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¿Podría ser Alain Prost el mejor piloto en la historia de la Fórmula 1?
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Javier Rubio

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¿Podría ser Alain Prost el mejor piloto en la historia de la Fórmula 1?

Los mecánicos de McLaren fueron ingeniosos pero también crueles. En el arco de seguridad del monoplaza de John Watson aparecía otro nombre con un juego de

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¿Podría ser Alain Prost el mejor piloto en la historia de la Fórmula 1?

Los mecánicos de McLaren fueron ingeniosos pero también crueles. En el arco de seguridad del monoplaza de John Watson aparecía otro nombre con un juego de letras: "Wat´srong" ("Qué va mal"). Porque nadie entendía que el jovencísimo debutante estuviera machacando a un piloto con siete años de experiencia. Desde la primera carrera de 1980, en Buenos Aires, toda la Fórmula 1 supo que había llegado un talento especial. Trece años después, aquel pequeño francés había logrado cuatro títulos mundiales y otros tantos subcampeonatos.

Pero, ¿es reconocido Prost como se merece en el imaginario colectivo de la Fórmula 1? Porque, aunque para muchos pilotos y aficionados Ayrton Senna sea la gran referencia, aún reducida en lo físico, la estatura de Alain Prost es realmente inconmensurable en la historia de este deporte. O debería serlo.

Cifras increíbles

Desde su debut hasta su retirada en 1993 (vivió un año sabático en 1992), Prost solo terminó en cinco ocasiones fuera de los dos primeros puestos. En 1984 perdió por medio punto frente a Niki Lauda. En 1988 cosechó más puntos que Ayrton Senna (campeón aquel año) pero con un reglamento que mantenía solo los mejores once resultados, Senna restó cuatro puntos por los dieciocho de Prost. Por no hablar de 1990… En sus 202 participaciones logró 106 podios. Las cifras de Alain Prost adquieren mayor relevancia si recordamos la talla de sus rivales: Lauda, Piquet, Rosberg, Mansell, Senna, Schumacher. Todos campeones de mundo. Tres de ellos, compañeros de equipo.

¿Qué Prost no era veloz? "No importa el tiempo que logres, el jod… 'Frog' será un poco más rápido", reconocía un desesperado Keke Rosberg, compañero de equipo en 1986. Frente a un Senna implacable a una vuelta –en este terreno superaba al francés-, Prost también podía terminar anticipadamente la sesión con medio segundo de ventaja sobre el brasileño, como en Francia 88, y se sentaba en vaqueros en el muro de boxes mientra Senna buscaba rebajar su tiempo infructuosamente. No lo fue la única vez que ocurrió.

En McLaren le pedían, en tono de broma, que avisara cuando se disponía a atacar en entrenamientos "porque de otra forma nos perderemos la vuelta rápida", como recordaba el mítico Jo Ramirez. Con su pequeña complexión física, sorprendía por cómo terminaba las carreras: fresco, relajado, nunca sudado. Y la mayor parte de su trayectoria la llevó a cabo con monoplazas de cambio manual…

'El Profesor' entre los mejores

"No analizo solo durante la carrera, sino al comienzo del fin de semana", explicaba en su época, "por lo que sé al comienzo de la prueba, por todo lo que analizo durante los entrenamientos, sé si ganaré o no". Se convirtió así en 'El Profesor'. Era un genio de la puesta a punto, y Senna se benefició de ello en McLaren. "Mi filosofía es que no puedes apostar todo al talento. Mi obsesión absoluta era poner a punto el coche lo mejor posible para poder conducir al 90% de mis posibilidades en la carrera. Era la mejor manera de tener algo en reserva". En McLaren, por recordar un detalle, se asombraban ante el estado de los frenos de Prost y Rosberg al final de una carrera: los discos del finlandés eran láminas de papel. Los de Prost podían afrontar otra prueba.

Pero frente a su enfoque de la competición, Prost se encontró al piloto más intenso en la historia de la Fórmula 1, alguien dotado además con un particular magnetismo. Y de ahí, quizás, el perfil con el que ha pasado a la historia. "A veces, creo que podría haber logrado mejores resultados si hubiera tenido otra mentalidad, pero también habría cometido más errores", reflexionaba una vez retirado, "siempre he pensado que era mejor ir seguro y terminar tercero o cuarto que arriesgar demasiado para terminar primero o segundo".

Porque conviene no olvidar que Prost pertenecía a una generación que había convivido con la muerte. En su primera temporada, 1980, sufrió un grave accidente en Estados Unidos, que le dejó secuelas de espalda toda su vida. Aquel año tuvo siete salidas de pista por fallos de suspensión. Vivió la muerte de Gilles Villeneuve, gran amigo suyo, y Didier Pironi acabó su carrera deportiva empotrándose bajo el Renault del francés en Hockenkeim. Aquí pensó en la retirada. Estuvo junto a De Angelis en Paul Ricard, "estaba todavía vivo, se movía... Fue una pesadilla". Prost estaba dispuesto a jugarse la vida lo estrictamente necesario.

Una película injusta y parcial

Extremadamente inteligente, conocía perfectamente los resortes políticos de la Fórmula 1 y cómo actuar sobre ellos a través de los medios de comunicación, lo que también le granjeó una maquiavélica fama. Sin embargo, muy educado y tímido, nunca tuvo una palabra más alta que otra con ningún periodista en un mundo de egos desbordados. Incluso fue capaz, en una de sus mayores 'hazañas deportivas', de seducir a Estefanía de Mónaco, como confirmaría un 'envidioso' Niki Lauda tras las confidencias recibidas del piloto francés.

La reciente película 'Senna' desfigura artificialmente el legado de Alain Prost. Convierte al francés en un personaje de guión, idóneo contrapunto para ensalzar la figura y el mito del piloto brasileño, pero manipula la realidad vivida. No debería ser este su recuerdo para el futuro. En realidad, aquel fue un duelo de titanes bajo el que latía el enorme respeto que sentían el uno por el otro y que se confirmó con la relación que surgió tras la retirada del francés. Ambos tenían demasiado en común como para que la inmensa estatura de 'El Profesor' no se reconozca en su justa medida.

Alain Prost fue un verdadero gigante. De los que, en la historia de la Fórmula 1, se cuentan con los dedos de una mano. Y encima, pasados los cincuenta, capaz de 'dar caña' este verano a todo un Mark Webber subiendo en bicicleta el Alpe d'Huez. Con un par…

Los mecánicos de McLaren fueron ingeniosos pero también crueles. En el arco de seguridad del monoplaza de John Watson aparecía otro nombre con un juego de letras: "Wat´srong" ("Qué va mal"). Porque nadie entendía que el jovencísimo debutante estuviera machacando a un piloto con siete años de experiencia. Desde la primera carrera de 1980, en Buenos Aires, toda la Fórmula 1 supo que había llegado un talento especial. Trece años después, aquel pequeño francés había logrado cuatro títulos mundiales y otros tantos subcampeonatos.

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