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Zidane acaba con los dibujos animados y perturba a Florentino
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Antonio Sanz

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Zidane acaba con los dibujos animados y perturba a Florentino

Uno arranca con una idea y luego ese pensamiento se va matizando. Esto debe de pensar Zidane después de la primera docena de partidos dirigidos.

Foto: Zidane, durante un partido del Real Madrid en el Bernabéu (Cordon Press)
Zidane, durante un partido del Real Madrid en el Bernabéu (Cordon Press)

Uno arranca con una idea y luego ese pensamiento se va matizando. Esto debe de pensar Zidane después de la primera docena de partidos dirigidos. Aquel juego de ataque y vertical sin apenas corsé sirvió para presentar a un Real Madrid de dos caras: una atractiva y elogiada para el Santiago Bernabéu y otra apocada y de escaso espíritu para las visitas. Aquellos jugadores que tanto irritaba ver al máximo dirigente desaparecieron de las alineaciones a golpe de la nueva autoridad. Esos mismos futbolistas que aguardaron en silencio el desarrollo del tiempo son ahora protagonistas porque el equipo no terminó de tomar lustre. La evolución del entrenador francés premiando el rendimiento y aparcando el cartel del buen nombre perturba al dirigente que estima que los mejores -los de buen nombre- no deben perder protagonismo porque desencadena su decadencia y a la postre desmerece la venta. En cualquier caso, el slogan que en su primera etapa tanto aplaudió de ‘Zidanes y Pavones’ toma cuerpo nuevamente. Hoy son ‘Cristianos (o Bales) y Lucas’. En tiempos de escasa bonanza cualquier alivio de la pena es bien recibido.

Zidane mantiene aún la ‘L’ verde en la espalda como recién llegado a la elite. Alguno recuerda los difíciles tiempos que atravesó en el Castilla, en la que resultó su primera experiencia en los banquillos. El francés descartó propuestas más gruesas de entidades de su país para formarse en la tranquilidad que aportaba el filial. Lo que nunca esperó es que tras dieciocho meses de trabajo intensivo llegara la oportunidad que todo técnico aguarda. Entonces, las prisas lo llevaron a ocupar el despacho de Benítez sin que este hubiera recogido sus enseres. Previamente había medido los tiempos para desembarcar en el mejor momento y ante la mejor perspectiva de calendario. La quema que sufría su antecesor le obligó a calentar motores. Los comienzos no pudieron ser mejores y el efecto adornó la figura de un principiante que arrancaba con buen pie. Se goleó al Deportivo, al Sporting y al Espanyol y se empató con buena imagen en el campo del Betis. Todos cabían en el once, excepto James, que era el primer señalado a la vez que se trabajaba en su condición física para recuperar al colombiano del curso pasado. Bale los marcaba de tres en tres y Benzema y Cristiano, a pares. La sonrisa volvía al rostro de los jugadores tras la ‘tiranía’ del pasado.

Quizá el mejor partido del Real Madrid de la era Benítez resultó en el Parque de los Príncipes, de París. A muchos madridistas, Florentino el primero, les causó sorpresa la alineación presentada. Las ausencias de Bale y Benzema obligaron al técnico a tirar de Jesé, con quien ya vivía en distancia, y de Lucas Vázquez, además del ‘titularísimo’ Casemiro. El equipo compitió y dejó una buena imagen en un campo que acogerá uno de los cuartos de final de la competición. Sin embargo, al presidente no le emociona ver a tanto chaval junto en los onces. Sabido es que él prefiere que se acumulen las estrellas. Pues bien, los partidos han querido que volvamos a ver como titulares a jugadores con el ‘sello Benítez’. Zidane ha decidido, tras el tropezón en Málaga y la dolorosa derrota del derbi, recuperar a dos que han vuelto con fuerza. Casemiro y Lucas, Lucas y Casemiro, dos jugadores modestos, dos futbolistas sin ruido, dos chicos que han regresado a las alineaciones tras purgar durante casi sesenta días ser bien vistos por Benítez. El entrenador francés se ha dado cuenta de su utilidad y han encadenado minutos y rendimiento.

Que Casemiro o Lucas sean titulares e Isco, suplente es la tarjeta de evolución que presenta Zidane. Pero no es la única. El regreso de Bale tras recuperarse de la sempiterna dolencia en el sóleo, unido a la baja por lesión de Benzema, nos ha situado nuevamente en el desterrado tiempo de Benítez. El galés ha vuelto a pisar la banda izquierda, donde siempre ha reconocido que se siente más cómodo, y Cristiano Ronaldo se ha situado como delantero centro, en esa posición incómoda que lo hace flotar por toda la zona de ataque. Con el regreso de Benzema veremos en qué lugar queda cada uno, pero ya es un principio que algún presunto intocable se haya visto cuestionado por la entrada de la segunda unidad que ha dado nuevas prestaciones a un equipo que ha fijado toda su suerte en la competición europea para salvar la temporada.

Zidane va madurando a golpe de partidos. Si los primeros pasos resultaron elegantes y atractivos a la vista del espectador, las primeras sacudidas le han obligado a abandonar lo vistoso que son los dibujos animados. En su día, Jorge Valdano definió a Romario como un jugador de fantasía, capaz de hacer acciones increíbles sobre el terreno de juego. A Zidane, que también fue un jugador que idealizaba la realidad, le hubiera gustado repetir esa función como entrenador. Pero solamente dos meses de ruta lo conducen a ser prudente, a buscar el equilibrio, a recuperar el orden, a dar protagonismo a las bandas -resurgir de Lucas y posición de Bale- y a rotar perdiendo la esencia de un once de memoria. ¿Les suena? Lo que al comienzo eran loas y confianza para James, Isco o Jesé se ha mutado en jugadores que entran y salen de las alineaciones como en el mes de octubre. El entrenador que pasea con la ‘L’ de principiante se ha dado cuenta que en juego está algo más que su presente en el Real Madrid. El universo futbolístico observa su aterrizaje y el galo es consciente de que ya no vale con contentar a Florentino. El mandamás se asombra con algunas alineaciones de su pupilo. Esa perplejidad se traduce en que al final de la temporada se hará borrón y cuenta nueva en la caseta y quién sabe si también en el banquillo. Se acabó el tiempo de fútbol de fantasía. Ahora toca tirar de la peli favorita, de aquella que te sabes el guión de memoria. Un mal paso a estas alturas es una condena segura.

Uno arranca con una idea y luego ese pensamiento se va matizando. Esto debe de pensar Zidane después de la primera docena de partidos dirigidos. Aquel juego de ataque y vertical sin apenas corsé sirvió para presentar a un Real Madrid de dos caras: una atractiva y elogiada para el Santiago Bernabéu y otra apocada y de escaso espíritu para las visitas. Aquellos jugadores que tanto irritaba ver al máximo dirigente desaparecieron de las alineaciones a golpe de la nueva autoridad. Esos mismos futbolistas que aguardaron en silencio el desarrollo del tiempo son ahora protagonistas porque el equipo no terminó de tomar lustre. La evolución del entrenador francés premiando el rendimiento y aparcando el cartel del buen nombre perturba al dirigente que estima que los mejores -los de buen nombre- no deben perder protagonismo porque desencadena su decadencia y a la postre desmerece la venta. En cualquier caso, el slogan que en su primera etapa tanto aplaudió de ‘Zidanes y Pavones’ toma cuerpo nuevamente. Hoy son ‘Cristianos (o Bales) y Lucas’. En tiempos de escasa bonanza cualquier alivio de la pena es bien recibido.

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