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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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Todos contra Max Mosley

Pedro de la Rosa, Fernando Alonso y Mark Webber (cúpula directiva de la Asociación de Pilotos de F1) se dieron por vencidos tras varios intentos de

Pedro de la Rosa, Fernando Alonso y Mark Webber (cúpula directiva de la Asociación de Pilotos de F1) se dieron por vencidos tras varios intentos de negociar con Max Mosley, presidente de la FIA. La subida de tarifas de las superlicencias habían sido, a su juicio, escandalosa y presentada con alevosía y sin previo aviso. Unas declaraciones a la prensa inglesa de Mosley sobre la “privilegiada condición” de los pilotos acabó por rematar su paciencia. Decidieron actuar.

Viernes por la mañana, 27 de marzo, primera jornada del Gran Premio de Australia. Un autobús esperaba en la entrada del circuito, con la directiva de la GPDA al frente. Uno por uno, según llegaban los pilotos, fueron advertidos: “Subid al autobús. Es importante”. Sorprendidos pero obedientes, fueron entrando Kubica, Heidfeld, Raikkonen y demás. Lewis Hamilton se opuso, y marchó para el circuito.

Los espectadores, en las tribunas, no entendía nada. Cuando los “team managers” tuvieron conocimiento de la actitud de los pilotos, montaron en cólera. Briatore llamó a Fernando. Si él y Nelsinho (cuyo padre ya había actuado en una huelga años atrás) no estaban de vuelta en la pista, serían despedidos inmediatamente. El piloto español sonrió, “Ciao, caro Flavio”. Y colgó. Estaba claro que se jugaban su futuro.

Llegaron al Sunnyside Park Hotel. Pedro, Fernando y Mark tenían claro que el éxito de la maniobra pasaba por la unidad total. Estaba previsto pasar la noche en el hotel. Nada de habitaciones individuales, que facilitaban la vida a posibles esquiroles. Se encerraron en una de las salas de banquetes del hotel. Algunos pilotos con menos caché empezaron a temblar, conscientes de la “movida” en la que estaban metidos. “Frank me matará” pensaba Rosberg, cuyo padre también protagonizó una huelga de pilotos en el pasado. “Y yo que pensaba en el nuevo Jet Lear…”, lamentaba Massa. La mayoría temblaba de puertas para dentro, pero también empezó el cachondeo. Raikkonen encontró una caja de vodka y empezó a repartir, con poco éxito, para fortuna suya.

La magia de Alonso y el piano de Sutil

El hotel les proporcionó unos colchones y todos acabaron por los suelos. Empezaron los chistes a cargo del “cachondo mental” que es Sebastien Vettel. Fernando comenzó a ilustrar a sus colegas con sus habilidades para la magia. Trulli encontró un piano, y demostró que se le daba igual de bien que cosechar vino. Mientras tanto, Webber entraba y salía de la sala para ofrecer noticias de las negociaciones. Cuando no eran muy positivas para los pilotos, se acompañaban por acordes de la Quinta de Beethoven al piano. Ahora era Adrian Sutil quien tocaba, consumado maestro en su infancia. El resto de los pilotos quedaron alucinados por su talento. Más tarde, el piano sirvió para bloquear la puerta de la sala. Uno de los team managers, furibundo, se había acercado al hotel, e intentó tirar la puerta abajo. En el barullo, Sebastien Buemi, recién llegado, y temblando como un pollo, consiguió escabullirse por una ventana y contó a Mosley todo lo que se había hablado en la sala.

Y allí durmieron, mal que bien y por los suelos, algunos de los deportistas más famosos del mundo. Por la mañana, Pedro llamó desde el circuito. Se recogían sus demandas. Hubo carrera, pero después de ella los comisarios federativos suspendieron a los pilotos indefinidamente y se aplicaron fuertes multas. En el siguiente Gran Premio, en Malasia, todos estaban de nuevo en sus monoplazas, y las multas fueron reducidas.

¿Surrealista? No, real como la vida misma. Cambien los nombres actuales por los de Niki Lauda, Didier Pironi, Gilles Villeneuve, Keke Rosberg, Ricardo Patrese, Nelson Piquet, Alain Prost, Elio de Angelis (el pianista), y Teo Fabi (el que escapó por la ventana). Ellos y sus compañeros protagonizaron escenas como las descritas arriba con mínimas licencias. Fue en el Gran Premio de Sudáfrica de 1982. También es real el conflicto que ha servido para recordar aquel episodio singular en la historia de la Fórmula 1.

Un buen rejonazo

En 2008, la FIA elevó el coste básico del documento que habilita para competir en Fórmula 1 de 1.690 euros a 10.000. A la que se suma otra cantidad por cada punto conseguido: desde los 407 euros de 2007 hasta los 2.000 de 2008. Por ejemplo, Alonso pasaba a pagar 228.000 euros por la temporada 2007 frente a los 51.429 de 2006. Con estas nuevas tarifas, la FIA recaudaría aproximadamente millón y medio de euros frente a los cerca de trescientos mil anteriores. Cantidad destinada a mejorar la seguridad en la Fórmula 1, según Mosley.

Días atrás, los pilotos expusieron su postura en una carta. Para Moxley, no hay lugar a quejas por quienes ganan millonarias sumas, actitud poco entendible para una opinión pública inmersa en una dura crisis económica. Déficits económicos de la FIA aparte, Mosley persigue neutralizar una asociación que le resulta cada vez más molesta. Porque los pilotos financian la GPDA -de manera voluntaria- con el mismo sistema de tarifa básica y puntos. El objetivo de la Asociación también es el de la seguridad. Ante la nueva política de la FIA, algunos pilotos pueden reconsiderar la necesidad de esta doble y onerosa imposición. Hamilton y Raikkonen, de hecho, no pertenecen a ella. Paradójicamente, debido a sus resultados en 2008, son los principales favorecidos por la actitud combativa de esta.

¿Se verán obligados los pilotos a “tragar y pagar”? O, por el contrario ¿Tomarán medidas al respecto? La realidad es que están tremendamente cabreados por las últimas palabras de Mosley. Atentos a los entrenamientos del viernes en Australia. No habrá huelga como en 1982. Pero puede haber sorpresas.

Pedro de la Rosa, Fernando Alonso y Mark Webber (cúpula directiva de la Asociación de Pilotos de F1) se dieron por vencidos tras varios intentos de negociar con Max Mosley, presidente de la FIA. La subida de tarifas de las superlicencias habían sido, a su juicio, escandalosa y presentada con alevosía y sin previo aviso. Unas declaraciones a la prensa inglesa de Mosley sobre la “privilegiada condición” de los pilotos acabó por rematar su paciencia. Decidieron actuar.

Fernando Alonso