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Defensa de la ruin y vanidosa Cristina Morales
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Elizabeth Duval

Defensa de la ruin y vanidosa Cristina Morales

No es ajena a las polémicas, nuestra querida Cristina. Su último libro, Lectura fácil, resultó ganador tanto del Premio Herralde como del Premio Nacional de Narrativa

Foto: Cristina Morales (EFE)
Cristina Morales (EFE)

No es ajena a las polémicas, nuestra querida Cristina Morales. Su último libro, 'Lectura fácil', resultó ganador tanto del Premio Herralde como del Premio Nacional de Narrativa 2019, y propició sendas tribunas e incendios en el mundo cultural: como ya es casi inevitable, mucho más por declaraciones de la autora que por el contenido en sí mismo de la novela. Para la historia queda la reacción de Albert Rivera cuando la escritora fue galardonada: si ella se dijo en octubre “alegre por ver las calles de Barcelona ardiendo y tomadas por manifestantes en lugar de estar llenas de turistas en cafeterías”, él respondió incitándola a prender fuego a su cheque de 20.000 euros. Se tuvo que pronunciar hasta Isabel Celaá, entonces portavoz del gobierno: no tenemos entre manos sólo literatura, lector, ¡esto es también asunto de Estado!

Tanto éxito ('Lectura Fácil', con la acumulación de ambos premios, acabó por vender considerablemente, e incluso consultarlo en bibliotecas era tarea difícil) siguió nutriéndose de polémicas: declaró la autora en una entrevista con Ernesto Castro para VICE que Pablo Iglesias y Santiago Abascal le parecían exactamente, repito, e-xac-ta-men-te lo mismo. Todo esto iba en perfecta armonía con los postulados ideológicos que sus libros dejan entrever: en 'Lectura fácil' hay okupas, un fanzine, pensamiento libertario y crítica a los “machos fachos”. En medio de esa polémica ya aseveré yo que los escandalizados padecían una curiosa enfermedad: la de quienes leen un libro no por digerir su contenido, sino para estar al día de aquello de lo que se habla, y son capaces de cualquier malabarismo necesario con tal de que tanto el texto como el pensamiento entren por la oreja izquierda y salgan por la derecha.

placeholder 'Intrducción a Teresa de Jesús' (Anagrama)
'Intrducción a Teresa de Jesús' (Anagrama)

¡Qué alegría la mía, entonces, cuando Anagrama reedita los dos primeros libros de Morales, y el escándalo público me obliga a volver a erigirme en tanto que su abogada! Paradójicamente, porque yo no he estudiado nada relacionado con el Derecho (ella sí), y porque a mí ella no me lo ha pedido, pero abogada soy igualmente. Resulta que uno de estos dos libros, 'Introducción a Teresa de Jesús', se publicó por primera vez en 2015 bajo el sello Lumen (perteneciente a Penguin Random House), con el título 'Malas palabras'. Se trataba de un encargo por el quinto centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús: Lumen publicaría la novela de Morales en conjunto con 'El libro de la vida', sirviendo así de cara B al original. Versión pasada por el filtro de la nueva autora, claro. Hasta aquí, todo bien. Nadie habrá podido identificar el origen de la nueva polémica. ¿Listos, prevenidos?

Como siempre, lo importante para entender a Cristina Morales es hacer caso a los contornos, al contexto, a la coherencia del discurso, y no creerse que sus palabras surgen rodeadas de la absoluta nada. Una de las pocas adiciones de la autora al texto original es la “Nota a la edición”; la polémica, porque el libro se ha publicado en medio de la pandemia, y mucho no ha podido ser leído, estalla en redes cuando Ignacio Echevarría escribe sobre la susodicha nota para El Cultural, en un artículo con el mismo título que llevaba el libro bajo Lumen: 'Malas palabras'.

Morales acaba reclamando, contra los editores, "patada en los huevos, navaja a la yugular y carcajada al aire"

Ignacio Echevarría califica la “Nota a la edición” como “un ajuste de cuentas de Morales con la anterior editora de su libro, la veterana y muy meritoria Silvia Querini”. Y, bueno, es cierto que el tono general de la nota es el mismo al que la autora nos tiene acostumbrados, y bien puede parecerse a un ajuste de cuentas: acaba reclamando, contra los editores, pues (¡qué habrá pensado Silvia Sesé!), “patada en los huevos, navaja a la yugular y carcajada al aire”. Hablemos, en este orden de prioridades, del contenido de la nota, del contenido del libro y de lo dicho por Echevarría (que tiene más calificativos para Morales: “aficionada a hacer declaraciones estentóreas”, ejemplo de una “exacerbada susceptibilidad de los autores con todo lo tocante a su ‘propiedad’”, etcétera; la postura de Echevarría, ojo, es muy defendible).

Atiéndame aquí, lector: yo no soy Cristina Morales. Querría dejar bien claro que yo no vengo aquí a escandalizar ni epatar a nadie (tampoco la acuso a ella de hacerlo; es más complicado, quédese conmigo): no me leerán sus señorías de la “es-ce-ni-ta” llamar escritorzuelo a algún escritorzuelo de mierda, ni querer con gesto impostado dinamitar el andamiaje de nuestro mundillo; yo soy, como mucho, una socialdemócrata de tres al cuarto, y en mis costumbres, morales y dolores, más pequeñoburguesa que niñata.

Una cena entre amigas

No obstante emprendo, como quien dice, la defensa de lo dicho por esta autora, por varios motivos: lo primero, porque es coherente consigo misma; lo segundo, porque celebro que exista una cierta pluralidad de discursos sobre las relaciones en el mundo editorial; lo tercero, porque, si mal no recuerdo, y bien es posible que el alcohol de aquella noche me nuble la mente, Cristina nos habló precisamente de esta “Nota a la edición” en una cena entre amigas a finales de febrero. Me considero aquí en posición privilegiada para ser juez y parte, y de ahí procede todo mi discurso. Añado: le pregunté a Morales antes de escribir esta defensa si quería apostillar algo; ella me dio las gracias por haberle preguntado y me dijo cortésmente que no tenía nada que añadir.

placeholder El crítico de El Cultural Ignacio Echevarría
El crítico de El Cultural Ignacio Echevarría

La “Nota a la edición” es una denuncia: una denuncia contra la voluntad de su primera editora de cambiar el título, de modificar contenidos, de doblegar la voluntad de Morales; en fin, una denuncia contra el entendido de que los libros son “una cuestión mercadotécnica y no literaria”. Despacha esto Echevarría alegando que Morales se apega a una noción de la “propiedad” absoluta de la autoría y de sus derechos, que Morales ignora las reglas del juego y el papel de los editores, y que ojalá tuviéramos en España editores como los anglosajones, que trabajasen cuestiones “muy a fondo” con los autores y contribuyeran “decisivamente a su mejoría cualitativa”.

Lo que hace Echevarría ahí es exaltar el papel que juega Silvia Querini en la concepción del texto, claro: el papel que es criticado por Morales cuando ella enumera los cambios que su editora le sugiere; una editora que pide un tono “más calmado”, un lenguaje “menos lírico, menos experimental, más claro y más narrativo”, cambios en la narradora, cambios en el título, etcétera, etcétera. Lo que para Cristina Morales es una “patrona-editora-violadora” (el lenguaje es de Cristina, no mío; como ya dije, yo soy muy recatada) es, para Echevarría, un “editor (con pronunciación esdrújula)”.

Uno de los aspectos más ricos de esta “Nota a la edición” es que permite al lector atento leer la 'Introducción a Teresa de Jesús' como un roman à clef sobre la escritura de la propia novela: ¿cómo no íbamos a hacerlo, si todo el andamiaje del libro se sostiene en el relato de cómo Teresa de Jesús escribe a espaldas de quien le pide que escriba, ocultando cosas, modificándolas y quejándose de las censuras externas y propias? Lo mejor de esta lectura posible no es su interés, que ya es mucho: es que nos permite responder elegantemente a las críticas a Morales.

Morales no es liberal, ni socialdemócrata. Morales es una anarquista y como anarquista concibe el mundo del cual se aprovecha

Sabemos, y esto no va a sorprender a nadie, que la literatura es un mercado; que en el mercado hay criterios, que algunas cosas venden y otras no, que los grandes grupos tienen también intereses particulares para obtener grandes beneficios. En la labor sacrosanta del editor también hay ideología: quiero decir con esto, y espero que tampoco sea una revelación, que Cristina Morales no es liberal, ni socialdemócrata. Cristina Morales es una anarquista y como anarquista concibe el mundo del cual se aprovecha.

“Tú verás, Teresa: o calladita y con convento nuevo, o escritora y en la hoguera”. La defensa a Cristina tiene que pasar por lo siguiente: reivindicar, por Dios, que no todos los que estamos en el oficio de escribir tenemos que ser liberales, amar las lógicas del mercado o las relaciones sociales que estas nos ofrecen. Supongo que otra de nuestras virtudes demócratas (también gusta Cristina, en esta novela, de criticar la democracia, no se crean ustedes) es el pluralismo: ¡pues qué más pluralista que leer, que oportunidades no hay muchas, a una narradora de primer orden dada la vuelta contra la “violencia editorial”! Es absolutamente coherente en su pensamiento: la “violencia editorial” es la violencia del mercado, de sus redes, de cómo estas modifican un ejercicio tan onanista como para Morales debiera ser la escritura.

Cristina Morales entiende perfectamente las “reglas del juego”, pero ella querría que fueran otras. Para ella, y cito aquí la novela, “[irse] es vencer. Construir un monasterio sin permiso e [irse] a una celda sin colchones y con goteras, es vencer”. Quien no entienda esto no entenderá a Cristina, ni por qué discursos como el suyo son tan valiosos. Y entenderá menos aún sus palabras, “buenas o malas”, pero enteramente suyas.

No es ajena a las polémicas, nuestra querida Cristina Morales. Su último libro, 'Lectura fácil', resultó ganador tanto del Premio Herralde como del Premio Nacional de Narrativa 2019, y propició sendas tribunas e incendios en el mundo cultural: como ya es casi inevitable, mucho más por declaraciones de la autora que por el contenido en sí mismo de la novela. Para la historia queda la reacción de Albert Rivera cuando la escritora fue galardonada: si ella se dijo en octubre “alegre por ver las calles de Barcelona ardiendo y tomadas por manifestantes en lugar de estar llenas de turistas en cafeterías”, él respondió incitándola a prender fuego a su cheque de 20.000 euros. Se tuvo que pronunciar hasta Isabel Celaá, entonces portavoz del gobierno: no tenemos entre manos sólo literatura, lector, ¡esto es también asunto de Estado!

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