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La doble cara en la moneda de Jenson Button
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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La doble cara en la moneda de Jenson Button

Si cualquiera de ustedes, amables lectores, descubriera hoy la Fórmula 1 y su clasificación general, quizás pensaran que Jenson Button es el mejor piloto del mundo.

Si cualquiera de ustedes, amables lectores, descubriera hoy la Fórmula 1 y su clasificación general, quizás pensaran que Jenson Button es el mejor piloto del mundo. A fin de cuentas, ha logrado cinco victorias en seis carreras y sus cifras este año son casi idénticas a las de Michael Schumacher en 2004, cuando arrasó a todos sus rivales con trece victorias y batió innumerables récords.

 

Pero la percepción general sobre el británico es diferente. En su caso, pesan especialmente estos dos años pasados, en los que el británico era superado tantas veces como ahora dobla a sus rivales. Incluyendo al actual campeón del mundo Lewis Hamilton quien, con su llegada a la Fórmula 1, eliminó del radar a su compatriota. No era de extrañar, porque en sus siete primeras carreras, Hamilton logró más victorias que Button en siete temporadas, en las que necesito ciento catorce carreras para su primer triunfo. Hoy se valora más la superioridad de su monoplaza que la aportación de su talento.

Button fuera, Alonso, dentro

Lo cierto es que la trayectoria del británico se ha caracterizado por unas inmensas expectativas iniciales que no fueron cumplidas. Cuando Frank Williams le fichó en 2000, con solo veinte años, fue el piloto británico más joven en subirse a un Fórmula 1. Era “Golden Boy”. Pero un año después le cedió a Benetton, donde Briatore, experto en calibrar jóvenes promesas y, si era necesario, arrebatárselas de las narices a otros, no vio en Button “champion material”. De hecho, le despachó para hacer hueco a un joven Fernando Alonso, ante los gritos de horror de la prensa británica. 

Briatore le habría amarrado de ver en él maneras de “crack”. En el 2001, Button se clasificó decimoséptimo en los entrenamientos del Gran Premio de Mónaco, muy por detrás de su compañero Fisichella. Socarrón y sarcástico, Briatore le preguntó: “Jenson, me han dicho que estás buscando apartamento en Mónaco”, “sí”, contestó el británico. “Bueno, ¿te importaría no hacerlo durante los entrenamientos?”. Paralelamente, cometió el error de cegarse prematuramente ante el glamour de la Fórmula 1 y el brillo de la libra esterlina. Como el torero que compra finca y  Mercedes recién recibida la alternativa, Button se hizo con una colección de “juguetes” -yate incluido-  y un status de estrella que solo brillaba fuera de la pista.

A partir de 2003, recaló en BAR-Honda. A medida que ganaban experiencia, también mejoraban sus resultados. Aunque le faltaba el factor “killer” de los grandes. De hecho, al comienzo de la temporada 2006, los ingenieros de Honda llegaron a pedirle que fuera más duro y exigente con ellos. Para colmo, consciente de no estar en el lugar adecuado para ganar carreras y títulos, se vio inmerso en 2005 en un contencioso legal para dejar Bar-Honda y volver a Williams, intento que fracasó y agudizó una imagen de poca solvencia  también fuera del habitáculo. Aunque en 2006 ganó su primera carrera, quien en su día fuera “Golden Boy” para sus compatriotas se convirtió un caso perdido por culpa de los “hierros” de Honda. Incluso Nigel Mansell le enterró definitivamente con unas lapidarias declaraciones.

“Show me the money…”

Pero el destino estaba preparando a Button un giro endiablado. El británico reconoció que se le llegó a caer el teléfono al suelo, anonadado, cuando le comunicaban la retirada de Honda. Acababa de firmar un contrato por 23 millones de libras en tres temporadas. Pudo haber hecho caja a costa del fabricante japonés. Por el contrario, decidió seguir en activo. Consciente del  potencial del Brawn, redujo a 5 millones de libras su salario, e incluso paga sus propios gastos de viaje para cubrir la temporada actual. Invirtió y hoy recoge los dividendos porque Brawn quiere atarle para los próximos años. Button solo hablará de dinero a final de temporada. Y si es campeón, ya saben, aquello de “show me the money...”.

La opinión pública es dura con quien defrauda sus expectativas. Button conoce la experiencia en sus carnes. Pero nunca hubo una palabra más alta que otra por su parte. Hoy, el líder del mundial copa  titulares y es reclamado en numerosos actos públicos en su país como gran estrella. Una nueva prueba de que la condición humana atiende más a las circunstancias que rodean a la persona que al individuo en sí mismo. Los británicos ahora ensalzan al Button ganador tanto como ignoraron al Button perdedor. Hay quien olvida que otros campeones del mundo pasaron antes años en la oscuridad hasta que llegó su oportunidad. Mika Hakkinen, sin ir más lejos, debutó en 1991 y ganó su primera carrera en 1997. Logró después dos títulos seguidos (98 y 99).

Un periodista  amigo recordaba recientemente, con gracia, que si ciertos pilotos en activo –daba nombres- hubieran vivido la experiencia de Button, estarían ajustando cuentas con todos los periodistas que le ningunearon estos años. “¿Qué, majete, ahora quieres hablar conmigo? Pues ven para acá, que te voy a decir un par de cositas…”. No está siendo el caso de Jenson Button.

Si cualquiera de ustedes, amables lectores, descubriera hoy la Fórmula 1 y su clasificación general, quizás pensaran que Jenson Button es el mejor piloto del mundo. A fin de cuentas, ha logrado cinco victorias en seis carreras y sus cifras este año son casi idénticas a las de Michael Schumacher en 2004, cuando arrasó a todos sus rivales con trece victorias y batió innumerables récords.