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El hartazgo en la Juventus del absolutismo de Cristiano Ronaldo
El objetivo de Cristiano Ronaldo pasa por situarse como el mejor anotador de la historia. Para entonces, ya tendrá tiempo de apagar el fuego que él mismo encendió recientemente en la Juventus
Él sigue a lo suyo, que no es otra cosa que marcar goles y seguir escribiendo el relato de su leyenda. En Italia, las críticas arrecian contra su escasez de tantos, su ególatra comportamiento o su vanidad bien (o mal) entendida en una entidad, la Juventus de Turín, donde nadie se inserta por encima del escudo, ni siquiera a su costado. En el club todo gira en torno a la historia que mezcla la inicial raíz aristocrática con el sustento de la clase obrera que destila desde los talleres de la Fiat. Mientras tanto, Cristiano Ronaldo pega un bocado al récord y se aproxima al iraní Ali Daei, máximo goleador de selecciones de todos los tiempos. El objetivo del portugués pasa por situarse como el mejor anotador de la historia. Para entonces, ya tendrá tiempo de apagar el fuego que él mismo encendió en el último partido que disputó con la Juve.
Del declive de Cristiano Ronaldo se lleva hablando y escribiendo desde los últimos tiempos en el Real Madrid. Próximo a cumplir 35 años y con contrato en vigor con los 'juventinos' hasta junio de 2022, las estadísticas que le acompañan en Italia hablan de que ha anotado seis goles en 14 partidos. Pero a un grande todo se le agranda, y que no haya anotado en el mes de noviembre con la Juve, añadido a que se retiró con mala cara del césped cuando fue reemplazado, no se unió a los suplentes en el banquillo o abandonó el estadio con un humor de perros antes de concluir el choque ante el AC Milan, según informó 'Sky Sports Italia', ha encendido la llama del descontento de la entidad con el portugués. El parón por los duelos internacionales no ha hecho más que magnificar el debate sobre el comportamiento de CR7.
Uno de los que más ferozmente ha cuestionado el rendimiento de Cristiano Ronaldo ha sido Fabio Capello. El entrenador italiano enjuició al delantero exponiendo que "hace tres años que no se va de nadie". "Tiene que ser campeón incluso cuando es cambiado. No solo cuando las cosas van bien", dijo. El técnico de la Juventus, Maurizio Sarri, quien decidió el cambio y se comió el desplante, restó trascendencia y lanzó agua al fuego: "No hay ningún problema con él. Es normal que un jugador se enfade cuando es sustituido. Hay que permitir que tenga sus cinco minutos de mosqueo. Estaría más preocupado si no se enfadase". Pero llueve sobre mojado. O Sarri no recordaba que cuatro días antes también lo había sustituido. En Moscú, en la Champions ante el Lokomotiv y a falta de ocho minutos para el final, Dybala reemplazó a Ronaldo con empate… y el equipo terminó ganando.
Sarri explicó tras ese partido que el portugués sufre unas molestias en la rodilla que le cargan el aductor. En un movimiento de juego, el técnico, así lo confesó públicamente, decidió por precaución eliminar del campo a su estrella. CR7 también abandonó enfadado el estadio ruso. Con este precedente, el ego del futbolista no soportó el nuevo episodio y su orgullo explotó cuando observó el dorsal ‘7’ en el electrónico de los cambios en el minuto 55 del partido ante el AC Milan. Otra vez salió Dybala y otro empate se transformó en victoria sin el luso sobre el césped. Cristiano estalló, se leyó en sus labios un insultó al entrenador, y sus siguientes decisiones fueron las de penetrar en el camerino sin pasar por el banquillo y abandonar el estadio antes del pitido final.
Este gesto de falta de compañerismo es lo que se juzga en las oficinas de la Juventus, donde dos de los ejecutivos, Fabio Paratici y Pavel Nedved, deberán dialogar con el luso para hacerle entender que ese no es el mejor camino para alcanzar una estancia confortable en el vestuario. Todos en la caseta son conscientes de la importancia de Ronaldo, pero en la propiedad del club no gustan nada esos modos de vanidad unidos al absolutismo que preside la forma de ser del 'crack'. La impronta de la entidad no permite estos comportamientos que solo conducen a alterar la convivencia del resto de los jugadores, quienes por otra parte aguardan una disculpa del portugués. El club tampoco mantiene en previsión multar a Cristiano para no engordar el problema, aunque esta decisión signifique un mal precedente para el resto del camerino.
La llegada de CR7 alteró el ecosistema de un grupo ya de por si altivo y que ha provocado que algunos futbolistas no se encuentren cómodos desde que aterrizó en Turín el cinco veces Balón de Oro. Aún se recuerdan las palabras del hermano y agente de Dybala al final del curso pasado: "Fuera del campo no hay problema con Cristiano, pero dentro sí. Muchos jugadores están descontentos, y Paulo no será el único que se vaya". Pese a estar en el mercado, al final no dejó la Juve y sí se marcharon el joven Moise Kean y otros tres delanteros de menor rango (Cerri, Favilli y Mancuso). Entre los cuatro, la entidad se embolsó casi 50 millones de euros. Tampoco está muy feliz Mario Mandzukic, fuera de la lista de la Champions y sin protagonismo en el 'calcioc. Todo esto preocupa poco o nada a Ronaldo, quien mantiene que el único absolutismo que conoce es el de seguir marcando goles. Este viernes, por cierto, no ha entrado en la convocatoria para el duelo contra el Atalanta.
Él sigue a lo suyo, que no es otra cosa que marcar goles y seguir escribiendo el relato de su leyenda. En Italia, las críticas arrecian contra su escasez de tantos, su ególatra comportamiento o su vanidad bien (o mal) entendida en una entidad, la Juventus de Turín, donde nadie se inserta por encima del escudo, ni siquiera a su costado. En el club todo gira en torno a la historia que mezcla la inicial raíz aristocrática con el sustento de la clase obrera que destila desde los talleres de la Fiat. Mientras tanto, Cristiano Ronaldo pega un bocado al récord y se aproxima al iraní Ali Daei, máximo goleador de selecciones de todos los tiempos. El objetivo del portugués pasa por situarse como el mejor anotador de la historia. Para entonces, ya tendrá tiempo de apagar el fuego que él mismo encendió en el último partido que disputó con la Juve.