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El amor imposible de Florentino y Pellegrini
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Antonio Sanz

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El amor imposible de Florentino y Pellegrini

El chileno llegó en 2009 al Madrid como último recurso tras la negativa de Wenger. Su relación con Florentino durante aquella temporada fue inexistente

Foto: El entrenador chileno abraza a Florentino en su presentación (JJ Guillén/EFE)
El entrenador chileno abraza a Florentino en su presentación (JJ Guillén/EFE)

Todo abierto para el partido de vuelta, pero con el sentimiento de saberte superior. Se mastica más optimismo en el seno del Real Madrid tras el empate sin goles. También porque se salvó el ‘match-ball’ sin la estrella. También porque el adversario pareció menor, con escaso bagaje ofensivo. Pero la lección de Wolfsburgo habitaba en las cabezas de los protagonistas y la intención de evitar otra remontada ocupaba la mente de todos. La eliminatoria transita especial para el presidente, más allá del obligado reto de asistir a Milán. El mandamás blanco se reencuentra con un entrenador que fue suyo, pero al que nunca quiso. Forzado por las circunstancias, aceptó el nombramiento sin ilusión alguna porque el tiempo se echaba encima y había que poner a uno. El primer proyecto en su retorno, como todos los anteriores, lo protagonizaba la imagen de una cara nueva. Aunque esta vez eran tres de golpe. Florentino ya había escogido a Kaká, Benzema y Cristiano Ronaldo por el tiempo perdido. Por tanto, el entrenador era lo menos. Que no se pudo convencer al primero de la lista, le tocó elegir a Valdano. “Ponlo tú, que a mí ya me da igual”, convino el presidente.

El amor imposible entre Florentino Pérez y Manuel Pellegrini nace del desencuentro. Pero del desencuentro que el mandamás mantuvo con Arsène Wenger. Antes de ser real su regreso a la presidencia, el empresario volvió a arroparse con Jorge Valdano para dar forma al proyecto más ambicioso que había imaginado. Necesitaban un técnico cuyo fichaje enmudeciese el ámbito internacional. Un hombre codiciado y relevante en el mercado. Alguien con nombre y con hambre. El tentador reto del escudo y el plan de futuro eran propios de la ambiciosa cosecha del ‘sello Florentino’: fichajes al máximo nivel. Eso sí, el entrenador debía estar a esa misma altura. Las flechas coincidieron todas en la misma diana: el alsaciano Wenger. La empresa no era sencilla porque era y es el jefe de todo en el Arsenal. El Real Madrid le ofrecía también todo: dinero, glamour, presencia, proyecto… todo, menos poder. Porque quedaba claro que el de las órdenes sería quien nuevamente volvería a ser elegido máximo dirigente.

El galo, todo un veterano en el ejercicio de la negociación, no se tragó el locuaz y fascinante discurso de Valdano. Se dio cuenta de las maniobras solo con el relato. Wenger fue consciente de que el traje de general sin estrellas que le tenían preparado acabaría en el tinte antes incluso de probárselo. El recambio encontrado viajó desde Villarreal por su apariencia real de hombre tranquilo y quizá por ser un poco clon del técnico alsaciano -quizá por el aspecto o quizá por el estilo de juego y por el conocimiento desarrollado-. Lo de menos era el pago de los 4 millones de euros que se debía depositar en El Madrigal. Valdano no dudó y convenció al chileno para ser el capitán del barco. La temporada se echaba encima y el banquillo del Real Madrid no contaba con capataz en el vestuario. Pronto, Manuel se percató de que su opinión era irrelevante y que se encontraba a distancia sideral del poder. Florentino no lo consideraba. Al fin y al cabo, era la opción no deseada. Los resultados en Copa y Champions agrandaron la convicción del recién reelegido presidente: Valdano se había equivocado. Pellegrini no era lo que necesitaba el Real Madrid.

Sin embargo, antes del batacazo copero y de la eliminación europea, Pérez ya ninguneaba al técnico. El desencadenante y el desamor definitivo se fraguaron con los traspasos de dos jugadores que deportivamente contaban para Pellegrini, pero que a la vez eran básicos para equilibrar el balance de gastos de la entidad. Los grandes desembolsos efectuados para adquirir a los galácticos forzaban a vender a Sneijder y a Robben. El desencuentro lo desveló el centrocampista holandés que acabó en el Inter: “El míster me ha dicho esta mañana que contaba conmigo”. Le faltó apuntar en su alocada despedida aquello de que ya veis el caso que le hacen. Quedaba claro en el mismo mes agosto que Pérez y Valdano se preocupaban más del equilibrio económico que de allanar el equilibrio deportivo. Si a Pellegrini le valía Robben, a Pérez y a Valdano le hacían falta 25 millones de euros. Si Pellegrini solicitó mantener a Sneijder, a Pérez y a Valdano no les importó traspasar al tulipán por una cantidad cifrada en 15 ‘kilos’. En la rueda de prensa previa al comienzo de la Liga, el chileno se mordió la lengua, pero deslizó que tanto uno como el otro habrían sido útiles para la campaña que se iniciaba. Ese golpe al mentón de Florentino resultó definitivo. Recientemente, Pellegrini admitió en el diario 'Marca' que Valdano le convenció para no abandonar en ese momento la nave. Otro, Camacho, no se cortó y sí hizo las maletas, pero lo que no admitió el ninguneado técnico es que estaba ante la oportunidad deportiva de su carrera y que por eso no se tiró del barco.

Durante el resto de días que pasaron hasta que Pellegrini fue destituido, Manuel únicamente dialogó con Valdano, que debía equilibrar la indiferencia del mandamás con la soledad del técnico, y Pardeza, la persona que eligió el argentino para arropar a quien era consciente de que ni los resultados le salvarían. Como tampoco acompañaron, Florentino se encargó personalmente de convencer a Mourinho para fichar por el Real Madrid. El dominio del Barça de Guardiola empezaba a cuajar y el presidente solo veía claridad en la apuesta del portugués. La realidad es que Pellegrini estaba condenado desde el día en que Wenger dijo que no. El resto del tiempo se transitó en un año perdido. En su vuelta al Bernabéu, cuenta con la oportunidad de devolver tanto desdén. Si el City sale victorioso, los focos apuntarán directamente al palco. Entonces, Manuel sí habrá recuperado el tiempo perdido.

Todo abierto para el partido de vuelta, pero con el sentimiento de saberte superior. Se mastica más optimismo en el seno del Real Madrid tras el empate sin goles. También porque se salvó el ‘match-ball’ sin la estrella. También porque el adversario pareció menor, con escaso bagaje ofensivo. Pero la lección de Wolfsburgo habitaba en las cabezas de los protagonistas y la intención de evitar otra remontada ocupaba la mente de todos. La eliminatoria transita especial para el presidente, más allá del obligado reto de asistir a Milán. El mandamás blanco se reencuentra con un entrenador que fue suyo, pero al que nunca quiso. Forzado por las circunstancias, aceptó el nombramiento sin ilusión alguna porque el tiempo se echaba encima y había que poner a uno. El primer proyecto en su retorno, como todos los anteriores, lo protagonizaba la imagen de una cara nueva. Aunque esta vez eran tres de golpe. Florentino ya había escogido a Kaká, Benzema y Cristiano Ronaldo por el tiempo perdido. Por tanto, el entrenador era lo menos. Que no se pudo convencer al primero de la lista, le tocó elegir a Valdano. “Ponlo tú, que a mí ya me da igual”, convino el presidente.

Florentino Pérez