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De la peor noche vivida en Madrid al trabajo de pacificador en Concha Espina
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Antonio Sanz

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De la peor noche vivida en Madrid al trabajo de pacificador en Concha Espina

La noche del miércoles 11 de abril del año en curso se hizo larga, muy larga, para quien acababa de sufrir en el ego un duro

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De la peor noche vivida en Madrid al trabajo de pacificador en Concha Espina

La noche del miércoles 11 de abril del año en curso se hizo larga, muy larga, para quien acababa de sufrir en el ego un duro golpe. La vil y fea derrota, con afligido final en goleada (1-4), dejó abatido a quien presume de no doblar nunca la rodilla. Las dudas afloraron en la zona del ático porque tampoco él había desarrollado la mejor cintura en la lectura del partido. Para Diego Simeone, el estreno como entrenador en el derbi madrileño se tiñó con el mismo color con que vivió los de su etapa como futbolista. El envite fue negro, agrio o aciago, funesto o desgraciado y triste. Una ruina más, en resumen. Echando la vista atrás reflexionaba con su gente el excesivo castigo recibido para lo que ambos equipos demostraron en el césped. Esa mañana, tras arrugar poco las sábanas y rozar menos la almohada, retornó al lugar del crimen para arrancar motores y compromisos, para impulsarse en el trabajo y para involucrar al vestuario en su sueño de devolver grandeza al club. Hoy, el Atleti de ‘El Cholo’, en casi un año de travesía, pisará el Bernabéu convertido en la camiseta rojiblanca más fiable de las dos últimas décadas. 

Con rictus firme, disimulando el cabreo y con nulas ganas de discurso, Simeone se presentó aquella noche del 11 de abril en la sala de prensa del Calderón para una faena clásica de aliño: dos capotazos por aquí, dos por allá y a peinar las penas en casa. Sin embargo, se le escapó una frase con contenido  -“Hemos perdido porque los goles son más importantes que las ideas”-  que ha servido para que el camerino comprendiese que admitir el abuso sufrido ha supuesto restablecer el ánimo, rescatar el origen y avanzar sin fisuras por el sendero del triunfo, porque la línea estaba bien elegida. Aquella noche de soledad fue provocada por perder el sostén del balón, motivo que derivó al fracaso. Nada mejor que remover ese espejo para sacarse la espina y esta vez aplaudir. ‘El Cholo’, por experiencia, es consciente de que aumentar la distancia con el eterno rival es viable porque como susurra en el vestuario “no los dejemos levantarse”.

No es una historia feliz la de Diego y el Real Madrid. No es por eso que reniega entrenar al equipo. Es lo mismo que ha declarado nuestro triunfante seleccionador, Vicente del Bosque. Él tampoco dirigiría nunca al Atleti, afirmó. No obstante, el club del Manzanares le premió con una insignia de oro y brillantes, alabando así los éxitos de la Roja. Simeone se sinceró y descubrió su parecer por la particular unión que vive con la hinchada atlética, para quienes siempre resultó ser especial. Como jugador perdió los cinco derbis que disputó. Como técnico palmó el primero. De aquellos, vivió bien cerca la premier de Raúl González como goleador, en el mismo partido en que anotó de penalti para cerrar el marcador; perdió por otro gol de Raúl, mientras su hoy director deportivo -Caminero- acababa siendo expulsado; Carmona Méndez lo envió, esta vez a él, con roja directa a la caseta a los 54 minutos; tras un 3-0 en contra, Antic lo señaló cambiándolo en un histórico triple relevo, junto a Bejbl y Aguilera, antes de abandonar por vez primera el club, en un choque donde también marcó Raúl y el Madrid acabó celebrando en el césped el título de Liga; y para redondear unos duelos calamitosos, el último lo jugó como central y Ronaldo logró el tanto a los 14 segundos… y también goleó Raúl. Lesiones y sanciones impidieron más secuencias.

No pintan oros precisamente en la casa del adversario. La semana en curso, tras la inesperada derrota en el campo del Betis, ha encendido las alarmas en el Bernabéu. Conocida es la relación de interés entre Florentino Pérez y Mourinho. Conocida es la distancia que los separa, pese a las muestras públicas de apoyo del pasado, que volverían a darse si se estima oportuno por la grandeza de la entidad. Y conocido igualmente es quien media entre las partes, quien tira y afloja y quien es clave en la comunicación entre presidente y manager-entrenador. José Ángel Sánchez es el pacificador de Concha Espina, quien mantiene el pulso de respeto entre ambos buscando el eje de equilibrio para que ninguno eche leña al fuego, para enfriar las mentes cuando se calientan, para apaciguar las opiniones y criterios tan dispares y para calmar los arranques belicosos de ambas personalidades. Sánchez, de una parte, recibe la contribución de Mendes, el agente-amigo de ‘Mou’, y de otra, bandea como puede los empujones desordenados de quien se siente descontrolado por unas encuestas que han perdido la fe inquebrantable en el luso.

Una derrota en el derbi, incluso con un Bernabéu pendenciero, no pondría al técnico en la cuneta. Simplemente acrecentaría la distancia con el palco y con la grada. Florentino quiere dirigir esta situación al 30 de mayo para analizar concienzudamente el ciclo. Mourinho no piensa claudicar porque su único objetivo esta temporada es ganar la Liga de Campeones. El éxito en la Champions le permitiría hacer las maletas y salir por la puerta grande: lograría el tercer título en tres clubes distintos y en tres países diferentes. Entonces, será el momento de coquetear con el París Saint Germain y/o Manchester City, o incluso Chelsea, a quien lleva dos campañas dejándolo tirado. Florentino, con el pacificador Sánchez a la vera, considera que la entidad perdería más que ganaría con el despido improcedente. Por eso, tampoco descarten que nada cambie y perdure el matrimonio un cuarto año. El pacificador es capaz de eso y de más (sobrevive como alto ejecutivo a la transición Calderón-Pérez).

La noche del miércoles 11 de abril del año en curso se hizo larga, muy larga, para quien acababa de sufrir en el ego un duro golpe. La vil y fea derrota, con afligido final en goleada (1-4), dejó abatido a quien presume de no doblar nunca la rodilla. Las dudas afloraron en la zona del ático porque tampoco él había desarrollado la mejor cintura en la lectura del partido. Para Diego Simeone, el estreno como entrenador en el derbi madrileño se tiñó con el mismo color con que vivió los de su etapa como futbolista. El envite fue negro, agrio o aciago, funesto o desgraciado y triste. Una ruina más, en resumen. Echando la vista atrás reflexionaba con su gente el excesivo castigo recibido para lo que ambos equipos demostraron en el césped. Esa mañana, tras arrugar poco las sábanas y rozar menos la almohada, retornó al lugar del crimen para arrancar motores y compromisos, para impulsarse en el trabajo y para involucrar al vestuario en su sueño de devolver grandeza al club. Hoy, el Atleti de ‘El Cholo’, en casi un año de travesía, pisará el Bernabéu convertido en la camiseta rojiblanca más fiable de las dos últimas décadas.