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El Madrid no se muere de esta, pero tampoco haga planes para el verano
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Alfredo Pascual

Agresión sin balón

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El Madrid no se muere de esta, pero tampoco haga planes para el verano

Los blancos afrontan una temporada con la ilusión en mínimos históricos

Foto: El presidente del Real Madrid saluda cariñosamente a Isco y Asensio. (EFE)
El presidente del Real Madrid saluda cariñosamente a Isco y Asensio. (EFE)

El frenazo del fútbol por la pandemia ha sido como el juego de las sillas musicales: cuando la melodía dejó de sonar, a unos les pilló con el culo en el asiento y a otros doblando la esquina. Por ponerle nombres al ejemplito, digamos que el Bayern, con su legión de talentos explosivos, está sentado disfrutando del paisaje y el Barcelona, en plena transición de casi todo, espera en cuclillas que los demás jugadores no reparen en que se ha quedado sin asiento.

Este contraste pudo sentirse en los cuartos de final de la pasada Champions.

Entre el esplendor bávaro y el fracaso multiorgánico catalán hay un mundo de clubes en zonas grises. El del Real Madrid es un gris oscuro, tirando a negro. Mientras que el equipo de Castellana disfruta de una situación económica desahogada, con el Bernabéu en proceso de 'gigantización' —tanto física como lucrativamente— y los balances siguen en negro pese al virus, la faceta deportiva, que lleva un par de temporadas dando signos de alarma, empieza a caerse a cachos.

Antes de entrar en harina, un dato: el Real Madrid, por primera vez en más de un lustro, no figura en la terna de favoritos a ganar la Champions. Es un caso inédito para un tricampeón que mantiene la columna vertebral del equipo que dominó Europa. Para algunas casas de apuestas es el cuarto, para otras el quinto, pero todas ellas, cuando menos, le dan la mitad de posibilidades de victoria que el Bayern y el Manchester City. Esto no es ningún secreto. Lo saben las casas de apuestas, lo sabe usted y lo sé yo: sobre el césped, al Madrid no le alcanza para competir con los grandes de Europa y, lo que es peor, todo indica a que necesitará de una reconstrucción antes de poder hacerlo.

Isco y Asensio deberían haber tomado las riendas del equipo, pero eso quizá no suceda nunca

Si algo está demostrando el equipo de Zidane esta temporada es el fracaso de los últimos proyectos deportivos. En condiciones normales, el Real Madrid de 2021 debería sostenerse en torno a Isco y Marco Asensio, las dos grandes apuestas nacionales de los últimos años, pero estamos lejos de ese escenario. El caso del malagueño es un expediente X: después de conseguir adaptarse a la plantilla, una tarea en la que fracasan muchos, especialmente cuando llegan demasiado jóvenes, su rendimiento no ha dejado de caer. Tras el fiasco del Mundial de Rusia, donde guio el timón de la Selección hasta estrellarla contra el rompeolas, cada año juega menos y asiste y marca menos goles por partido. Más allá de los vaivenes sobre su forma física y la dieta, es innegable que en el Bernabéu han perdido la confianza en su recuperación.

En parecido caso está Asensio, aunque con atenuantes: es cuatro años más joven que Isco y ha sufrido una de las lesiones más graves a las que se enfrenta un futbolista. No obstante, Zidane cree en él: ha sido titular en los últimos seis encuentros, acumulando una aportación de cero goles y cero asistencias. Más allá de los datos, a Asensio se le ve intrascendente, sin chispa ni confianza, centrado en la distribución del juego como uno de esos viejos extremos que ya no desbordan y ruegan con la mirada que alguien los aleje de la banda, solo que con 24 años. Es aventurado decir que Marco Asensio no tendrá una gran carrera en el Madrid, pero no que hay que recalcular las expectativas depositadas y, en el mejor de los escenarios, alargar sus plazos hasta la gloria.

Tampoco están, ni se les espera de momento, Álvaro Odriozola, que ha jugado ocho partidos en los dos últimos años, y Mariano, que sigue peleando por un puesto, el de nueve titular en el Madrid, que nadie tiene intención de concederle.

La nueva ola no da la talla

Peor pronóstico ofrece la generación más joven, con varios de ellos sin la proyección deportiva que se esperaba en el club. El alumno aventajado, Vinícius, que costó 61 millones de euros, está muy lejos del nivel que se espera para un punta del Madrid y muestra un problema serio: no tiene inteligencia con el balón en los pies, y esto es difícil de aprender en los entrenamientos. Mientras siga insistiendo en regatear hasta la línea de fondo, y da la sensación de que esto es gran parte de su atractivo, su futuro es el de Paco Llorente en los ochenta: un abrelatas oro para las segundas partes.

placeholder Vinícius, en una de sus cabalgadas ante Leo Messi. (Reuters)
Vinícius, en una de sus cabalgadas ante Leo Messi. (Reuters)

Mejores maneras apunta Rodrygo, de 45 millones, aunque la excesiva presión a la que se le está sometiendo con solo 19 años le mantiene contenido y lejos de la versión que mostró en sus primeros partidos, cuando le comía la moral a los centrales solo a base de tirar desmarques. Así es como se rompe a las promesas. Y qué decir de Jovic, 60 millones pagados el verano pasado, más allá de que es un rematador en un equipo que no centra, un elemento extraño e irreconocible en su entorno, como un esprínter ganando en Angliru o un inspector de Hacienda en La Zarzuela.

A falta de ver cómo se desarrollan Odegaard y Kubo, dos incógnitas dentro de una interrogación, la única buena noticia para los madridistas es Fede Valverde. El uruguayo es la reencarnación de Paul Scholes, un 'box to box' clásico con buen disparo y mejor llegada de segunda línea. Y lo que recupera. Y cómo antepone el equipo a sus intereses. Y que igual te roba un balón en banda que se la pica al portero. Es casi perfecto con 22 años. No hace falta haber visto mucho fútbol para saber que Fede será una estrella (desde luego es el único de los jóvenes que ha presentado credenciales para jugar en el Real Madrid).

El peso de la vieja guardia

Con dos generaciones de 'millennials 'perdidas en el limbo, llamando más la atención en Instagram que en el campo, el peso del Real Madrid lo sigue soportando la vieja guardia: Ramos, Casemiro, Modric, Kroos y Benzema con ayudas puntuales de Courtois y Mendy. La pregunta es cuánto tiempo va a sostener al club un grupo de jugadores que lo ha ganado todo y que, en la mayor parte de los casos, ha agotado lo mejor de su fútbol. A excepción de Casemiro, el resto no seguirá en el club dentro de tres años. El caso más acuciante es el de Modric que, a pesar de que sigue siendo Modric, cada vez lo es menos veces por cuestiones físicas, pero tampoco podemos obviar que a Benzema y a Kroos pronto habrá que empezar a dosificarlos. Y para suplir al francés, convertido en una suerte de sabio esteta del fútbol ofensivo, el Madrid no tiene a nadie que dé la talla.

Las debilidades de Zidane y el resto del equipo han quedado expuestas tras la salida de Cristiano Ronaldo

En este equilibrio precario, que busca la excelencia a través de la pirotecnia en la portería rival, todo puede venirse a abajo si Ramos sale del club este verano. Aunque el Madrid se encuentra en plena ofensiva a base de filtrar mensajes de esperanza a sus medios afines, por experiencia sabemos que renovar al camero es siempre un asunto peliagudo. Ramos, de 34 años, está ante su último gran contrato y quiere que el Madrid le reconozca creciente su peso en el equipo. Razones no le faltan: lo que en tiempos fue un central con buen físico, pero especialmente distraído en las marcas, se ha convertido en un central con un físico imponente, pero especialmente distraído en las marcas que mete más de diez goles al año y es la voz más respetada del vestuario. Es más, el madridismo le identifica como el jugador que mejor representa los valores del club. Ramos ha trabajado mucho para esta espectacular evolución, pero el Madrid no quiere subirle el sueldo. Si finalmente hay lío, apuesten otra vez porque Ramos se sale con la suya... o que acaba en Estados Unidos para tener Christie's más cerca.

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Si Ramos es la pieza maestra sobre el campo, fuera lo es Zinédine Zidane. No por su peso técnico, sino porque el francés es mucho más que un entrenador para Florentino Pérez: es un dique de contención contra el desencanto. Mientras el debate gire en torno al mal aprovechamiento de los recursos de Zidane, o de que aquel cambio llega tarde, no se hablará de que la directiva no ha gastado un euro en refuerzos este verano. O de que ha tenido que regalar a dos jugadores como James Rodríguez y Gareth Bale, que juntos costaron 160 millones de euros, o de que Eden Hazard sea el jugador con mayor devaluación del fútbol mundial. O de que Marcelo, un exjugador desde 2018, fuese renovado hasta 2022.

Cualquier otro entrenador del Real Madrid, con el comienzo de temporada que está haciendo el equipo, estaría entre cuestionado y despedido. En poco más de un mes de competición, lo han empitonado el recién ascendido Cádiz, los suplentes del Shakthar y el Valencia más irreconocible que se recuerda. Y hubo sustos serios con el Barcelona y el Mönchengladbach. A Zidane todavía le protege esa aura mística de haber ganado tres Champions consecutivas, pero a menudo olvidamos que Cristiano Ronaldo fue el pichichi en las tres ediciones. Y Cristiano ya no está. Desde su marcha, el Madrid es un equipo mundano, incapaz de tapar sus vergüenzas como antes hacía el portugués a base de 'hat trick'. Por cierto, Cristiano hizo 44 con la camiseta blanca; el siguiente jugador en activo de la lista es Benzema, con cinco.

placeholder Marcelo, descansando ante el Valencia. (EFE)
Marcelo, descansando ante el Valencia. (EFE)

El problema no eran Solari o Lopetegui, sino que el plan pos-Cristiano no está funcionando y el Madrid necesita una reconstrucción profunda. Pero antes hay que admitir que la renovación del equipo se queda sin recorrido, que es probable que Hazard nunca alcance el nivel del Chelsea y que a la vieja guardia, pese a que se mantiene con gran dignidad, le cuesta cada vez más motivarse en los trámites ligueros y ya no puede plantar cara a los grandes en Champions. Si el Madrid supera la fase de grupos, volverá al Bernabéu una sensación casi olvidada en las eliminatorias: la del miedo a una goleada del Bayern o el PSG.

El Madrid se repondrá. Siempre lo hace. Para un club capaz de sobrevivir a un centro del campo con Thomas Gravesen y Pablo García, esto será un juego de niños. Sin embargo, salvo milagro de las generaciones perdidas, todo indica que esta temporada está perdida. Como dijo en una ocasión un familiar, para anunciar una operación inminente sin asustar demasiado: "Me ha dicho el médico que de esta no me muero, pero que tampoco haga planes para este verano".

El frenazo del fútbol por la pandemia ha sido como el juego de las sillas musicales: cuando la melodía dejó de sonar, a unos les pilló con el culo en el asiento y a otros doblando la esquina. Por ponerle nombres al ejemplito, digamos que el Bayern, con su legión de talentos explosivos, está sentado disfrutando del paisaje y el Barcelona, en plena transición de casi todo, espera en cuclillas que los demás jugadores no reparen en que se ha quedado sin asiento.