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Adrian Newey, el Leonardo Da Vinci de la Fórmula 1
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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Adrian Newey, el Leonardo Da Vinci de la Fórmula 1

"Hijo, no te dediques a la ingeniería, está muy mal pagada". Es evidente que Adrian Newey no siguió el consejo de su padre. Por el contrario, con su

"Hijo, no te dediques a la ingeniería, está muy mal pagada". Es evidente que Adrian Newey no siguió el consejo de su padre. Por el contrario, con su talento rompió todos los moldes crematísticos en la historia de la Fórmula 1. Quizás porque ya desde su infancia tenía predestinado un futuro de genio en este deporte, singularmente visualizado en estas dos últimas semanas.

El pasado domingo, el RB6 ganó ante los suyos. Una semana antes, el propio Newey pilotó en el Goodwood Festival of Speed el RB5 que Red Bull le acaba de regalar como agradecimiento por su éxito con el equipo. Porque Newey, una suerte de Leonardo da Vinci del automovilismo, ha diseñado muchos de los mejores monoplazas de los últimos veinte años, que también es capaz de pilotar.

Una infancia iluminadora

Un repaso a su niñez nos muestra cómo la semilla de entonces ha germinado en su madurez de manera asombrosa. Porque el niño Adrian ayudaba a su padre a montar los Mini Cooper y Lotus Elan a los que éste era aficionado. Mientras tanto, construía maquetas de los clásicos de la Fórmula 1. Cuando se aburrió de ellas, hacías sus pinitos con las herramientas de su padre, ahora en coches de verdad.

Newey padre también quería que su hijo corriera en karts y, por cada libra repartiendo prensa, el progenitor le ayudaba con otra. Como los periódicos no daba para mucho, acabó comprando un pequeño 'zambombo' escasamente competitivo. Para suplir sus carencias, empezó a trabajar por su cuenta en el motor y el chasis para hacerlo más rápido. No llegaba a los quince años.

Se pegaban por él

Alain Prost normalmente era imbatible en el circuito galo de Paul Ricard. Sin embargo, en 1989 ganó milagrosamente cuando el modesto Leyton House de Ivan Capelli sufría una avería a pocas vueltas de la meta, tras dominar toda la prueba. Aquel March era obra de un ingeniero de tan solo veintinueve años. Diez más tarde, Newey había construido seis de los siete coches ganadores de los campeonatos anteriores. De 1992 a 2004 logró títulos con Mansell, Prost, Hill y Villeneuve.

Tras Leyton House fichó por Williams, y sus monoplazas dieron un título tras otro al equipo británico. Ron Dennis sólo pudo parar aquel dominio llevándose a Newey a McLaren. Pero un reglamento demasiado estable durante años y el organigrama matricial del equipo le fueron ahogando poco a poco. A punto estuvo de marcharse a Jaguar. También quería diseñar un barco 'formula 1' para la Copa América. Ron Dennis consiguió evitarlo.

Por el camino alternó éxitos -los títulos de Hakkinen- con fracasos, y diseñó un coche -el MP418- de soluciones técnicas tan exasperadas, que ni siquiera llegó a debutar. Pedro Martínez de la Rosa sabe mucho del tema. Porque Newey también ha hecho gastar mucho dinero a sus patrones en proyectos y sistemas técnicos que no llegaron a las pistas.

Buscando la autonomía y la capacidad de maniobra que siempre deseó, en 2006 Newey sorprendió al fichar por Red Bull con un contrato de diez millones de euros anuales como salario, según la prensa británica. En un entorno idóneo para sus características e inclinaciones, el equipo austríaco es ahora aspirante al título.

Una posición poco habitual
 
Admirador del genial Colin Chapman, Newey cuenta con una singular capacidad para entender un monoplaza tanto en su concepción global como en la de cada uno de sus componentes. Como él mismo ha reconocido, disfruta al máximo ante los cambios de reglamento que exigen innovadoras ideas. Si el pasado año Newey hubiera conocido de antemano la legalidad de los dobles difusores, puede que Button no fuera hoy campeón del mundo. 

Consciente de su potencial, Newey reclama un poder de decisión en la gestión de un equipo, de la parte técnica y hasta deportiva, que excede la normal responsabilidad de un ingeniero tradicional. Porque manda en Red Bull, y mucho. De hecho, el pasado fin de semana en Silverstone fue  quien impuso el cambio del alerón delantero entre Webber y Vettel.

Por el camino, Newey ha seguido completando los sueños de aquel niño que también pilotaba, actividad que da salida a un temperamento ferozmente competitivo que también determina su labor como ingeniero. Porque, como piloto, ha participado en varias ediciones del Le Mans Legends, e incluso en una edición de las 24 Horas de 2007, así como en campeonatos locales británicos. Y en su haber también cuenta con algún que otro vehículo destrozado por sus accidentes.

¿Qué pensaría Adrian Newey tras la victoria en Gran Bretaña, y después de pilotar su propio RB5 una semana antes, al recordar aquel niño que construía coches con su padre? Si esto no es sentirse realizado en la vida…

"Hijo, no te dediques a la ingeniería, está muy mal pagada". Es evidente que Adrian Newey no siguió el consejo de su padre. Por el contrario, con su talento rompió todos los moldes crematísticos en la historia de la Fórmula 1. Quizás porque ya desde su infancia tenía predestinado un futuro de genio en este deporte, singularmente visualizado en estas dos últimas semanas.

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