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Del ingobernable Messi a cómo Pep deshojó la margarita de un futuro sin Leo
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Antonio Sanz

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Del ingobernable Messi a cómo Pep deshojó la margarita de un futuro sin Leo

Guardiola contó a sus íntimos que una de las razones por las que decidió no continuar una temporada más al frente del FC Barcelona fue porque

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Del ingobernable Messi a cómo Pep deshojó la margarita de un futuro sin Leo

Guardiola contó a sus íntimos que una de las razones por las que decidió no continuar una temporada más al frente del FC Barcelona fue porque aumentó la distancia con el vestuario, y especialmente con su máxima estrella, con su referencia, con Leo Messi. Sin alcanzar la mala convivencia, el técnico optó por retirarse antes de que se destruyera lo que había construido con tanto mimo y esfuerzo. A Messi, a quien siempre trató de guiar y a quien siempre consintió dentro y fuera de la hierba, lo observó con la ternura de quien necesita estímulo y consejo. Por eso, cuando llegó al cargo lo apartó de Ronaldinho y de Deco, entonces compañeros de travesuras, a quienes desterró sin miramientos. Sin pudor, lo protegió en el terreno de juego frente a las ínfulas de Eto’o, Ibrahimovic o Villa. El crecimiento deportivo cumplió todos los pronósticos y Messi confirmó baldosa a baldosa los mejores augurios futbolísticos, hasta desembocar en un rey absolutista capaz de vivir fiel únicamente a sus antojos. El último, el del pasado fin de semana.

No es regla habitual, al menos hacerlo de manera pública, que un futbolista cumpla con un compromiso comercial cuarenta y ocho horas antes de un partido. Si Tito Vilanova se ha mostrado menos exigente y autoritario con esta conducta que en el pasado -Pep prohibía cualquier presencia tres días antes del choque-, Messi se saltó por los aires cualquier recomendación de régimen interno. El pasado viernes, cuarenta y ocho horas antes de jugar en La Rosaleda, Leo acudió a Milán para cumplir con uno de sus patrocinadores, una prestigiosa marca de moda italiana. Además del ‘shopping’ y del agradecimiento privado y público a los diseñadores, tal y como reflejaron los medios locales, la exhibición del mejor jugador del mundo también pasaba por asistir a un desfile la jornada siguiente en la Semana de la Moda Masculina de Milán, algo de lo que no quedó constancia gráfica. En entrenamiento vespertino, horas después, esperaba la última sesión de trabajo previa a medirse al Málaga. La cuestión es que nadie de la entidad se atreve a coartar los movimientos de un jugador que se convierte en determinante para el escudo, para el vestuario y para la grada. Si Messi se hubiera arrugado en la Costa del Sol alguien hubiera levantado la voz. Pero como encarriló la victoria, cualquier acción suya es perdonable, aunque perjudique el caudal de disciplina común, dónde todos reman por el mismo canal, mientras el argentino no navega por ninguno.

El más galardonado entrenador de la historia culé terminó perdiendo también ese pulso. Leo es Leo, dicen en el Camp Nou cuando se requiere orden y control al ‘10’. La escapada a Milán no cuenta con más trascendencia que el sempiterno permiso que recibe para cualquier capricho. Ningún otro compañero se sitúa en su pedestal porque nadie habita cerca de este genio del balón. Como Pep, todos son conscientes de que esa ingobernabilidad es necesaria para su anárquica vida, como necesario es su estilo de juego para los éxitos del Barça. El técnico presume que no se reencontrará con otro futbolista como el argentino en su nuevo proceso en un banquillo. Sin duda, Messi es inigualable y no hay nadie terrenal que se acerque. Guardiola descubrió en la Gala del Balón de Oro lo que era un secreto a voces: tras el tiempo sabático vuelve a sentir la necesidad de pisar césped. Con la misma honestidad, es consciente de que ahora no se encontrará con un Leo capaz por sí solo de gobernar un encuentro. Quizá, por eso, meditó con paciencia y con lentitud el destino para no trastabillarse ni precipitarse con un paso en falso. Sabe que mucha gente le está aguardando en la que será su primera experiencia fuera de Barcelona.

El entrenador catalán desveló sus gustos descubriendo otro secreto a voces: su anhelo de trabajar en Inglaterra. Finalmente en el Reino Unido no se encontrará la primera estación de su destino, que estaba cifrado en dos ciudades: Londres y Manchester. En la capital, reiterativo era el interés mostrado por Abramovich para ponerlo al volante del Chelsea. No aceptó ni por el exceso de libras ni por la ambición del proyecto. A Pep le frenó el contacto directo con el poder. Ya en Barcelona marcó distancia con Laporta, primero, y con Rosell, después, prefiriendo tratar con Beguiristain, primero, y con Zubizarreta, después. El magnate ruso le ofreció la figura de Michael Emenalo, nigeriano ex jugador del Lleida y actual director deportivo blue, como enlace entre ambos. No cuajó. En la misma ciudad, sin embargo, se encontraba la verdadera melodía que seduce a Pep. En el Arsenal, cuya vocación de club y estilo de juego se amoldan del todo a lo que él pretende, se topó con un vitalicio Wenger en el puesto. Ese ha sido el gran impedimento porque Stanley ‘Stan’ Kroenke, el norteamericano poseedor del 67% del accionariado de los ‘Gunners’, no se decidió a prescindir del entrenador galo, una referencia para la masa social y para el escudo. En Manchester también contaba con acogida. Si Sir Alex Ferguson medita en quien testar el United -Mourinho, el mismo Guardiola o a saber por dónde transita la mente del escocés-, el City le abría el banquillo de par en par. El problema con que se encontró es que Roberto Mancini rubricó un contrato hasta junio de 2017. Por tanto, según su credo de entrenador, Soriano y Beguiristain, dos ex del Barça al frente hoy de los ‘citizens’, deberían haber despedido al italiano para que Pep se hubiera sentado a negociar.

Y no tan remoto, pese a los desmentidos, era la opción del Bayern. En Múnich aguardaban con calma la decisión definitiva de Heynckes, que acaba contrato en junio pero que analizaba minuciosamente continuar una campaña más. Entonces, habrá cumplido 68 años, edad que definitivamente le ha invitado al merecido retiro. Pep admite que los bávaros son una entidad idílica, manejada por ex profesionales del fútbol, integrantes de un gran torneo doméstico y poseedores de una ambición máxima cuando compiten en la Liga de Campeones. Ni consideró Milán pese a que Berlusconi imploró e imploró. La aventura italiana estaba descartada por la línea de exigencia económica que aprieta la yugular del político.   

Guardiola contó a sus íntimos que una de las razones por las que decidió no continuar una temporada más al frente del FC Barcelona fue porque aumentó la distancia con el vestuario, y especialmente con su máxima estrella, con su referencia, con Leo Messi. Sin alcanzar la mala convivencia, el técnico optó por retirarse antes de que se destruyera lo que había construido con tanto mimo y esfuerzo. A Messi, a quien siempre trató de guiar y a quien siempre consintió dentro y fuera de la hierba, lo observó con la ternura de quien necesita estímulo y consejo. Por eso, cuando llegó al cargo lo apartó de Ronaldinho y de Deco, entonces compañeros de travesuras, a quienes desterró sin miramientos. Sin pudor, lo protegió en el terreno de juego frente a las ínfulas de Eto’o, Ibrahimovic o Villa. El crecimiento deportivo cumplió todos los pronósticos y Messi confirmó baldosa a baldosa los mejores augurios futbolísticos, hasta desembocar en un rey absolutista capaz de vivir fiel únicamente a sus antojos. El último, el del pasado fin de semana.

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