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La final: un pulso dirigido a 'Mou' y el deseo de Falcao de marcharse con la Copa
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Antonio Sanz

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La final: un pulso dirigido a 'Mou' y el deseo de Falcao de marcharse con la Copa

Hace quince días todo el organigrama del Chelsea FC daba por sentado que José Mourinho aterrizaría por segunda vez en Stamford Bridge. Ni existía debate ni

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La final: un pulso dirigido a 'Mou' y el deseo de Falcao de marcharse con la Copa

Hace quince días todo el organigrama del Chelsea FC daba por sentado que José Mourinho aterrizaría por segunda vez en Stamford Bridge. Ni existía debate ni se participaba de alternativa. Hasta Rafa Benítez se rendía frente a esa rendija que los éxitos deportivos lo hubieran podido mantener como apuesta de confianza del dueño. La afición ‘blue’, muy cercana al luso, se ha ido debilitando en esa confrontación permanente con el entrenador madrileño, a quien no han logrado oprimir. Sin embargo, en las dos últimas semanas lo que parecía una acción consolidada se ha transformado en un enigma para todos los que habitan debajo del ático: jugadores, empleados y los que rodean a un entorno confuso. Nada hace aventurar que ‘Mou’ no terminará nuevamente en el banquillo del club al que terminó convirtiendo en referencia internacional. No obstante, la vacilación de ocultas circunstancias provoca que hasta que no sea oficial, nadie termine mojándose con un sí tan afirmativo como definitivo.

El pulso al técnico no sólo llega desde el vestuario. También Florentino ha consentido en dejar pasar el tiempo para evitar una indemnización que irrita al más pintado de los madridistas. Si Mourinho decide no continuar, la cuestión es sugestión: ¿por qué el club debe pagarle cantidad alguna en concepto de indemnización? (no se alcanzan los 20 millones de euros -la cláusula de ruptura del acuerdo firmado-, pero sí una cifra prorrogada que solicita el agente del míster por los tres años de contrato que condona). Con todo, Abramovich esquiva el conflicto y hace semanas que comunicó al exitoso representante que no abonará ni un euro (ni una libra) por desvincular al entrenador del Real Madrid, tal y como se vio obligado a cumplimentar con Vilas-Boas y el Oporto hace dos temporadas. Así que en esas estamos. La entidad blanca dispone de un empleado con contrato en vigor que se quiere marchar, pero a su vez tampoco le seduce pactar con otro porque no aspiran a repetir secuencia que significa soltar dinero por romper el vínculo, tal y como cumplió con el Inter para rescatar a Mourinho hace tres años. Así que Ancelotti juega al despiste en París y ‘Mou’, desconcierta en Concha Espina.

Entretanto, el envite con el vestuario es público. Se expone que la autogestión preside el camerino, pero en realidad lo que sucede es que cuando un trofeo se acerca, los futbolistas, únicos protagonistas en el momento de la verdad, pelean por aglutinar una Copa más a la vitrina personal. Por eso, cierran filas, suman pareceres, restan rencores, multiplican esperanzas y dividen esfuerzos. Pasa en el Real Madrid y en cualquier club del universo. Siempre bajo la silueta de un abanderado, que hoy es Sergio Ramos. El sevillano se ha convertido en la única estrella que venera el entrenador, a quien mantiene el respeto ganado en el terreno de juego. La actuación del zaguero internacional durante la noche del Borussia de Dortmund en el Bernabéu emocionó al portugués, quien mostró su gratitud con un abrazo tan eterno como inesperado hacia quien borró del mapa esa jornada a una pesadilla llamada Lewandowski. Pero como se afanan desde el poder real, nunca existió tanta unanimidad para desbancar al poseedor del banquillo.

Con la incógnita por resolver en Chamartín, a orillas del Manzanares se arranca la final con la despedida de Radamel Falcao. La ovación que recibió en el duelo frente al FC Barcelona tronó a buena suerte. Los seguidores del Atleti son conscientes de que el tiempo del colombiano se esfumó y que toca nueva parada y fonda y tener fortuna de firmar a Luis Suárez. El ariete que se marcha ha cumplido con creces en el recorrido rojiblanco, por eso desea satisfacer con recompensa un adiós cacareado. Tal y como anunciaron los medios -Radio Marca avanzó que toma clases de francés y La Sexta TV que su destino es el Mónaco-, el sudamericano hace las maletas, pero nunca mejor que con un título más a cuestas. Es verdad que Falcao prefería jugar en la Premier y que ninguna identidad mejor que el Manchester United. Sin embargo, la alta ficha y la negativa de Rooney para agilizar una salida amigable de la entidad inglesa provocó en la parte interesada la opción de desistir del objetivo inicial. Después, la imponente inversión que acomete el magnate ruso propietario del Mónaco, Rybolovlev, acabó seduciendo al rojiblanco, pero también a Moutinho y a James Rodríguez, en la cabecera de lo que será un proyecto poderoso, de riqueza y de fama, con más jugadores glamurosos en la recámara, como Nasri, el galo del Manchester City.

Falcao va a recorrer la misa ruta que caminó Hugo Sánchez en 1985. Entonces, el mexicano se despidió del Atleti en el Bernabéu anotando dos goles, uno de penalti, a Zubizarreta en la final de Copa del Rey frente al Athletic. Tras cuatro temporadas, Hugo optaba por cambiar de acera, algo que aún no le ha perdonado la hinchada. Al menos, los actuales dueños han evitado que tanto Torres, Agüero como Falcao acabaran vestidos de blanco en un trasvase más que doloroso para los seguidores. Como dolorosas han sido las manifestaciones de Tiago. El portugués declaró en Onda Cero que reduce a un cinco por ciento las posibilidades de su equipo en la final. A lo mejor no le falta razón, pero él no puede presumir de engordar su currículum en el césped, más bien todo lo contrario. Desde su llegada al club, el Atleti ha despachado cinco finales. Los guarismos son contundentes: cuatro victorias -Fulham, Inter, Athletic, Chelsea- y una derrota -Sevilla-. ¿Adivinan quien participó en el único fúnebre resultado? Simeone debe tenerlo claro, o al menos un supersticioso como él debe situar al indolente Tiago lo más lejos de la hierba.

Hace quince días todo el organigrama del Chelsea FC daba por sentado que José Mourinho aterrizaría por segunda vez en Stamford Bridge. Ni existía debate ni se participaba de alternativa. Hasta Rafa Benítez se rendía frente a esa rendija que los éxitos deportivos lo hubieran podido mantener como apuesta de confianza del dueño. La afición ‘blue’, muy cercana al luso, se ha ido debilitando en esa confrontación permanente con el entrenador madrileño, a quien no han logrado oprimir. Sin embargo, en las dos últimas semanas lo que parecía una acción consolidada se ha transformado en un enigma para todos los que habitan debajo del ático: jugadores, empleados y los que rodean a un entorno confuso. Nada hace aventurar que ‘Mou’ no terminará nuevamente en el banquillo del club al que terminó convirtiendo en referencia internacional. No obstante, la vacilación de ocultas circunstancias provoca que hasta que no sea oficial, nadie termine mojándose con un sí tan afirmativo como definitivo.