Tribuna
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Esas 'cosquillas en el alma' que enlazan sexo, emoción, sentimiento y razón
Al analítico filosofar siempre le queda más a mano limitarse al juego del lenguaje del amor, un lenguaje que no acata las reglas de la lógica
Sorprende que el amor-pasión no sea un tema que interese de modo especial al filósofo. Se responderá que en Platón, y concretamente en el
El amor en general será escudriñado por otras formas del saber. La tragedia, la comedia, la música, la opera, la poesía y el resto de las artes se disputan el dominio del amor. Por no habla de la neurología o de la omnipresente psicología freudiana. Repito que se trata del amor apasionado y que arrastra al enamorado. A este le tiemblan las piernas, no duerme y tiene titilatio animi, cosquillas en el alma que diría Spinoza.
En un intento por analizar ese fenómeno que sortea cualquier intento por atraparlo y asusta a los filósofos, podríamos ir delimitándolo de la siguiente manera. Imaginemos un segmento en donde en una punta se sitúa la ética y en la otra la amistad. En la ética todos los humanos merecen la misma consideración; en la amistad solo se privilegia a algunos. El amor está en medio. Y en una sola persona incluye a todos y a algunos. Se convierte en una olla a presión, en un estado de obsesión, posesión y obcecación que ante nada se detiene
Causa extrañeza, por cierto, que la evolución haya utilizado esa zanahoria para la reproducción. O que junte a personas que no tienen nada en común para que vivan toda la vida juntas. Parece una broma. Y más que una broma, es un imposible. Porque enlaza sexo, emoción, sentimiento y razón. Un cuarteto que algunas veces afina y otras desafina.
El amor, más que guerra, es guerrilla. Y encanta. Y va por el mundo y no se detiene
Este motor de la vida otorga, sin embargo, tiempos sublimes, momentos en los que se rompen las cadenas del aburrimiento y el enamorado se entusiasma, se diviniza. Nada extraño que el enamorado habite junto a la muerte. Bien lo vieron los románticos. O lo expresan estas palabras de Leopardi: Fratelli, a un tempo stesso, Amore e Morte. El nido del amor es el trapecio y la caída puede ser mortal. Ese caudal de placer provoca no pocas veces un sufrimiento intolerable.
Del amor se seguirá hablando. Porque los humanos continuaran, entre sublimados o decepcionados, enamorándose. Al analítico filosofar siempre le queda más a mano limitarse al juego del lenguaje del amor. Un lenguaje que no acata las reglas de la lógica. Pero vive entre lo espontáneo, los impulsos, la ficción, el teatro, la hipérbole, las idas y vueltas y, sobre todo, la seducción. Porque el amor, más que guerra, es guerrilla. Y encanta. Y va por el mundo y no se detiene.
Sorprende que el amor-pasión no sea un tema que interese de modo especial al filósofo. Se responderá que en Platón, y concretamente en el