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Florentino Pérez y Del Bosque nunca serán amigos
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José Félix Díaz

Florentino Pérez y Del Bosque nunca serán amigos

Nunca un premio, reconocimiento o distinción ha levantado tanta polémica. El Real Madrid, bueno Florentino Pérez mejor dicho, intentó reconciliarse, a su manera desde luego,

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Florentino Pérez y Del Bosque nunca serán amigos

Nunca un premio, reconocimiento o distinción ha levantado tanta polémica. El Real Madrid, bueno Florentino Pérez mejor dicho, intentó reconciliarse, a su manera desde luego, con Vicente del Bosque y se inclinó por reconocer los méritos del técnico con la entrega de una medalla, la de oro por cierto. Por encima, el Real Madrid solo reconoce la laureada en poder de Pirri y de Agustín Domínguez. Nadie más la tiene. Algunos dicen que el gesto llegó tarde y fuera de lugar

En los reconocimientos uno los da cómo y cuándo quiere y el homenajeado está en disposición de ir o no. La verdad es que desde el éxito del 11 de julio de 2010, la entidad madridista ha tenido diferentes ocasiones para premiar lo hecho por el seleccionador nacional, pero nunca encontraron el momento idóneo, incluido un partido de España en el Bernabéu el pasado mes de febrero, por no hablar de los diferentes choques que Del Bosque ha presenciado desde el palco del estadio madridista y en los que nunca se ha producido un acercamiento. Curioso.

 

La directiva blanca, en uso de su derecho, decidió meter en la relación de premiados a Rafa Nadal y Plácido Domingo, reconocidos seguidores del equipo blanco pero en dimensión muy diferente a la del técnico. El gesto denotaba como pereza, como ganas de evitar un cara a cara con el seleccionador, de ahí la búsqueda de más madridistas con currículum para ser premiados, más aún cuando se filtró desde el club que la entrega de la medalla tendría lugar en la gala de la Fundación del Real Madrid, sin fecha todavía tras la suspensión de la gala programada para el 3 de noviembre.

 

Del Bosque evitaba hablar del tema. Ni se siente ni se sentía cómodo cuando se le preguntaba sobre el asunto o con cualquiera relacionado con el Real Madrid. Es más, el día que le comunicaron la decisión torció el gesto y dijo: "No es algo espontáneo". El seleccionador lo supo en el mes de mayo, casi un año después de haber ganado el Mundial, demasiado tarde. Palabras que quedaron encerradas en el círculo en las que las dijo. Desde ese momento y hasta el mes de agosto debatió qué hacer y guardó silencio hasta que comentó a Butragueño su decisión de no acudir. Ahora las dudas de las que informamos en El Confidencial el pasado 12 de octubre han quedado disipadas. La decisión ya es firme. No acudirá a la entrega de la medalla, sea cual sea la fecha y el marco que se ponga a manera de envoltorio. La sensación es que nada ni nadie le hará cambiar de opinión, al menos a día de hoy.

 

No se puede negar que la medalla en cuestión ha sido inoportuna. Florentino Pérez y Del Bosque nunca serán amigos ni tendrán una buena relación. Esta se rompió cuando en junio de 2003 el presidente decidió no renovar al técnico y desde ese momento la distancia entre uno y otro ha sido insalvable. Entre los dos hay un océano, dos puntos de vista muy diferentes del fútbol y de la vida. Algo hasta normal cuando ha existido un punto de fricción tal. Los dos han seguido sus vidas el uno sin el otro y no ha pasado nada. Ni uno es más madridista ni el otro menos. Dudar de Del Bosque con 36 años de todo tipo de vivencias en esa casa es sinónimo de no querer ver la realidad, de vivir en un mundo irreal. El seleccionador ahora defiende lo suyo y en su futuro inmediato no está el de sentarse a hablar con el presidente madridista, que a su manera ha intentado maquillar una fría relación.

Nunca un premio, reconocimiento o distinción ha levantado tanta polémica. El Real Madrid, bueno Florentino Pérez mejor dicho, intentó reconciliarse, a su manera desde luego, con Vicente del Bosque y se inclinó por reconocer los méritos del técnico con la entrega de una medalla, la de oro por cierto. Por encima, el Real Madrid solo reconoce la laureada en poder de Pirri y de Agustín Domínguez. Nadie más la tiene. Algunos dicen que el gesto llegó tarde y fuera de lugar

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