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Tito Vilanova debe acertar con las bajas para no perder el estímulo del vestuario culé
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Antonio Sanz

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Tito Vilanova debe acertar con las bajas para no perder el estímulo del vestuario culé

Pep Guardiola lo reiteró hasta la saciedad: "Cuando compruebe que el grupo pierde la ilusión, me marcho". En esta cuarta temporada, más allá del cansancio, del

Foto: Tito Vilanova debe acertar con las bajas para no perder el estímulo del vestuario culé
Tito Vilanova debe acertar con las bajas para no perder el estímulo del vestuario culé

Pep Guardiola lo reiteró hasta la saciedad: "Cuando compruebe que el grupo pierde la ilusión, me marcho". En esta cuarta temporada, más allá del cansancio, del afán por reiterar victorias, de la implicación sin restricciones y de la entrega sin miramientos, alguna grieta de vestuario ha terminado por reducir la ambición del técnico para seguir la temporada prometida. Nos ha informado que debe rellenarse y que por eso adelanta el año sabático. Es verdad, se ha vaciado futbolísticamente volcándonos toda su sabiduría a la vez que recibía la hidratante recompensa de embriagarse de reconocimiento y de títulos. Nadie como él en este recorrido contemporáneo del Fútbol.

El todavía entrenador ha terminado aliviando a la Junta directiva. Desde allí se reprochaba el absolutismo con que manejaba el poder azulgrana. Era así o no era, transmitía un Guardiola de sobra conocedor del espíritu, sentimiento y gobierno de la entidad. Con su adiós desvelado unido al anuncio del recambio, tan justo en el proceder como sorpresivo para la masa social que presumía de contar con un matrimonio indisoluble en el banquillo, se hundieron las quinielas de los futuribles para el siguiente reemplazo. Por eso, a la opinión pública no le quedó más remedio que tirar sin destreza hacia el camerino. Precisamente, esas hendiduras han conducido hasta algunos nombres condenados a no entenderse en el tiempo venidero. Y es aquí donde Vilanova debe utilizar el bisturí como cirujano veterano.

La fortaleza de este Barça proviene del esfuerzo del cuerpo técnico por mantener sin fisuras y firme al vestuario. La inmensa mayoría del grupo remaba hacia el mismo punto cardinal y creía con estridencia el pulso que marcaba Guardiola y sus colaboradores. Todos a lo mismo. Ya de entrada, se respaldó y se aplaudió su primera medida: expulsar a Ronaldinho, Deco y Eto’o, aunque al camerunés lo redimió para terminar meses después enseñándole la salida. Después vendrían Ibrahimovic o Bojan. Las bajas siempre estaban tan medidas como las altas. No todos cerraban etapa por su distancia con el mando. Otros, Sylvinho, Gudjohnsen, Márquez, Yaya Touré o Henry, comprendían que su ciclo había cancelado o que las nuevas propuestas económicas eran irrechazables. Los más próximos en partir, Milito y Maxwell, optaron por esto último, además de poder mantener vivo el espíritu de jugador. Mientras, la sangría para los jóvenes se abría con desenfreno -Jeffrén, Romeu, Nolito, Víctor Sánchez-. El Barça triunfador no permitía roces con el sentimentalismo.

Alves, Pedro, Piqué... runrún constante

Zubizarreta y Vilanova encaran el diseño de la plantilla post-Pep. Se ha destapado que Alves se aproxima al ritmo de Ronaldinho y Deco lejos del césped o que Piqué se ubica al margen del cauce de control del técnico por su vida sentimental. La cúpula debe analizar estos movimientos, que en este momento no son yuxtapuestos porque difieren los comportamientos y las soluciones. Al brasileño le venderían con gusto -la opción de Montoya crece- si convence la pasta, pero con el canterano se comprende que es vital para mantener la construcción futura del conjunto.

No tienen sencillo cómo atajar la renovación de uno de los pupilos rebeldes del 'clan Orobitg'. Tello amplió hasta junio de 2013 pregonando que la cláusula de rescisión se cifra en diez millones de euros. Después de esa fecha quedarán a cobrar los derechos de formación del extremo. Por aquí, se explica, se abre la vía de salida de Pedro. Desde hace semanas se viene insinuando el adiós del internacional canario. Mientras él sigue arañando minutos para incluirse en la pelea de los veintitrés de Polonia, se ha establecido un runrún que lo borra de la etapa de Vilanova. Su rendimiento irregular, sin continuidad ha logrado once goles en partidos oficiales, se ha debido a encadenar una dolencia ósea con otra muscular. Incluso, el propio Guardiola ha admitido que mereció más protagonismo en el tramo final de campaña, donde se le relegó al banquillo y a ser revulsivo ante la sorpresa de muchos de sus compañeros, empezando por el intocable Messi. No está tan lejos cuando enamoró a todos en Sudáfrica o más recientemente en la cita de Wembley dónde se levantó la Champions.

Pero del pasado no se vive, o eso le espera también a David Villa, ajeno al tumulto del frenesí diario por su disputa con la tibia. Es otro de los futuribles a salir, como Keita, Afellay o Adriano si reclaman más minutos o alguna propuesta les nubla la cuenta corriente. Con todo, no debilitar el armazón del grupo es una de las consignas del nuevo cuerpo técnico. En un mes empezará a medir fuerzas con la Junta directiva para derivar que es más importante una pieza que haga grupo y no alborote o una operación sabrosa para sacar dinero y equilibrar un presupuesto sin rumbo.

Pep Guardiola lo reiteró hasta la saciedad: "Cuando compruebe que el grupo pierde la ilusión, me marcho". En esta cuarta temporada, más allá del cansancio, del afán por reiterar victorias, de la implicación sin restricciones y de la entrega sin miramientos, alguna grieta de vestuario ha terminado por reducir la ambición del técnico para seguir la temporada prometida. Nos ha informado que debe rellenarse y que por eso adelanta el año sabático. Es verdad, se ha vaciado futbolísticamente volcándonos toda su sabiduría a la vez que recibía la hidratante recompensa de embriagarse de reconocimiento y de títulos. Nadie como él en este recorrido contemporáneo del Fútbol.