parte final del comentario de la exdirectora de moda. Fue esta web el juez que dictó sentencia, y un simple vistazo a los contenidos de la página permite corroborar hasta qué punto tienen el gatillo fácil. El criterio de sus redactores para determinar que algo es racista es sencillo: todo lo es.

A los pies de los caballos

Pero, más allá de los cuarenta hiperventilados de Twitter, para mí el escándalo empieza cuando Condé Nast echa a los pies de los caballos a una de sus trabajadoras. Este es el asunto central: la ética laboral de una gran empresa que, para colmo, intenta esconderse en un manto de santidad. En los últimos años lo hemos visto demasiadas veces. Disney despidió a James Gunn por el mismo motivo, y Google a su ingeniero James Damore por algo todavía peor: participó educadamente en un debate que la propia compañía había fomentado, pero con una opinión intolerable para sus estándares norteamericanamente mongoloides.

La pregunta clave es esta: ¿son el antirracismo y la lucha por la diversidad el motivo del despido, o la compañía utiliza estos bonitos conceptos como pretexto para ocultar sus verdaderos intereses? En las publicaciones previas de Beatriz Moreno es fácil encontrar “celebraciones” de la belleza en todas sus tonalidades de piel, y totalmente imposible hallar atentados contra la dignidad de otras razas. Me inclino, como el cómico Edu Galán, por la hipótesis de que las empresas han encontrado un chollo en la corrección política, que les permite justificar un despido ante la opinión pública y encima lavarse las manos.

¿Es el antirracismo el motivo del despido o la compañía lo utiliza como pretexto para ocultar sus verdaderos intereses?

Si realmente la echan por esos comentarios, cosa dudosa, en su comunicado tendrían que haber explicado qué narices tiene eso de racista y, en caso de demostrarlo, por qué es un racismo tan grave. Hubiera sido divertido, pero la empresa ha zanjado el posible debate con dos palabras vacías: “ofensivo” e “indefendible”. En cambio, si la empresa tenía otros motivos, por ejemplo una mala relación con la exdirectora de moda, o cualquier otra causa de despido procedente, el hecho de que hayan utilizado la difamación ritual sería directamente imperdonable.

Pese a que el grupo tiene su sede en Estados Unidos y allí andan como locos con la hipercorrección política, me resulta difícil creer que un comentario tan frívolo y ambiguo haya podido encender las alarmas de los comités prodiversidad, más que nada por la velocidad a la que se ha llegado al desenlace. ¿Ha ocurrido esto? ¿Ha habido llamada de arriba? ¿Han juzgado a esta frívola española con los estándares rígidos que imperan en Puritanolandia? Imposible saberlo.

Mi hipótesis: Asia es el mayor mercado mundial de productos de lujo, y el lujo es el sector al que se dedica Condé Nast. Sospecho que los intereses económicos del grupo pueden haber tenido más peso que el discutible racismo de Beatriz Moreno de la Cova. Como dudo que en China se hayan enterado tan pronto de que la exdirectora ha dicho que las chinas le parecen todas iguales, (y como además dudo que por allí les importe un carajo este asunto), mi apuesta es que Condé Nast ha optado por echarla, difamarla y cubrirse las espaldas.

Es decir: sospecho que este feo asunto tiene más que ver con el dinero que con el respeto.

El grupo Condé Nast despidió esta semana a la directora de moda de Vanity Fair, Beatriz Moreno de la Cova, por un comentario en Instagram. La exdirectora llevaba tres años retransmitiendo en este formato pases de modelos, supongo que a petición de la empresa, con el tono improvisado y ligero propio de este sector y esa red social. El otro día estaba en París y dijo, mientras enfocaba a dos modelos con su móvil, “no soy racista, pero yo es que a todas las chinas las veo iguales. Y a las negras también. Y a las blancas también”.

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