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Florentino Pérez y Michel Platini escenifican un grotesco sainete
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Antonio Sanz

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Florentino Pérez y Michel Platini escenifican un grotesco sainete

Lejos han quedado eternos desencuentros entre Florentino Pérez y Michel Platini. En Dubái se firmó la paz y ambos se deshicieron en elogios mutuos

Foto: Florentino Pérez junto a Michel Platini tras ser galardonado en Dubái (Efe).
Florentino Pérez junto a Michel Platini tras ser galardonado en Dubái (Efe).

Un veintiocho de noviembre del año recién abrochado, el Real Madrid se proclamó indignado ante el planeta. Habían ‘ofendido’ al futbolista franquicia de la causa. Entonces, apoyado en un comunicado oficial, exigió neutralidad, criticó con miedo cerval la parcialidad del dirigente y defendió las cifras con rumbo a favor de su principal estrella. En juego, el Balón de Oro. Enfrente, Leo Messi y Alemania, la campeona del mundo en Brasil. El motivo de la queja, proteger, pero sobre todo agradar y contentar al presumido jugador aludido. El receptor de este mensaje bribón no era otro que el máximo dirigente de la confederación europea de Fútbol, Michel Platini. El mismo al que se censuró su propia libertad de expresión (y gusto futbolístico) sólo por ser el caudillo del circo. Nadie en la T4 de Concha Espina reparó en que en su década en activo, el galo fue uno de los más grandes.

El recorrido hasta el sentimiento eterno de amistad que se profesaron públicamente Michel Platini y Florentino Pérez en Dubái mantuvo un punto de inflexión en Marruecos con la actitud de desprecio que Cristiano Ronaldo dedicó al presidente de la UEFA. El regate al dirigente en la entrega de trofeos disgustó a Pérez, que optó por remediar de una vez por todas la crisis con el mandamás francés. El presidente blanco recuperó una vieja esencia blanca: sabedor desde los tiempos de quien fue el mejor embajador del club en Europa, Raimundo Saporta, de que se debe convivir con el máximo respeto hacia la institución que gobierna. Esto provocó el giro de volante expresado en el emirato. El acercamiento se convirtió en un hecho y sólo restaba escenificarlo. Lo que nadie esperaba es que la actuación resultara un sainete grotesco.

‘Globe Soccer Awards’ son unos premios mundiales de Fútbol que se otorgan desde el año 2010, si bien un curso antes arrancó con los encuentros de debate anual amparados al descanso del tiempo de Navidad y protegidos al olor del dinero árabe. En Dubái se reúnen algunos de los principales representantes de este negocio -dirigentes, entrenadores, jugadores y otros ya retirados, árbitros y agentes- para disertar sobre el porvenir del Fútbol y la evolución del mismo. En las cuatro primeras ediciones, el Real Madrid había pasado de puntillas por estos galardones a los que apenas daban crédito desde el Santiago Bernabéu. Sólo Cristiano Ronaldo y Mourinho, cuando fue su entrenador, eran protagonistas de estas entregas con cierto tufo a tongo. Se observaban desde una parte de la capital, la otra era reconocida sistemáticamente, como una fiesta de colegas que se otorgaban dádivas a sí mismos. Sin embargo, esta edición se ha convertido en la ocasión de redimir al cautivo.

Y conociendo a Pérez, mejor dos pájaros con el mismo disparo: arreglo con Platini y exaltación de la ansiada décima. Por esta vía se vivió lo más característico del encuentro, canalizado con la exclusividad manejada por la displicencia blanca. El protagonismo para ellos en el tramo final del evento, al encanto de su agenda. Los postres estaban reservados para James Rodríguez, Cristiano Ronaldo, Ancelotti y Florentino, con la inclusión de un merecido recuerdo al idolatrado Alfredo Di Stéfano. Ahí recuperaron la secuencia perdida obteniendo la sumisión de la organización. Pero aún restaba la sorpresa que culminaba el acto. El beso entre la UEFA y el Real Madrid. La paz en el desierto de Arabia. El abrazo en el Golfo Pérsico. El momento árabe de enterrar el hacha. Florentino, tras recibir de manos de Platini el reconocimiento de mejor presidente de 2014, se expresó con complacencia en un inglés macarrónico: “Michel es el mejor presidente de la UEFA. Es un buen amigo y espero que siga en su puesto muchos años”. Antes, su nuevo amigo se había rendido al cuento persa: “Escuchen todos por favor. Dos cosas importantes del Madrid: fundó la FIFA y es el equipo más exitoso para la UEFA. Esto significa que es un gran club. Felicidades”, concluyó el galo. El presidente madrileño añadía a la bolsa otro trofeo más: el Real Madrid era designado el mejor club del año.

Lejos han quedado eternos desencuentros. En 2009, Platini se desahogó criticando el fichaje de Cristiano Ronaldo: “El Real Madrid ha arruinado el mercado. Este empujón a la inflación tiene un impacto negativo en los clubes europeos. Los 94 millones de euros pagados me parecen una indecencia”. Para meter más leña al fuego, también reconoció a Messi como el mejor jugador del mundo. Algunos meses después, analizó la adquisición de Gareth Bale: “Si el Real Madrid comprase tres jugadores por 30 millones de euros, no habríamos dicho nada. Ahora bien, ¿vale Bale 100 millones de euros? Este es el debate”. Y se quedó tan ancho, como largo se ha quedado al proponer la tarjeta ‘blanca’ para reducir la tensión que se acumula en el terreno de juego. Quizá, Michel ha comenzado a admitir que le seduce demasiado el color que durante tanto tiempo despreció.

Un veintiocho de noviembre del año recién abrochado, el Real Madrid se proclamó indignado ante el planeta. Habían ‘ofendido’ al futbolista franquicia de la causa. Entonces, apoyado en un comunicado oficial, exigió neutralidad, criticó con miedo cerval la parcialidad del dirigente y defendió las cifras con rumbo a favor de su principal estrella. En juego, el Balón de Oro. Enfrente, Leo Messi y Alemania, la campeona del mundo en Brasil. El motivo de la queja, proteger, pero sobre todo agradar y contentar al presumido jugador aludido. El receptor de este mensaje bribón no era otro que el máximo dirigente de la confederación europea de Fútbol, Michel Platini. El mismo al que se censuró su propia libertad de expresión (y gusto futbolístico) sólo por ser el caudillo del circo. Nadie en la T4 de Concha Espina reparó en que en su década en activo, el galo fue uno de los más grandes.

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