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Guardiola no perdona a Cesc que raje de él por la espalda
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Antonio Sanz

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Guardiola no perdona a Cesc que raje de él por la espalda

En el único año en que coincidieron, las cosas no rodaron como ambos hubieran deseado. Desde entonces, acatamiento del futbolista a la figura grandiosa de Pep y poco más

Foto: Pep Guardiola habla con Cesc durante el Barça-Real Madrid de la Supercopa de España. (REUTERS)
Pep Guardiola habla con Cesc durante el Barça-Real Madrid de la Supercopa de España. (REUTERS)

Con una frase tan escueta como firme, Guardiola quiso zanjar en escasamente cinco segundos de respuesta la polémica que se había generado respecto a si intencionadamente el entrenador había ignorado al futbolista. La escena se vivió sobre el césped del Etihad tras la derrota del Manchester City, el equipo de Pep, frente al Chelsea, el de Fàbregas. Tras el pitido final, jugadores y técnico se despedían cuando uno dejó la mano tendida frente al otro. Y así se quedó la articulación, muda, sin recibir contestación. Esto es lo que se vio. Sin embargo, el entrenador, al ser preguntado al respecto en la rueda de prensa previa al siguiente partido, desveló que sí hubo gesto cortés aunque sin luz ni taquígrafos: “Saludé a Cesc en el vestuario… en el campo no me di cuenta”. No se habría dado ninguna importancia al despiste si entre ambos reinase una relación afectuosa. Pero en el único año en que coincidieron en la misma caseta, las cosas no rodaron como ambos hubieran deseado. Desde entonces, acatamiento a la figura grandiosa de Guardiola por parte del futbolista y poco más.

No está resultando un año bueno para Cesc en el Chelsea. La llegada de Conte al banquillo lo ha separado del once titular y, en consecuencia, de las convocatorias de la selección de Lopetegui. El nuevo seleccionador no ha citado a quien era indiscutible con Aragonés y con Del Bosque. Pero la suplencia en Londres lo ha relegado a un extraño segundo plano difícil de aceptar para quien siempre ha sido importante... excepto cuando coincidió con Guardiola en el Barça. El centrocampista catalán cerró una etapa de tres temporadas en el Camp Nou con más sombras que luces y abrió otra en Inglaterra a las órdenes de Mourinho, apuntándose una Premier nada más aterrizar. Pero poco duró la alegría en Stamford Bridge: despido del portugués, travesía por la nada y suplencia con el nuevo inquilino del banquillo. Tan negro observaba el panorama durante el pasado verano que se llegó a hablar de su salida al Real Madrid. El club inglés hablaba con los madrileños para negociar un intercambio Morata-Hazard, pero ni uno ni otro cedían. Entonces se planteó el nombre del catalán como alternativa, pero el asunto no convenció a Zidane. Lejos quedaba el interés de Mourinho durante el mercado de 2010 que tanto atemorizó al Barça. Cuatro años después, ‘Mou’ sí logró convencerlo para firmar por los ‘blues’.

Casi todos los años se sucedía el culebrón del fichaje de Fàbregas por el FC Barcelona. Con profundos contactos en el vestuario —le une desde niño una gran amistad con Piqué y con Messi, los tres formaron parte de un mágico cadete en el fútbol base—, Guardiola decidió que era el momento de afrontarlo en el verano de 2011. Precisamente, el curso que sería punto y final a su trayectoria como entrenador culé. Animado por Tito Vilanova, su ayudante había sido entrenador de aquel equipo de quinceañeros de la cantera, Pep accedió porque consideró que la llegada de Cesc aumentaría la competencia en una plantilla de lustre ganador. La imagen de futbolista competitivo quedaba aún en la retina de quienes habían trabajado con él en las categorías inferiores del club. La memoria guardaba aquella escena que el jugador siempre recordará. Entonces, un pletórico Guardiola auguró con una dedicatoria un prometedor futuro al joven aprendiz: “Algún día serás el ‘4’ del Barça”, escribió en una camiseta cuando Fábregas todavía era cadete y desconocía que para jugar en el primer equipo antes debía realizar un extenso Erasmus en el Arsenal londinense.

El Barcelona desembolsó, para satisfacción de la afición blaugrana, unos 35 millones de euros, con variables incluidos. El proceso negociador se alargó semanas hasta fructificar a mediados de agosto con la temporada a punto de arrancar. El debut resultó prometedor porque en sólo siete minutos participó en la acción del gol definitivo al Real Madrid que otorgó la Supercopa de España al Barça. Al final del partido, Guardiola destacó su trabajo: “En estos diez minutos se ha ganado al Camp Nou”. A este ilusionante estreno, primer título bajo el brazo, se unieron otros tres trofeos más: la Supercopa europea —9’ de juego para Cesc con gol incluido al Oporto—, la Copa del Rey —10’ ante el Athletic— y el Mundialito de Clubes, dónde sí participó como protagonista disputando los 90’ y anotando también en la final.

Pero durante el curso su relación con Pep se fue deteriorando. Se abrieron grietas en el vestuario entre técnico y algunos jugadores por el desgaste. Por verse las caras tantos años seguidos. Lo de Cesc sólo fue una extensión más de lo que sucedía entre el entrenador y parte del grupo. Pero Fábregas era el último en llegar. La decepción se tornó patente entre las partes y a oídos de Pep llegaron algunas críticas privadas del jugador. Lo que se conoce coloquialmente como rajar del mandamás. Esas palabras, nunca públicas, lamentaban el escaso protagonismo otorgado y desacreditaban la relación. En esencia, no gustaron a quien todavía hoy no las olvida. Esperaban más el uno del otro. Nada más. De ahí, el desencanto.

Foto: Cesc está llamado a ser básico en el futuro de la Selección Española (EFE) Opinión
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El presente de Cesc se antoja complicado. Conte ha encontrado una pareja intocable para la organización del juego del Chelsea. Con ocho victorias consecutivas en Premier, sólo una derrota —ante el West Ham en la Copa de la Liga— ha apartado del pleno al equipo tras sufrir aquel duro revés frente al Arsenal. El 3-0 obligó al entrenador italiano a modificar el sistema encontrando un once que la afición recita hoy de memoria. En esta alineación no se encuentra Fábregas. Esto le hace dudar si cambiar o no de aires en el mercado de invierno. Se encuentra cómodo en una ciudad que conoce a la perfección, pero deportivamente no es feliz. A esto se une su ausencia de la Roja donde ni el apoyo incondicional de la directora de la Selección —llegó a organizar una cena en Londres con parte del cuerpo técnico de Del Bosque para otorgarle galones y convencerlo de su rol en el sistema— es suficiente para convencer a Lopetegui. En esta tesitura camina Cesc, entre el cambio y el olvido.

Con una frase tan escueta como firme, Guardiola quiso zanjar en escasamente cinco segundos de respuesta la polémica que se había generado respecto a si intencionadamente el entrenador había ignorado al futbolista. La escena se vivió sobre el césped del Etihad tras la derrota del Manchester City, el equipo de Pep, frente al Chelsea, el de Fàbregas. Tras el pitido final, jugadores y técnico se despedían cuando uno dejó la mano tendida frente al otro. Y así se quedó la articulación, muda, sin recibir contestación. Esto es lo que se vio. Sin embargo, el entrenador, al ser preguntado al respecto en la rueda de prensa previa al siguiente partido, desveló que sí hubo gesto cortés aunque sin luz ni taquígrafos: “Saludé a Cesc en el vestuario… en el campo no me di cuenta”. No se habría dado ninguna importancia al despiste si entre ambos reinase una relación afectuosa. Pero en el único año en que coincidieron en la misma caseta, las cosas no rodaron como ambos hubieran deseado. Desde entonces, acatamiento a la figura grandiosa de Guardiola por parte del futbolista y poco más.

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