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La caída del pelotari (y un sex symbol) que llevó más mujeres que hombres a un frontón
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Kike Marín

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La caída del pelotari (y un sex symbol) que llevó más mujeres que hombres a un frontón

Mikel Goñi pudo ser una gran estrella, pero se lo impidió su incapacidad para renunciar a la mala vida, la misma que ahora le ha llevado a ser condenado a ocho años de cárcel

Foto: El pelotari navarro Mikel Goñi, durante un partido. (EFE)
El pelotari navarro Mikel Goñi, durante un partido. (EFE)

Para ser deportista de élite, sea del deporte que sea, aunque en los individuales aún más, no basta con tener talento. Si éste no va acompañado de esfuerzo, sacrificio o disciplina es imposible llegar lejos y no digamos ya mantenerse entre los mejores. Como toda elección, aspirar a ser deportista profesional conlleva una serie de renuncias, las cuales en este caso aún resultan más costosas pues se producen en plena juventud. Cuántos deportistas con mucho talento se han quedado en el camino y cuántos otros con menos, especialmente en deportes de equipo, han llegado a la élite gracias a su perseverancia y compensando sus limitaciones con aquello que está al alcance de todos: la fuerza de voluntad. Es verdad que lo más difícil de tener es el talento, pero precisamente por ello también es una pena, además de una irresponsabilidad, desperdiciarlo.

Foto: El pelotari Mikel Goñi (i), en un partido en su etapa profesional. (EC)

El de Mikel Goñi (Oronoz Mugaire, 1977) no es el típico caso de muñeco roto o ídolo caído. Al pelotari navarro le pudo confundir la popularidad, especialmente la que tuvo entre las mujeres, en esa curiosa condición de sex symbol que adquirió. Pero su principal problema fue que nunca quiso renunciar a todo aquello que le gustaba, incluso más que la Pelota, y que tanto le perjudicaba. "Compensa ser formal. Ahora todo está bien, en casa, en la calle. Ya no inspiro compasión". Así hablaba Mikel en el verano de 2007, cuando el navarro volvió a los frontones después de pasar dos años en un destierro al que le condenaron su afición a la noche, sus excesos y sus adicciones. Con 30 años intentó sentar la cabeza, "unos lo hacen antes, otros después y otros nunca", bromeaba Mikel, pero a los 40 ha visto cómo la vida le ha vuelto a dar un pelotazo como los que él soltaba con esa zurda prodigiosa.

No por esperada, la noticia resultó menos triste. Goñi fue condenado a 8 años y tres meses de prisión por la titular del Juzgado de lo Penal número 3 de Pamplona como autor de dos delitos de detención ilegal, uno de amenazas condicionales y otro de lesiones con instrumento peligroso. Según se recoge en la sentencia, el navarro, acompañado del también acusado Jesús María Maya y una tercera persona no identificada, acudieron el 30 de noviembre de 2014 a un domicilio de Eugui y acusaron a un hombre de haber robado una plantación de marihuana de una vivienda que había alquilado el pelotari.

placeholder MIkel Goñi, junto al otro acusado, durante el juicio celebrado en Pamplona. (EFE)
MIkel Goñi, junto al otro acusado, durante el juicio celebrado en Pamplona. (EFE)

La historia ya está contada y es ciertamente truculenta, pues los condenados ataron las manos del hombre con una cuerda, lo subieron a un vehículo y lo trasladaron a un descampado cercano al río en Elizondo, donde le propinaron numerosos golpes y le retuvieron hasta la madrugada de dos días después. En esa fecha, los acusados también amenazaron de muerte a otra persona, a la que exigían el pago de 10.000 euros y a la que clavaron un destornillador en un dedo y le hicieron un corte con una navaja en una mano, hasta que obtuvieron el dinero.

El Maradona de los frontones

A Goñi II, que en el juicio negó todos los hechos que se le imputaban y culpó a "tres gitanos de Irún", se le llegó a considerar el Maradona de los frontones. "Me han comparado más de una vez con él, pero Maradona es una estrella mundial", respondía él. Mikel vivió un auténtico infierno, tal y como él mismo no tuvo problema en reconocer. "Sí, es un infierno estar ahí abajo, verte ahí por tu mala cabeza". Sin embargo, luchó para salir de él y, con la ayuda de su familia y sus amigos, se ganó una segunda oportunidad. Si algo aprendió y de lo que más se arrepintió durante ese tiempo de rehabilitación es que "tenía que haber hecho caso a los que le aconsejaban bien. Estaba convencido de que siempre me perdonarían. Había hecho mil, ¿porqué no mil y una?".

Como pelotari, Goñi lo tenía todo para marcar una época. Era una auténtica estrella, pues además de talento, el navarro tenía carisma y mucho tirón, y no sólo entre los pelotazales (aficionados a la Pelota), sino como contaba antes, también entre las mujeres. De hecho, recordado es un partido en Hondarribia en el que congregó a más público femenino que masculino, lo cual en un deporte como la pelota vasca es especialmente complicado de ver. Tal y como comenta Fernando Becerril, cronista de Pelota en El Diario Vasco precisamente cuando el navarro debutó en el torneo que organiza este medio, "Mikel era uno de los mayores talentos que se ha visto en un frontón, sobre todo a la hora de atacar y de inventar, pero le fallaba la defensa, le faltaba preparación física y planteamiento táctico".

placeholder Mikel Goñi, durante un partido del Manomanista
Mikel Goñi, durante un partido del Manomanista

Después de despuntar en juveniles y en aficionados, Goñi se estrenó como profesional el 17 de febrero de 1996 en el tolosarra frontón Beotibar, pero en su palmarés solo hay dos subcampeonatos, uno en el Manomanista de Segunda de 1997 y otro en el parejas de 1999 junto a Zezeaga, precisamente por esas carencias que apuntaba Becerril. Eso sí, y aunque es verdad que no fueran partidos oficiales, Mikel fue capaz de derrotar a dos vigentes campeones manomanistas como Rubén Beloki (en 2001) y Abel Barriola (en 2002), lo cual sirvió para confirmar que de haber querido, Goñi II podría haber ganado muchas txapelas.

Las continuas suspensiones por lesiones nunca explicadas, aunque tristemente explicables, junto a actuaciones que, según los expertos, "daban vergüenza ajena", provocaron que Goñi II fuera apartado en 2005. No cuidarse le llevó a ganar peso y perder fuelle. En un torneo que se disputaba en Azkoitia no sólo llegó una hora tarde, sino que al hacerlo sin dormir, se rompió el tobillo. La empresa Aspe le dio una nueva oportunidad en 2007, a la que hacía referencia al principio. Después de haber salido del infierno, el navarro empezó a pensar en ganarse el cielo. "Estaré en una silla eligiendo quién entra y quién no. Seré la mano derecha de Dios", bromeaba Mikel, famoso por su zurda. "Fuera de la cancha sí que tengo mano izquierda. Me gusta estar con la gente", decía todo orgulloso.

Foto: Iñaki Osa Goikoetxea. (Alberto Lessmann/ Red Bull Content Pool)

Tras su esperanzador regreso, Goñi apenas aguantó en los frontones hasta 2009. "Nunca he sabido hasta dónde podía llegar", confesaba cuando se le recordaban sus enormes facultades. "Estuvo al borde del abismo ¿Se considera ya a salvo?", le preguntaron en una entrevista publicada por El Correo al poco de volver. "Nunca se puede decir, pero tengo las cosas claras y antes de caer en lo de antes me pego un tiro". Ocho años después, el ex pelotari navarro ha acabado en la cárcel y lo más triste es que ya no inspira compasión, eso que tanto le preocupaba, sino lástima.

Para ser deportista de élite, sea del deporte que sea, aunque en los individuales aún más, no basta con tener talento. Si éste no va acompañado de esfuerzo, sacrificio o disciplina es imposible llegar lejos y no digamos ya mantenerse entre los mejores. Como toda elección, aspirar a ser deportista profesional conlleva una serie de renuncias, las cuales en este caso aún resultan más costosas pues se producen en plena juventud. Cuántos deportistas con mucho talento se han quedado en el camino y cuántos otros con menos, especialmente en deportes de equipo, han llegado a la élite gracias a su perseverancia y compensando sus limitaciones con aquello que está al alcance de todos: la fuerza de voluntad. Es verdad que lo más difícil de tener es el talento, pero precisamente por ello también es una pena, además de una irresponsabilidad, desperdiciarlo.

Mikel Goñi