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Karl Wendlinger, cuando el cerebro de piloto se borra de la cabeza
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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Karl Wendlinger, cuando el cerebro de piloto se borra de la cabeza

“Pensé en aquel accidente dos veces, la primera con Rosberg, y la segunda con Pérez”. Peter Sauber volvió al pasado cuando vio a su piloto estampado

Foto: Karl Wendlinger, cuando el cerebro de piloto se borra de la cabeza
Karl Wendlinger, cuando el cerebro de piloto se borra de la cabeza

“Pensé en aquel accidente dos veces, la primera con Rosberg, y la segunda con Pérez”. Peter Sauber volvió al pasado cuando vio a su piloto estampado contra el muro en el pasado Gran Premio de Mónaco, donde revivió uno de sus peores momentos en la Fórmula 1: el día en el que Karl Wendlinger se estrelló de idéntica manera con otro de sus monoplazas, el 12 de mayo de 1994.

A diferencia de aquel accidente, de aquella época, el mexicano podrá correr este domingo en Canadá, mientras que el austríaco vio truncada una muy prometedora carrera deportiva. Wendlinger personificó así esa doble y a veces cruel cara de la competición automovilística: por cada triunfador, otros muchos  talentos quedan desplazados de la noria para no subirse nunca más a ella. Algunos, como Wendlinger,  después de casi dejarse la vida.

En coma durante diez días

Fue un mayo verdaderamente dramático. Senna y Ratzenberger habían fallecido en la carrera anterior, en Imola, y a menos de cuatro minutos de empezar la primera sesión en Mónaco, apareció estrellado el Sauber de Wendlinger. Pero entonces el muro estaba mucho más cerca. El  piloto mexicano pudo prepararse para el impacto dentro de un habitáculo más protegido. Pero el austríaco golpeó directamente con su casco contra los bidones de protección. Wendlinger entró en coma durante diez días.

A finales de 1989, Mercedes había seleccionado a tres jóvenes para su programa en el Mundial de Resistencia, las mejores promesas de la época:  Karl Wendlinger, Michael Schumacher y Heinz Harald Frentzen.  En 1993, cuando Peter Sauber entró en la Fórmula 1, fichó al piloto austríaco. Era  tan rápido que Keke Rosberg llegó a decir de él que “estaba logrando fenomenales resultados en entrenamientos, pero parece que está también buscándose el “big accident”. Sus arrancadas son espectaculares. Hemos visto en él puro talento, parece que tiene un enorme potencial…” 1994 comenzó confirmando las palabras de Rosberg. Fue sexto en Brasil y cuarto en Imola. Pero, desgraciadamente, también llegó el gran accidente…

El último recuerdo de Wendlinger fue de la noche anterior, una final entre el Milán y el Salzbursgo. “Lo siguiente fue despertar, diez días después, en un hospital de Innsbruck”. Desde el momento del impacto había estado en coma. No recordaba nada. Su mujer, Sophia, y su madre, le intentaron explicar todo. Le daba igual.  Porque su cerebro tampoco funcionaba como antes. Lo descubrió a bordo de un monoplaza de Fórmula 1.

El dilema tras un accidente

El austríaco vivió el dilema de todo piloto accidentado. O  llevar a cabo una larga recuperación que deje calar en el subconsciente el impacto emocional, o acelerar el retorno para evitarlo y no perder los automatismos del pilotaje. Wendlinger escogió lo último. “En la Fórmula 1 no puedes esperar dos años para volver…” Si funcionaba, el contrato para 1995 estaba en la mesa.

En diciembre de 1994, en Barcelona, el austríaco volvió a pilotar. “No tenía fuerza muscular, en el cuello, la cabeza me dolía en los baches...” pero, sorprendentemente, logró el mismo tiempo que su colega Heinz Harald Frentzen. “Al llegar a casa le dije a mi mujer que lo bueno es que era mejor que antes”.  Pero en febrero de 1995, cuando volvió a pilotar, descubrió lo mucho que se había equivocado.

Tres años para recuperar el cerebro

“Fue como si todo el “software” de la competición se hubiera borrado”, descubrió con amargura, “no tenía coordinación, concentración…” Todo lo instintivo para Wendlinger había desaparecido. “No era el mismo, hablaba igual, andaba igual, pero sus reacciones no era las mismas”, comentaba Max Welti, el team manager de la época. “Lo triste es que creo que ni siquiera el propio Karl puede decir cuáles son las diferencias en su pilotaje…” Tras solo cuatro carreras,  en Sauber lo vieron claro y le apearon del coche. Tocaba Mónaco. “Sin duda, volví demasiado pronto”.

“Recuperar mi cerebro costó tres años, si no más… Después de las lesiones, de la recuperación, mi personalidad fue diferente”, reconocía recientemente. A pesar de que Audi le fichó para su equipo de turismos en 1996, no fue hasta 1997 cuando Wendlinger pudo ofrecer un rendimiento consistente al volante. “El software se recuperó”, reconoció. Y aunque se centró en los turismos -ganó el FIA GT de 1999- y sigue corriendo en el Campeonato GT1, el sueño de la Fórmula 1 se desvaneció aquella mañana del 12 de mayo en Mónaco.

¿Qué pensará en su fuero interno el piloto austríaco, viendo a su compañero de generación, con quien se medía al mismo nivel, lograr siete títulos mundiales? Como diría Stephen Hawking, “la vida no es como nos gustaría, justa o injusta, buena o mala. Es como es…” Seguro que esta es la lección que hubo de aprender Karl Wendlinger en la Fórmula 1.

“Pensé en aquel accidente dos veces, la primera con Rosberg, y la segunda con Pérez”. Peter Sauber volvió al pasado cuando vio a su piloto estampado contra el muro en el pasado Gran Premio de Mónaco, donde revivió uno de sus peores momentos en la Fórmula 1: el día en el que Karl Wendlinger se estrelló de idéntica manera con otro de sus monoplazas, el 12 de mayo de 1994.

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