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Tribuna
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Sobre los herejes y las monjas de Belorado
Yo ni entro ni salgo en si tienen razón esas monjas clarisas o el obispo Iceta. Las monjas han sido expulsadas de la Iglesia Católica y declaradas herejes, y hereje quiere decir libre
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Las monjas del pueblo burgalés de Belorado se han convertido en uno de los temas centrales de estos días. Y han ido desfilando los dramatis personae: unas monjas rebeldes, un falso obispo, un negocio inmobiliario y, al final, el cisma. El cisma o escisión supone que ya no obedecen al Papa de Roma y que, por tanto, quedan fuera de la Iglesia Católica.
En este punto me gustaría recordar la frase de Agustín de Hipona según la cual los herejes son necesarios. Quería indicar, de modo retorcido, que viene bien prescindir de los díscolos para reforzar la sana doctrina. En términos más prosaicos, que es saludable quitarse los michelines.
Las monjas en cuestión son clarisas, una orden fundada por San Francisco de Asís y Santa Clara hace ya muchos siglos. Tal vez sea una exageración decir que me he criado entre monjas, pero hay una buena parte de verdad en esa afirmación. En mi pueblo había dos tipos de monjas, las siervas y las clarisas. Las siervas estaban muy integradas en mi barrio, el Ojillo. A su capilla íbamos a misa todos los domingos, y nos obsequiaban con afinados cantos. Y, sobre todo, venían a mi casa para atender por la noche a una tía enferma. Sor Agustina solía recorrer la casa. Con ella y con las restantes charlábamos de todo.
No muy lejos de su convento se encontraban las monjas clarisas Con estas el contacto directo era nulo, puesto que eran de clausura Pero las sentíamos como si fueran de la familia.
Las rebeldes de Belorado son clarisas. Yo ni entro ni salgo en si tienen razón ellas o el obispo Iceta que las expulsa de su casa. Serán declaradas herejes. Y hereje quiere decir libre. Podría ocurrir que detrás de este teatro lo que habita es el dinero y la soberbia No lo sé. Desde mi visión laica querría destacar que esas monjas son mujeres que viven entre nosotros y que las minimizamos con nuestro silencio. Algunas hacen una labor extraordinaria a lo largo del mundo atendiendo a los necesitados. Pero en conjunto es un grupo marginado, manipulable y que debería llamar la atención a todas y todos aquellos que se interesen por la liberación de la mujer. No mandan, sino que tienen que obedecer. Se dirá que son libres de hacer lo que les dé la gana. Una mirada externa, sin embargo, no es indiferente ante esta tradicional forma de religión que sigue manteniendo a la mujer en un nivel inferior.
Las monjas del pueblo burgalés de Belorado se han convertido en uno de los temas centrales de estos días. Y han ido desfilando los dramatis personae: unas monjas rebeldes, un falso obispo, un negocio inmobiliario y, al final, el cisma. El cisma o escisión supone que ya no obedecen al Papa de Roma y que, por tanto, quedan fuera de la Iglesia Católica.