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Queridos nietos, dejadme que os hable de Federer, Nadal y el Open de Australia 2021
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Pablo Martínez-Arroyo

Cartas Deportivas

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Queridos nietos, dejadme que os hable de Federer, Nadal y el Open de Australia 2021

Disfruten de los últimos momentos de la rivalidad deportiva más importante de todos los tiempos

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Estimado lector de El Confidencial, quiero compartir una carta que he dejado a mis futuros nietos, para que sientan el privilegio que tuvimos los amantes del tenis en estos últimos 20 años. Con su permiso.

Queridos niños:

Hubo un tiempo, algo lejano, en el que el tenis pasó de ser un entretenimiento deportivo muy orientado a las élites, a convertirse en una cacería sin tregua para todos los públicos. La historia comenzó con el inicio del siglo, y se prolongó durante casi veinte años. Os escribo desde el año 2021, acaba de empezar el mes de febrero, y la persecución podría estar llegando a su fin.

En apenas unas horas comienza el Open de Australia, uno de los llamados 'majors', el más despreciado por las primeras figuras europeas y norteamericanas durante toda su historia (un jugador sueco llamado Bjorn Borg, el mejor de su generación, ni siquiera necesitaba disputarlo para mejorar su biografía de leyenda), pero que podría significar para siempre el final de una escapada. Pretendo que podáis saborear lo que, a mis ojos de mitómano del deporte, está siendo la rivalidad deportiva más atractiva de todos los tiempos. Necesito, por tanto, presentaros bien a unos personajes que me hicieron disfrutar y sufrir con la misma intensidad.

La víctima de la cacería se llama Roger Federer. Roger ha sido mi héroe favorito. Cuando leáis esta carta, probablemente será un feliz abuelo con decenas de nietos. La imposibilidad para cualquier ser humano de golpear una pelota de tenis como él, la llevó más allá de las pistas. Dos veces dejó embarazada a su mujer, y cuatro hijos han tenido. Mirando las estadísticas, sucede una vez entre cien mil.

placeholder Federer y Nadal, este domingo en Sudáfrica (Reuters)
Federer y Nadal, este domingo en Sudáfrica (Reuters)

Al otro lado de la red, apareció primero un cazador español vestido de indómito guerrero. A Rafa Nadal, o "Rafael" para su tío Toni, lo vimos por primera vez en una Copa Davis que cambió la historia del tenis en España. El acontecimiento coincidió con el inicio del siglo. Barcelona fue testigo del primer triunfo español en la competición (algo tan anhelado desde los tiempos de Manolo Santana y el resto de aventureros), y "Rafael" hizo de abanderado de los aclamados Albert Costa, Alex Corretja, Joan Balcells y Juan Carlos Ferrero. Para el común de los aficionados, era entonces un privilegiado sobrino de Miguel Ángel Nadal, central del Fútbol Club Barcelona y de la selección española. Para los entendidos, aquel prometedor cadete estaba destinado a ser como mínimo un top ten mundial, por su físico, por su tenis, y sobre todo por su interesante personalidad.

La cacería comenzó apenas un lustro después. Federer, cinco años mayor, ya había conquistado 4 torneos de los llamados 'Grandes' (2 Wimbledon, 1 Open de Australia y 1 Open de Estados Unidos), cuando Nadal triunfó por primera vez en Roland Garros. Hasta entonces, se habían enfrentado solamente 3 veces, la tercera de las cuales fue precisamente en las semifinales del torneo parisino que encumbró a "Rafael". La violencia con la que Nadal se quitaba de encima a los rivales sobre pistas de tierra, librando frente a ellos verdaderas batallas muy pocas veces presenciadas antes (el argentino Coria confesó, años después, que su derrota en la final en Roma a cinco sets, con el partido ganado, le dejó tan tocado anímicamente que afectó al resto de su carrera), nos ofrecía a los exquisitos aduladores del jugador suizo el argumento perfecto para el desprecio; "la tierra batida ensucia las pelotas y las zapatillas. Es otro deporte". Tan ensimismados nos tenían los gestos de Roger, esa contemplación del tenis casi como "una experiencia religiosa", según leímos a David Foster Wallace ya entonces, que pasamos por alto la abierta declaración de guerra del cazador sin escrúpulos; "mi sueño fue siempre ganar Wimbledon".

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2006, 2007… Nadal aparecía en cada partido sin mangas en la camiseta y con su pantalón pirata. Y se atrevía a hacerlo en la central del All England Tennis and Lawn Club, la llamada 'catedral' del tenis. El suizo lo batía en dos finales de Wimbledon, pero su cara de susto lo delataba. 2008 dejó allí el aclamado como "mejor partido de la historia del tenis". Por supuesto con triunfo de Nadal. Y llegó Australia 2009. El final de la primera década. El primer llanto de impotencia de Federer. Una herida abierta que anticipaba la caza.

A partir de 2011, el guión dio un giro inesperado. Novak Djokovic irrumpió en la escena para disputarles todos los títulos posibles. Rafa dominaba a Roger en los llamados 'cara a cara', pero Novak le impedía sumar algunos torneos grandes en pista rápida. Nadal sumaba siempre en París, pero Djokovic se quedó con 11 de los 24 grandes en juego hasta 2016. El cazador ya no estaba solo.

2016 marcó una nueva frontera. Los tres genios de este tiempo, ya treintañeros, decidieron estar a la altura del concepto de "maestro", tan utilizado en este deporte. Los 3 no han dejado jamás nada al azar; han superado lesiones; han cambiado y mejorado cosas en su juego y, por el camino de una ambición sin límites, se han llevado por delante a toda una generación de tenistas nacidos en los años 90, la generación perdida en los libros de oro de la ATP.

Cuando esta carta salga a la luz, el Open de Australia estará disputando sus primeras rondas. Las gradas con público nos permitirán imaginar una cierta mejora de la salud en el planeta, tras este año lleno de caos y dolor. Sobre la pista dura de Melbourne, dos cazadores incansables seguirán con una sola idea en la cabeza. Si Nadal gana el torneo, sus 21 Grand Slam serán el nuevo tope del llamado GOAT del tenis: acŕonimo inglés para definir al "Mejor Jugador de Todos los Tiempos". Tal vez a Roger Federer, descansando con la familia en la otra punta del planeta, se le pase por la cabeza un instante la reflexión que el periodista David Broncano ('federista' confeso) le hizo al plusmarquista de salto de altura desde 1988, Javier Sotomayor, cuando acudió a su programa.

"Javier, dime que si en este momento de caos mundial, con el virus y todo esto, lo siguiente que anuncian es la caída de un meteorito sobre la Tierra, eh, imagínatelo. Yo sé que tienes familia y todo. Pero dime que, al menos por un instante, no dirías… 'bueno, pues qué se le va a hacer. Finalmente, queridos rivales... no pudisteis conmigo". Y la respuesta de Sotomayor, como supongo que hubiera sido la de Federer, y la de tantos de los históricos deportistas perseguidos en su altísima competitividad, fue de manual. "Todavía no me han batido. Mejor sigamos vivos para disfrutarlo".

Estimado lector de El Confidencial, quiero compartir una carta que he dejado a mis futuros nietos, para que sientan el privilegio que tuvimos los amantes del tenis en estos últimos 20 años. Con su permiso.

Roger Federer