Es noticia
Andrea 'ojos blancos' de Cesaris, el piloto con récord de participaciones sin ganar en la F1
  1. Deportes
  2. Fórmula 1
Javier Rubio

Dentro del Paddock

Por

Andrea 'ojos blancos' de Cesaris, el piloto con récord de participaciones sin ganar en la F1

Dentro de su monoplaza, parado en boxes, los fotógrafos esperaban con malicia. De repente, su cara se contraía con una mueca debajo del mono ignífugo y,

Foto: Andrea 'ojos blancos' de Cesaris, el piloto con récord de participaciones sin ganar en la F1
Andrea 'ojos blancos' de Cesaris, el piloto con récord de participaciones sin ganar en la F1

Dentro de su monoplaza, parado en boxes, los fotógrafos esperaban con malicia. De repente, su cara se contraía con una mueca debajo del mono ignífugo y, por un segundo, sus ojos se quedaban en blanco. Era el famoso tic nervioso de Andrea de Cesaris, el piloto con el récord de participaciones sin victorias en la Fórmula 1. Y no, aquel tic nunca influyó en su fama de “cascadeur”, ya que no lo sufría en la concentración del pilotaje. Porque el italiano también fue famoso por una larga cosecha de accidentes durante sus catorce años de carrera, rubricada por la maliciosa prensa británica al rebautizarle como “Andrea de Crasheris”.

Fueron 208 carreras sin ganar. Solo siete pilotos corrieron más pruebas. Por el camino, literalmente, llegaron decenas de salidas de pista y chasis maltrechos. En sus primeros 150 grandes premios había cosechado 33 accidentes, fruto de la precocidad con la que debutó y de un impulsivo temperamento de exhuberancia latina, especialmente en los primeros años de su carrera. Andrea de Cesaris, a pesar de nunca haber ganado, a su manera, es una leyenda en la historia de la Fórmula 1.

“No importa los coches que destroce”

Gran Premio de Long Beach, 1982. De Cesaris se convirtió en el piloto más joven de la historia en lograr la pole, arrebatada a Niki Lauda a falta de tres minutos para terminar la sesión. Tenía veintidos años y corría para Alfa Romeo. Piloto y mecánicos lloraban de la emoción. Al día siguiente, el brasileño Raúl Boesel le obstaculizó cuando iba a doblarle. Impulsivamente, De Cesaris, no tuvo mejor idea que “sacarle el dedo”. Lauda, que iba segundo, no desperdició la oportunidad. Pocas vueltas más tarde, el italiano se pegó una “castaña” contra el muro, fruto de una avería mecánica y no culpa suya, pero aquel episodio sirvió para reafirmar la fama ganada el año anterior en McLaren, su primera temporada completa en la Fórmula 1.

Andrea de Cesaris debutó con solo veintiún años, en 1980. Un crío sin formar, como él mismo reconocería más tarde, y de enorme precocidad para la época. En 1981, sus accidentes fueron una constante. En alguna ocasión los mecánicos llegaron a negarse a reparar su coche. Al final de año, se rumoreaba que la cifra de monoplazas dañados de una u otra manera podía alcanzar los diecinueve. Pero solo tuvo una jornada de entrenamientos privados en todo el año y no conocía muchos circuitos. Cayó así en un circulo vicioso de presión y accidentes que se retroalimentaba, sin saber manejar un temperamento excesivamente intenso que le enfrentaba constantemente al equipo.

“Hijo de papa”

Para colmo, le acompañaba la fama de “hijo de papa”. De Cesaris senior era un importante distribuidor de tabaco en Italia, con sus buenos contactos. Desde la Fórmula 3, Marlboro apoyó a Andrea quien, en todo caso, era muy rápido en la pista. Alleardo Buzzi, el número uno en la filial europea, le convirtió en un hijo adoptivo deportivo. Cuando durante la temporada McLaren intentó sustituirle por el suizo Marc Surer, Buzzi llamó a Ron Dennis, como una fiera: “Ni hablar, Andrea se queda en McLaren, no importa los coches que destroce en el futuro”. Textual. Y claro, se cargó algunos más. Aquel año marcó su carrera, porque con cualquier accidente posterior iba a llover sobre mojado.

Sin embargo, no era mal piloto. De hecho, puntuó en la sexta carrera de su vida. El norirlandés John Watson, compañero de equipo, hablaba de él como alguien “con mayor talento de lo que la gente cree, su único problema era el temperamento”. Como en Austria, en 1985, cuando salió de su monoplaza igual que un marine de una pista americana, tras un espectacular accidente. Fue despedido esa semana. Guy Ligier reconoció que “era muy rápido, de los más rápidos, pero estaba en contra de su forma de trabajar con el equipo, no se gana nada poniéndose nervioso y borde con el equipo cuando las cosas van mal”. De nuevo, su temperamento. Un ejemplo de su personalidad: en 1989, él y su compañero en Dallara, Alex Caffi, alquilaron dos coches la tarde anterior al gran premio para echar carreras por los pueblos en torno a Spa. Acabaron estampándose entre ellos al chocar con un autobús. Huyeron. La policía pilló a De Cesaris en el hotel, con una bolsa de hielo en la cabeza. Corrió al día siguiente.

Una gran oportunidad perdida

Apoyos económicos al margen, de Cesaris maduró progresivamente, y se convirtió con los años en un piloto de oficio. McLaren, Alfa Romeo, Ligier Brabham, Rial, Dallara, Jordan, Tyrrell, Sauber… Su carrera fue larga, y no siempre apoyada por Marlboro. En la parte final, incluso era buscado por equipos de media tabla. Y cuando parecía que su trayectoria deportiva terminaba, en 1991 llegó su mejor año con el equipo debutante Jordan. En Spa, acosaba a Senna por la victoria cuando su motor se rompió, la única vez en toda la temporada y cuando Senna tenía problemas con el cambio. Hubiera ganado. “Con aquella temporada que hice, otro piloto hubiera termido en McLaren o Ferrari”, se lamentaba. Pero ya no era un crío. Ocho años antes, también había liderado en Spa con un Alfa Romeo, su circuito favorito. El coche también falló.

Al final, se retiró en 1994 con dos segundos puestos y tres terceros. Pero su nervio e intensidad vital necesitaban otros cauces. “Encontré en el windsurf toda la capacidad para descargar la adrenalina de la Fórmula 1” explicaba, y a este deporte se ha entregado. Tras catorce intensos años a bordo de una “bestia” de carreras, ahora tiene domicilio en Mónaco, pasa seis meses al año ejerciendo como “trader” de divisas, y los seis restantes con sus tablas, subido a las olas de medio mundo. Un fenómeno, vamos, alguien así solo puede ser un “crack”. ¿“De Crashseris”?. No, más bien, “Andrea de Crackeris”.

Dentro de su monoplaza, parado en boxes, los fotógrafos esperaban con malicia. De repente, su cara se contraía con una mueca debajo del mono ignífugo y, por un segundo, sus ojos se quedaban en blanco. Era el famoso tic nervioso de Andrea de Cesaris, el piloto con el récord de participaciones sin victorias en la Fórmula 1. Y no, aquel tic nunca influyó en su fama de “cascadeur”, ya que no lo sufría en la concentración del pilotaje. Porque el italiano también fue famoso por una larga cosecha de accidentes durante sus catorce años de carrera, rubricada por la maliciosa prensa británica al rebautizarle como “Andrea de Crasheris”.

Fórmula 1