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El 'trascinatore' del Chelsea alimenta la inalcanzable obsesión 'blue'
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Antonio Sanz

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El 'trascinatore' del Chelsea alimenta la inalcanzable obsesión 'blue'

Roberto Di Matteo nació en Suiza en una ciudad cuyo cantón es el más septentrional del país, casi insertado en Alemania, a donde sus padres italianos

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El 'trascinatore' del Chelsea alimenta la inalcanzable obsesión 'blue'

Roberto Di Matteo nació en Suiza en una ciudad cuyo cantón es el más septentrional del país, casi insertado en Alemania, a donde sus padres italianos habían emigrado en la apremiante década sesentera del siglo XX. Su carrera futbolística arrancó como cualquier infante en el club local -FC Schaffhausen- hasta que con dieciocho años alcanzó el techo deportivo de la entidad. Cinco años después firmaba por el Lazio de Roma es un traslado definitivo a la tierra prometida. No fue tal. ‘Robbie’ daría un salto mayúsculo a Londres de la mano de Gullit, entonces mánager. En Stamford Bridge se afianzó como leyenda tras ganar y ser protagonista de varios títulos. Y allí también sumó una enorme decepción como profesional: la goleada soportada en el Camp Nou… en un cruce de la Champions League. Era el Chelsea de Ferrer, Deschamps, Desailly y Zola. Y, por supuesto, de Di Matteo.

Hace doce años, un dieciocho de abril de 2000, el Camp Nou acogió el partido de vuelta de cuartos de final de la Liga de Campeones entre los mismos dos contendientes. Los ingleses afrontaban una ventaja de 3-1. El conjunto dirigido por Vialli dobló la rodilla en la prórroga por 5-1, en una noche donde Rivaldo fue la estrella. Guardiola y Puyol disputaron aquel partido y, por supuesto, Di Matteo. ‘Robbie’, a quien la justa destitución de Vilas-Boas convirtió en primer responsable técnico, asumió que jugar al Barça de tú a tú suponía un suicidio y que defender, morder, pelear y contragolpear era la receta idónea para alimentar la vuelta. Con ese encuentro en la retina, aquel futbolista, hoy entrenador, sólo le faltó introducir al cóctel la actuación de Ovrebo, el trencilla noruego que arrebató arbitralmente hablando, más el ‘Iniestazo’, al Chelsea la final de Roma. Hiddink, ayer, y Di Matteo, hoy, coincidieron en cinco semifinalistas, el llamado pasillo de seguridad: Cech, Terry, (Cole), Lampard y Drogba. El resto participó de una fiesta dónde el autocontrol se magnificó frente a la imaginación del enemigo. El mensaje era claro: llegar vivos al Camp Nou. El plan del técnico, en una eliminatoria a ciento ochenta minutos, era portería a cero para buscar un gol de visitante. Esta temporada, tan agria para el Chelsea, sólo Arsenal, que rompió la caja -se encajaron cinco-, Manchester United, Aston Villa y Nápoles, que lograron marcar tres, alcanzaron la cifra que sacudiría a los ‘blues’.

Recordaba a Ovrebo porque Di Matteo buscó al ‘trascinatore’ del equipo -el jugador que arrastra al grupo en motivación y liderazgo dentro y fuera del campo-. Más allá de convertirse en el revulsivo del colectivo por encima de sus propios pupilos -de trece partidos dirigidos ha ganado diez y perdido uno-, el italiano apostó el miércoles por un ‘trascinatore’ determinado, quien guarda más rencor al adversario azulgrana. Si Terry tiene ganado los galones del puesto, en esta ocasión, Di Matteo tiró de bagaje e historia y rememoró al Drogba desquiciado que gritó y maldijo frente a la cámara de televisión, tras la actuación del escandinavo. El alma del conjunto estaba ahí. Y el marfileño no defraudó. Su actuación estuvo salpicada de histrionismo y eficacia, de esfuerzo y solidaridad, de gol y a otra cosa. Se convirtió en una pesadilla para Guardiola, que volvió a perder el ‘seny’ con sus aspavientos de queja y reproche tras la actuación del contrario.

Roberto Di Matteo nació en Suiza en una ciudad cuyo cantón es el más septentrional del país, casi insertado en Alemania, a donde sus padres italianos habían emigrado en la apremiante década sesentera del siglo XX. Su carrera futbolística arrancó como cualquier infante en el club local -FC Schaffhausen- hasta que con dieciocho años alcanzó el techo deportivo de la entidad. Cinco años después firmaba por el Lazio de Roma es un traslado definitivo a la tierra prometida. No fue tal. ‘Robbie’ daría un salto mayúsculo a Londres de la mano de Gullit, entonces mánager. En Stamford Bridge se afianzó como leyenda tras ganar y ser protagonista de varios títulos. Y allí también sumó una enorme decepción como profesional: la goleada soportada en el Camp Nou… en un cruce de la Champions League. Era el Chelsea de Ferrer, Deschamps, Desailly y Zola. Y, por supuesto, de Di Matteo.