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La trampa del halago a Zidane refuerza a un Florentino que irradia felicidad
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Antonio Sanz

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La trampa del halago a Zidane refuerza a un Florentino que irradia felicidad

La llegada del francés al banquillo del Real Madrid no sólo ha conseguido tranquilizar las aguas que bajaban revueltas por el Bernabéu, sino que ha permitido a su presidente ganar tiempo

Foto: Florentino Pérez y Zinedine Zidane, en la presentación del francés como entrenador del Madrid (Reuters).
Florentino Pérez y Zinedine Zidane, en la presentación del francés como entrenador del Madrid (Reuters).

Inmersos en meter en vereda al primer díscolo, Zinedine Zidane disfruta de la felicidad del éxito. El entrenador francés camina por un sendero sin espinas, respira una atmósfera sin contaminación y descubre en el rostro la sonrisa de la satisfacción del debutante al que le ruedan bien las cosas en los siempre inquietantes comienzos. Tras asumir que no podía dejar pasar la oportunidad en el Real Madrid, se tomó el ofrecimiento como el reto para ser también grande en los banquillos. Para él, la fiesta era casi perfecta. Por eso, con el cuerpo aún caliente de su antecesor, acudió acompañado de toda la familia al Santiago Bernabéu. Conocer la casa, al dueño de la casa, a los habitantes de la cocina, a la opinión pública, a los generadores de la fama…todo han sido ventajas frente a un calendario amable. Aún no han llegado los días oscuros ni los rivales poderosos. Mientras tanto, Zidane salvaguarda el inconveniente de la falta de título de su ayudante, saca las uñas a James y, radiante, escucha las loas que la mayor parte de sus jugadores le dedican. No en vano, con él en el banquillo alzaron la décima Copa de Europa.

Salió a impartir doctrina después de volver a marcar ante un hijo de dios menor, esta vez al Sporting. Cristiano Ronaldo apareció en la zona mixta sonriente, con tono coloquial y con ganas de hablar. Aprovechó su discurso llano para hacerle un traje a Rafa Benítez, otrora el entrenador al que despreció. Se atribuyó el don de líder de la manada para justificar que la antipatía se convirtió en el sentimiento de aversión que el grupo padeció en la etapa precedente. Quiso salvar la profesionalidad del técnico despedido después de alabar el método de trabajo y el carácter y la empatía mostrada por ‘Zizou’ hacia el vestuario. En el retrovisor, la imagen de Carlo Ancelotti, el entrenador por el que suspiró el portugués y raíz del desencuentro con quien lo reemplazó. El mensaje de la estrella lusa descubrió las tres principales variantes que hacen grande a uno y que sirvieron para enterrar al otro: la manera de entender el fútbol, implantar alegría en las sesiones de entrenamiento y aplicar el conocimiento previo que ayuda a saber cómo lidiar con los jugadores. El punto y final no necesita mayúsculas: "’Zizou’ es más cercano y tiene carisma". Amén.

Hasta los más respetuosos han admitido que el cambio de entrenador es acertado

Florentino Pérez irradia tranquilidad, más allá del fornido golpe lanzado al mentón por ese púgil desaliñado llamado FIFA. Después de consentir a ‘Zizou’ elegir el momento de hacerse cargo del equipo, es consciente de que tanto él como su enésima apuesta en los banquillos están salvados frente a la acción popular de la grada. La ruptura con Benítez ha devuelto la paz social a la tribuna, ha terminado por agradar a la inmensa mayoría del madridismo y ha restituido el ánimo y la alegría en la caseta. Todo son buenas noticias porque, además, son refrendadas por las declaraciones de los principales jugadores, como las del justiciero Cristiano. Pocos se han callado. Incluso, los más respetuosos con el pasado, a la vez que ajenos a titulares grandilocuentes, casos de Bale o Modric, han admitido que el cambio es acertado. En la trinchera mediática, gremio al que Benítez había puesto patas arriba tras seguir las directrices presidenciales denunciando una campaña orquestada contra la institución y las personas más relevantes de la misma, se ha impuesto la tregua de los cien días, la misma que se negó a Rafa. Una tregua plagada de halagos y empatía hacia quien fue una estrella sobre el césped, pero que es un enigma, con apellido de inexperto, en la nueva ocupación laboral lejos de la hierba.

De este modo, el mandamás blanco se atusa las canas para agitar la coctelera si vuelven a pintar bastos. Esta vez, el discurso ya está escrito: los jugadores querían a Zidane y ahí lo tienen. Si fracasan, son ellos los responsables. Por tanto, se acabó la coartada de defender a los muchachos que se visten de corto. Volvemos a los tiempos de Mourinho, donde el poder se manejaba desde la caseta del entrenador. Ahora, si las cosas no funcionan, la responsabilidad será de los futbolistas. Casi todos, por ahora sólo se ha desmarcado James Rodríguez, alaban al preparador francés. Se rinden al modelo y admiten que abrir las ventanas ha permitido desterrar el orden disciplinario que se había impuesto, acabar con la tozudez del método anterior y enterrar el sistema cansino y repetitivo que adoptó quien bautizaron como el 'diez', por su imberbe pasado como futbolista. Ese grado de pesadez en la reiteración de las consignas impartidas resultó el inicio del fin de Benítez.

Zidane ha mostrado inteligencia para tener a todos contentos. Pero ya se le vio mosqueado con la actitud de James. El colombiano se mostró perezoso y desoyó las indicaciones del técnico. La lesión de Bale puede abrir una brecha de tregua entre los dos, pero si el elegido es otro, será el momento de comprobar cómo lidia quien fuera estrella con quien se siente hoy como tal. Será el momento de sacar a pasear esa mano izquierda (o blanda) que se le atribuye, tal y como se le recordaba a Ancelotti. El marsellés no se podrá defender con títulos como entrenador, tal y como hacía quien fue su profesor titular. Entretanto, Florentino gana tiempo. Los focos han vuelto a cambiar de personaje principal. Los esfuerzos están ahora encaminados en voltear la sanción del máximo organismo futbolístico. Sólo faltaba que le dejaran estéril en el periodo donde más disfruta: cuando le toca cambiar y adquirir nuevos cromos.

Inmersos en meter en vereda al primer díscolo, Zinedine Zidane disfruta de la felicidad del éxito. El entrenador francés camina por un sendero sin espinas, respira una atmósfera sin contaminación y descubre en el rostro la sonrisa de la satisfacción del debutante al que le ruedan bien las cosas en los siempre inquietantes comienzos. Tras asumir que no podía dejar pasar la oportunidad en el Real Madrid, se tomó el ofrecimiento como el reto para ser también grande en los banquillos. Para él, la fiesta era casi perfecta. Por eso, con el cuerpo aún caliente de su antecesor, acudió acompañado de toda la familia al Santiago Bernabéu. Conocer la casa, al dueño de la casa, a los habitantes de la cocina, a la opinión pública, a los generadores de la fama…todo han sido ventajas frente a un calendario amable. Aún no han llegado los días oscuros ni los rivales poderosos. Mientras tanto, Zidane salvaguarda el inconveniente de la falta de título de su ayudante, saca las uñas a James y, radiante, escucha las loas que la mayor parte de sus jugadores le dedican. No en vano, con él en el banquillo alzaron la décima Copa de Europa.

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