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El Valencia y el infortunio de Banega: salir, entrar y acabar con la pierna rota
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Antonio Sanz

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El Valencia y el infortunio de Banega: salir, entrar y acabar con la pierna rota

Mayo de 2011. No ha llovido tanto. Las palabras, vía twitter -la perversa red social que se utiliza más con el subconsciente que siendo consciente-, de

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El Valencia y el infortunio de Banega: salir, entrar y acabar con la pierna rota

Mayo de 2011. No ha llovido tanto. Las palabras, vía twitter -la perversa red social que se utiliza más con el subconsciente que siendo consciente-, de Éver Banega lo colocan en el mercado: "Después de la Copa América, estudiaré ofertas". Horas más tarde, entiendo que asesorado o quizá obligado a rectificar, despejaba intenciones apoyando sus explicaciones en lo socorrido que es excusarse bajo el paraguas de la broma. Pero de la broma pasó a la burla vistiéndose en una fiesta familiar con una camiseta del Real Madrid, instantánea que alguno de sus hermanos destapó colgándola en otra red social. Estaba claro que en la mente del rosarino no planeaba aterrizar ese verano en Mestalla.

Éver firmó por el Valencia CF en enero de 2008 tras romper unilateralmente Boca Juniors la opción preferencial que mantenía al jugador vinculado con el Real Madrid. Todo arranca un año antes cuando las instituciones recortaron la distancia económica para la adquisición de Gago. Entonces, los blancos asumieron que podrían igualar cualquier oferta que llegase por Éver y por otros dos futbolistas: Maidana y Cahais, algo que aceptó el club bonaerense. Cuando Macri, el histórico presidente bostero, se vio con veintiséis millones de dólares -dieciocho de euros- en la caja, olvidó el acuerdo y mandó al mediocentro al Mediterráneo. Miguel Ángel Ruiz, responsable en esa ventana de los fichajes valencianistas, se convertía en su gran valedor, apostando sin fisuras económicas por un joven de 19 años que prometía escenas creativas de fútbol desde su posición en el eje del terreno de juego. Koeman no lo explotó y Emery, a su llegada, consideró que debía completar su formación en otra estancia. El Atlético, el dueño es un enamorado de su talento, lo recogió con los brazos abiertos. Aguirre lo tuvo más en el banquillo que en el césped, pero Unai lo recuperó y consideró que era su momento. Otra historia fue la pasada campaña donde alternó titularidad con suplencia. La dirección del club, que rememoraba su éxito y su fútbol con la albiceleste en el Mundial sub-20 de Canadá y en los Juegos Olímpicos de Pekín, tomó la determinación de recuperar parte de la inversión acometida tres años antes.

Italia se consideró el destino ideal para el argentino. Inter y Roma se convirtieron en dos sucursales con custodia para negociar. El Valencia puso precio: diez millones de euros. Manuel Llorente no quiso rebajar ni un céntimo de esa cantidad. ‘Por menos, me lo quedo’, llegó a decir el eficaz gestor-presidente. Pero Luis Enrique invirtió el dinero en un ariete y optó por la cesión de Gago, el mismo que le había abierto la puerta de Boca ahora se la cerraba en la ciudad eterna. En Milán tampoco se acercaron a la cantidad y consideraron, tras la renovación de Éver, contratar durante estos meses al colombiano Guarín para estudiar posteriormente la compra. La tozudez de Llorente evitó la fuga de Banega, que tuvo que pedir perdón públicamente por el vodevil de la camiseta madridista. El resto lo puso Emery. Volvió a darle sitio y el argentino le devolvió fútbol. La dirección deportiva cambió el tercio y se pasó de vender a renovar. El objetivo era no alcanzar el verano porque el precio de salida bajaría a menos de la mitad de lo solicitado en 2011. Pese a su ambiguo rendimiento y a su personal compromiso, se aceptó la petición del agente y se le mejoró el contrato añadiendo dos temporadas más de unión. Hoy convalece víctima de un fatal accidente con la tibia y el peroné reparado. Llorente maldice el infortunio porque nadie aclaró si en el próximo verano también hubiera estado situado en la plataforma de salida, aunque ya renovado.   

Mayo de 2011. No ha llovido tanto. Las palabras, vía twitter -la perversa red social que se utiliza más con el subconsciente que siendo consciente-, de Éver Banega lo colocan en el mercado: "Después de la Copa América, estudiaré ofertas". Horas más tarde, entiendo que asesorado o quizá obligado a rectificar, despejaba intenciones apoyando sus explicaciones en lo socorrido que es excusarse bajo el paraguas de la broma. Pero de la broma pasó a la burla vistiéndose en una fiesta familiar con una camiseta del Real Madrid, instantánea que alguno de sus hermanos destapó colgándola en otra red social. Estaba claro que en la mente del rosarino no planeaba aterrizar ese verano en Mestalla.

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