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La tentación de Ferrari
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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La tentación de Ferrari

No fue solo uno, sino cinco los aparatos de televisión que ha roto en un ataque de furia el presidente de Ferrari Luca Cordero de Montezemolo.

No fue solo uno, sino cinco los aparatos de televisión que ha roto en un ataque de furia el presidente de Ferrari Luca Cordero de Montezemolo. El último, delante de su hija Clementina, cuando comprendió que Felipe Massa sería campeón del mundo por unos segundos. Pero hubo más. Se lo confesó al anterior “culpable”, Michael Schumacher. Fue en el lanzamiento de la revista oficial de Ferrari en la que el alemán, ya retirado, ejercía de entrevistador. Montezemolo contestaba sus preguntas: “¿Cuántas televisiones has roto y debo pagarte (con tuteo) por aquellos errores que cometí en pista?”. Montezemolo se lo piensa: “Quizás cuatro”. “Pues nunca me mandaste la factura”. Es de suponer que el presidente tampoco se la mandó al pobre Felipe Massa.

 

Porque nadie puede negar que Luca Cordero de Montezemolo lleva en sus venas la “Passione Rossa”. Una pasión que adquiere  tintes cuasireligiosos en Italia. El joven Montezemolo, con veintitrés años, defendía con vehemencia a la industria y la competición automovilística con ocasión de un debate radiofónico. El propio Commendatore le escuchó y le invitó a Maranello. Alguien tan especial y maduro como Il Vechio  ofreció  la dirección deportiva a un joven de tan solo veinticuatro años. Era 1975. Aquel año logró su primer título junto a Niki Lauda. Con su talento empresarial, su carisma y, sobre todo, con la pasión que siente por la “Rossa”, Montezemolo ha contribuido a ampliar la leyenda de manera extraordinaria durante los últimos años.

Un Ferrari, antes que un italiano

Resulta difícil dar forma en palabras al sentimiento que Ferrari despierta en Montezemolo y en Italia. Pero se pueden recordar momentos que lo ilustran. Bien sufrió ese ardor el italiano Ricardo Patrese en el Gran Premio de San Marino de 1983. A falta de seis vueltas para el final, lideraba la carrera a bordo de su Brabham. Por detrás, rodaba  el francés Patrick Tambay, a bordo del Ferrari número 27 del añorado Gilles Villeneuve, muerto meses atrás en Zolder. Inesperadamente, Patrese se salió en la curva de la Tosa y nunca superó la decepción por escuchar el salvaje rugido de los tifosi, celebrando que Ferrari, y no un piloto italiano, iba a ganar en San Marino. El número 27 de Gilles volvía a  lo más alto del podio. Y lo hizo ante los  emocionados tifosi.

¿Y cómo no sentir esa fuerza sobrenatural en torno a Ferrari con el desenlace del Gran Premio de Italia de 1988 en Monza? Era la primera carrera en Italia tras la muerte de Enzo Ferrari un mes antes. Ayrton Senna, con McLaren, sacó la manita y dijo adiós hacia la victoria. Pero a escasas vueltas del final, con una enorme ventaja, se tocó con el Williams doblado de Jean Luis Schlesser. Su McLaren quedó sobre la panza, en un bordillo, con la rueda a centímetros del suelo. Por detrás venían los Ferrari de Gerhard Berger y Michelle Alboreto. ¿Serían capaces de  visualizar la reacción de los miles de tifosi cuando ambos pasaban junto al impotente Ayrton Senna? ¿Y ante el podio que vino después? Aquel año, los McLaren ganaron todas las carreras de la temporada.  Excepto aquel Gran Premio de Italia.

Esta temporada, Ferrari compite por sexagésima vez en el Mundial. Es la única escuadra que ha tomado parte en todos los campeonatos desde 1959. Por ello, la única bandera que ondea en todos los circuitos es la del Cavallino Rampante. Jacques Nasser, presidente de Ford, en 2002 no pudo evitar la sensación de envidia ante la visión del Motodrom de Hockeheim, con miles de banderas rojas en apoyo a Michael Schumacher. Jaguar, propiedad de la marca del óvalo, competía en la Fórmula 1: “Algún día conseguiremos que las banderas rojas de Ferrari se conviertan en las verdes de Jaguar”. El típico ejecutivo al que la ambición y el orgullo le alejaban de la realidad. El pobre no sabía de lo que hablaba.

Michael Schumacher llegó a Ferrari en 1996, como un absoluto analfabeto en lo referente a la historia de la Fórmula 1. Durante la entrevista antes mencionada con Montezemolo, no tuvo más remedio que reconocer a su presidente (Schumacher sigue bajo contrato): “La primera cosa que he comprendido en el fondo de mi corazón ha sido lo que verdaderamente significa Ferrari”.

Puertas al mar

La veneración a la Scudería  se extiende también hacia aquellos pilotos que se identifican por su personalidad y carisma con el espíritu y la pasión que rodea el nombre de Ferrari. A pesar de sus increíbles éxitos, Michel Schumacher no llegó al corazón de los tifosi, todavía a la búsqueda de los herederos de Villeneuve, Alesi, o “Il Leone” Mansell. “Piloti bravissimi”, con “cuore” y “grinta”, aunque no fueran campeones del mundo. Pilotos que “ci fanno sognare”.

Briatore aseguró hace pocos días que, si fuera periodista, se avergonzaría de "haber dicho tanta gilipolleces en los últimos dos años", en referencia a los rumores que sitúan a Alonso en Ferrari. Según el italiano, "cuanto más se desmienten estas voces, la gente sigue hablando más". No Flavio, no. Ocurre que, en Italia, esa tremenda energía colectiva en torno a Ferrari empieza a tirar del piloto español como el hierro al imán. El periódico que desveló el presunto contrato Alonso/Ferrari (La Gazzeta dello Sport) convocó su tradicional encuesta sobre el mejor piloto del año. ¿Massa, Raikkonen, Hamilton? No, Alonso. Porque los mejores tienden a unir sus destinos y, tarde o temprano, ambos acabarán encontrándose. Querer parar los rumores, a pesar de lo que diga Flavio Briatore, será como ponerle puertas al mar.

“Alonso facci sognare”. Quizás veamos esta pancarta en Monza antes de lo que Briatore desea. Habrá entonces que frotarse los ojos. Y entonces, en España, nos enteraremos de verdad lo que significa “¡Forza, Ferrari!”.

No fue solo uno, sino cinco los aparatos de televisión que ha roto en un ataque de furia el presidente de Ferrari Luca Cordero de Montezemolo. El último, delante de su hija Clementina, cuando comprendió que Felipe Massa sería campeón del mundo por unos segundos. Pero hubo más. Se lo confesó al anterior “culpable”, Michael Schumacher. Fue en el lanzamiento de la revista oficial de Ferrari en la que el alemán, ya retirado, ejercía de entrevistador. Montezemolo contestaba sus preguntas: “¿Cuántas televisiones has roto y debo pagarte (con tuteo) por aquellos errores que cometí en pista?”. Montezemolo se lo piensa: “Quizás cuatro”. “Pues nunca me mandaste la factura”. Es de suponer que el presidente tampoco se la mandó al pobre Felipe Massa.

Fernando Alonso