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Cuando traición y drama van de la mano
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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Cuando traición y drama van de la mano

Ferrari está en el ojo del huracán ante el próximo juicio por las órdenes de equipo en el pasado Gran Premio de Alemania. Estos días, Niki

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Cuando traición y drama van de la mano

Ferrari está en el ojo del huracán ante el próximo juicio por las órdenes de equipo en el pasado Gran Premio de Alemania. Estos días, Niki Lauda y Max Mosley se han encargado de calentar el ambiente al respecto. Pero ¿Qué ocurre cuando son los propios pilotos los que las incumplen? En la Scudería también saben algo al respecto. De hecho, con el telón de fondo de las órdenes de equipo, durante 1982 tuvo lugar uno de los capítulos más dramáticos de la historia de la Fórmula 1.

 

En aquella temporada, en Ferrari pilotaban Gilles Villeneuve y Didier Pironi. Con el primero, toda una leyenda, los tifosi no han vuelto a tener un héroe de su calibre. El mismo Enzo Ferrari, le adoraba como a un hijo. Pironi, con gran talento, frío y ambicioso, era el más firme candidato a convertirse en el primer campeón del mundo francés. Desde que corría en Fórmula 3 ya se autoproclamaba como tal.

“Slow: mantened la posición”

Gran Premio de San Marino en Imola, 25 de abril de 1982. Villeneuve había batido casi por segundo y medio a su compañero en los entrenamientos. En carrera, el canadiense se colocó en cabeza al romper el Renault de René Arnoux. Pironi, segundo, rodaba muy lejos. El equipo temía que sus coches no terminaran la prueba por falta de combustible. Cuando aparecía el cartel de “slow”, los pilotos sabían su significado: “mantener la posición”. Y la pizarra apareció a quince vueltas del final.

Con la orden, el canadiense levantó el pié hasta rodar tres segundos más lento por vuelta. Pironi aprovechó para alcanzar a su compañero. Luego, le adelantó inesperadamente. Villeneuve recuperó la primera posición, pero el francés le adelantó otra vez. El canadiense, ante la perspectiva de un doblete frustrado por falta de gasolina, no entendía nada. Y recordó otros episodios del pasado.

Villeneuve, efectivamente, tenía experiencia previa en Ferrari con las órdenes de equipo. En 1979, en el Gran Premio de Italia en Monza, rodaba por detrás de su compañero Jody Scheckter. Era más rápido que el sudafricano, pero también apareció entonces aquel famoso “slow”. El canadiense respetó las órdenes y con ello perdió sus opciones al título aquel año. Ferrari logró el doblete y el sudafricano su título ante casi doscientos mil tifosi. Villeneuve, más que de disciplina, dio un ejemplo de caballerosidad.

El tiro, por la espalda

En la penúltima vuelta de Imola, sin embargo, Pironi dejó pasar a Villeneuve fácilmente, con lo que este entendía que su compañero respetaba las órdenes. Pero como el tiro a traición solo puede llegar por la espalda, Pironi había dejado pasar al canadiense en la penúltima vuelta para dispararle desde atrás en la última. Mientras Villeneuve rodaba confiado, casi ralentí, Pironi le apuró repentinamente la frenada en la curva de la Tosa, dejándole sin margen de reacción hasta la bandera a cuadros. En la meta, el honesto carácter de Villeneuve se sintió brutalmente engañado. Según se bajó de su Ferrari, Villeneuve cogió su helicóptero Augusta, que él mismo pilotaba, y se marchó del circuito sin hablar con nadie. Mientras tanto, Pironi negaba a la prensa la existencia de las órdenes de equipo, justificando su maniobra porque el motor de Villeneuve, según él, había tenido problemas.

La polémica fue tremenda. A los pocos días, Enzo Ferrari emitió un comunicado de prensa en el que apoyaba tácitamente al canadiense. “Le he declarado la guerra. Nunca más le dirigiré la palabra”, confesaba Villeneuve poco después de la carrera, “es una guerra absoluta a partir de ahora…”. El canadiense decidió abandonar Ferrari a final de temporada si Pironi seguía en el equipo. Tardó mucho menos. En la siguiente carrera, Gran Premio de Bélgica, parecía un piloto fuera de sí, atormentado por la traición. Pironi le superaba en los entrenamientos oficiales por una décima. En su último y enloquecido intento para batir a su rival, Villeneuve no se entendió con el alemán Jochen Mass y tocó la rueda trasera de su monoplaza. Salió volando por los aires en aquel fatídico 8 de mayo. Nunca sería campeón.

Pironi tampoco sería campeón ni volvió a competir en la Fórmula 1, pese a que Enzo Ferrari le prometió un monoplaza tan pronto como se recuperara. Incluso le envió al hospital un trofeo cuya placa rezaba: “Didier Pironi, el auténtico campeón del mundo de 1982”. Un año después volvía a visitar el circuito de Hockenheim, todavía con muletas. Había pasado por treinta y una operaciones y cuarenta procesos de anestesia total.

Resignado, el francés canalizaría su pasión a través de la competición motonáutica. Como un personaje de tragedia griega, Didier Pironi y sus dos acompañantes fallecieron en un accidente el 23 de agosto de 1987, al chocar su embarcación con la ola de un superpetrolero. Su pareja, Catherine Goux, estaba embarazada de gemelos. Cuando nacieron, poco después de su muerte, Catherine no encontró mejor nombre para sus hijos: Gilles y Didier.

Ferrari está en el ojo del huracán ante el próximo juicio por las órdenes de equipo en el pasado Gran Premio de Alemania. Estos días, Niki Lauda y Max Mosley se han encargado de calentar el ambiente al respecto. Pero ¿Qué ocurre cuando son los propios pilotos los que las incumplen? En la Scudería también saben algo al respecto. De hecho, con el telón de fondo de las órdenes de equipo, durante 1982 tuvo lugar uno de los capítulos más dramáticos de la historia de la Fórmula 1.