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Estrella en el pecho; patada en el culo
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José Félix Díaz

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José Félix Díaz

Estrella en el pecho; patada en el culo

El pasado 11 de julio fue el día más feliz de millones de españoles. Lo logrado por Casillas, Villa, Iniesta y compañía sirvió para hacer historia,

El pasado 11 de julio fue el día más feliz de millones de españoles. Lo logrado por Casillas, Villa, Iniesta y compañía sirvió para hacer historia, para marcar un antes y un después. Hasta ese momento, España se limitaba a ser comparsa en los mundiales de fútbol, pero el citado día una 'panda' de excelentes jugadores, acompañados de un gran técnico decidieron ahuyentar fantasmas y escribir la página más gloriosa del deporte español.

 

Y el que niegue que es el mejor logro, que repase el vídeo y vea lo que sucedió en las calles de toda España esa noche y nada más aterrizar los héroes en territorio patrio. El problema del fútbol es que no tiene memoria, que el ayer ya es historia y más si los análisis llegan por parte de una prensa tan resultadista como la deportiva.

 

No nos vamos a olvidar de lo hecho y logrado en Sudáfrica, pero golpes como los del miércoles en Lisboa solo servirán para que esa estrella que luce la Roja en el pecho se le hunda en el esternón a manera de 'todo fue un accidente'. Los jugadores saben que la actitud mostrada desde el inicio de la concentración del pasado lunes no es de recibo.

Fiesta por aquí, homenaje por allá, 'sobadita de lomo' por el otro lado y al final ni retiro, ni descanso y, lo que es peor, nada de pensar en el partido, de lo que esperaba a la campeona del mundo en Lisboa. Capello no quería ni ver ni en pintura el más mínimo festival en las horas previas a un partido. Se pasaba, pero a la larga tenía toda la razón. Ahora es el momento de la reflexión, de dejar pensar en lo que se ha logrado en Johannesburgo y volver a ser competitivos cara a la Eurocopa de Polonia y Ucrania.

 

La afición no se merece sufrir como lo ha hecho ante Argentina y Portugal. Se rozo el ridículo, deportivo. El pecho, ese que se hinchó en Sudáfrica, está hundido al máximo. Dos goleadas en dos meses no son de recibo a una selección que presume de estrella, que luce en su camiseta el escudo de ser el mejor equipo del mundo. Los jugadores, esos que fueron elogiados al máximo y ensalzados en todas las votaciones sobre los mejores del mundo, deben ser los primeros en rectificar y decir que basta ya de fiestas y homenajes. Se acabó el vivir en la nube del éxito porque se dirige hacia el fracaso seguro.

 

Es cierto que el aviso ha llegado en dos amistosos, pero ante Escocia, y con tres puntos en juego, se anduvo muy cerca del fallo. Estos dos resultados, perdón estas dos sonrojantes goleadas, llevan a pensar en que el hambre y la ambición empiezan a escasear en ese vestuario. No lo creo porque si es así lo tienen muy fácil, renunciando a la selección y punto. Me apunto a lo dicho por Del Bosque, que reconoció que podía haber fallado en su trabajo de mentalización y continúo dando todo el margen del mundo a los mismos jugadores que hicieron a España campeona del mundo.

 

Estoy convencido del compromiso de los dueños de esa camiseta, pero habrá que recordarles que España no había sufrido una goleada así en los últimos cuarenta años. Hay espacio y tiempo, pero se agota. Lo bueno, quién lo iba a decir, es que el 2010 ya ha teminado para la selección. El siguiente examen llegará en febrero y en ese partido ya no hay cabida para más festivales y homenajes por muy amistoso que sea el partido. Concentración, entrenamiento y a jugar. Nada más. Eso sí, como no espabilen la medalla en el pecho se convertirá en patada en el culo.

El pasado 11 de julio fue el día más feliz de millones de españoles. Lo logrado por Casillas, Villa, Iniesta y compañía sirvió para hacer historia, para marcar un antes y un después. Hasta ese momento, España se limitaba a ser comparsa en los mundiales de fútbol, pero el citado día una 'panda' de excelentes jugadores, acompañados de un gran técnico decidieron ahuyentar fantasmas y escribir la página más gloriosa del deporte español.

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