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María de Villota: hacedores y mirones
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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María de Villota: hacedores y mirones

Estas líneas caen con tristeza a poco de confirmarse oficialmente algunas de las lesiones de María de Villota. Todavía no conocemos el alcance y consecuencias de

Foto: María de Villota: hacedores y mirones
María de Villota: hacedores y mirones

Estas líneas caen con tristeza a poco de confirmarse oficialmente algunas de las lesiones de María de Villota. Todavía no conocemos el alcance y consecuencias de su accidente. Pero, por encima de todo, se escriben lamentando que el destino haya sido tan cruel con semejante fatalidad. Desde la muerte de Ayrton Senna y Roland Ratzenberger nadie había sufrido lesiones tan graves a bordo de un Fórmula 1. Pero que  en el caso de María ocurriera a velocidades entre 30 y 40 km/h, en uno de vehículos más seguros del mundo…

María no se rindió ante ninguna barrera. Corrió allí donde las escasas oportunidades y el dinero se lo permitían, en una carrera de acelerones y parones. Pero, sobre todo, buscó un camino hacia la Fórmula 1 que algunos no han entendido y otros han criticado. Porque correr un gran premio era el sueño de su vida. Y fue a por él, cualesquiera que fueran las armas que tuviera en su mano.

De Villota no tenía estatus de tercer piloto de Fórmula 1 en Marussia. Se estaba formando para intentar conseguirlo. Muchos se han equivocado al juzgar su posición en el equipo británico, porque no partía en 2011 como sustituto de ningún Timo Glock al que le entrara mal de estómago. Simple y llanamente, porque no estaba preparada para ello. Y para averiguar si algún día podría estarlo, entró en Marussia para formarse de cara a un objetivo de futuro.

Primero aprender, luego proceder

Así, durante este año debía conocer los entresijos y la operativa de un equipo de Fórmula 1, extremadamente compleja. Para ello, debía estar presente en todas sus áreas de funcionamiento. Debía prepararse físicamente, y lo estaba haciendo a conciencia. Tenía un programa de trabajo en el simulador para familiarizarse con un monoplaza. Si todo iba bien, antes de acabar la temporada se subiría a un Fórmula 1 en el test de los jóvenes pilotos. Y, quizás recibiría la Superlicencia. Pero para morder la manzana, antes hay que subirse al árbol. María estaba trepando para cogerla.

Y, sí, también su fichaje por Marussia era una operación de marketing, un aspecto este tan consustancial a la Fórmula 1 para todos y cada uno de los que forman parte de ella. Marketing y formación, en el caso de María de Villota, eran dos raíles de la misma vía. Se trataba también de que su presencia en el equipo británico ofreciera la mayor exposición mediática posible. Por su condición de mujer, desde luego. Pero también porque ha sido ella -y no otra- quien ha tenido la suficiente habilidad y empuje para mover aquellos hilos que la situaran en una posición que ninguna otra mujer ha logrado en estos últimos años.  De hecho, un exitoso manager y expiloto de Fórmula 1 británico debió considerar su proyecto suficientemente digno como para gestionarle la entrada en Marussia. Curiosamente, después de María se uniera al equipo británico, Toto Wolff, uno de los principales accionistas de Williams, imitó la idea con su esposa Susie Wolff, piloto del DTM.

Ella misma quiso responderse a la pregunta

¿Tenía María de Villota  nivel para competir en la Fórmula 1? Pues quién sabe. Su curriculum y experiencia, sobre el papel, invitaban a una duda legítima. Pero María quiso responderse a esa pregunta ella misma, en acción,  en la pista, después de remover cielo y tierra para buscar recursos económicos,  pero consciente también de que se colocaba ante el paredón de las críticas y prejuicios. Si su talento era o no suficiente, era cuestión de que ella misma pudiera demostrarlo. Y buscó situarse en las condiciones necesarias para ello. Si en la vida nos ceñimos a la opinión de los demás y a las ideas preconcebidas, si nos empequeñecemos nuestros propios límites, Oscar Pistorius nunca se hubiera convertido en el atleta olímpico que es desde ayer, formando parte con sus dos prótesis del equipo sudafricano de relevos. 

De ser cierto aquello de que las personas nos dividimos en “hacedores” y “mirones”, María de Villota, como Pistorius, es de las primeras. Ha pagado un precio muy alto por ello. Solo por esto merece el respeto que algunos "mirones" le niegan estos días, quienes ni siquiera han sido capaces de guardar un respetuoso silencio incluso cuando luchaba en el quirófano de un hospital británico. 

Pero seguro que tanta mezquindad están siendo eclipsada por el abrumador e impresionante apoyo que está recibiendo del mundo de la Fórmula 1. Por ejemplo,  el mismo Felipe Massa, a través de Twitter, ponía su propio accidente como referencia para dar ánimos a María. Ayer, su familia recibía de importantes miembros del Gran Circo incluso hasta ofrecimientos de aviones privados para sus necesidades médicas por si fuera necesario. Seguro que el domingo  comprobaremos otro vez ese apoyo en Silverstone.

En el Gran Premio de España, un grupo de periodistas esperábamos la llegada de Lewis Hamilton tras los entrenamientos libres para recoger sus declaraciones. Detrás, una chica joven con el uniforme de Marussia, miembro del equipo, charlaba con otra pareja también joven. “¿Sabéis que tenemos una chica piloto?”, les preguntó con ironía. Ella misma se contestó con un comentario que provocó las risas de todos ellos. Quién sabe si esa chica, que tan cruel se mostró con alguien de su mismo género, tendría hoy ánimo para recordar aquel comentario y mirar a María de Villota frente a frente. Ya saben, hacedores y mirones…

Estas líneas caen con tristeza a poco de confirmarse oficialmente algunas de las lesiones de María de Villota. Todavía no conocemos el alcance y consecuencias de su accidente. Pero, por encima de todo, se escriben lamentando que el destino haya sido tan cruel con semejante fatalidad. Desde la muerte de Ayrton Senna y Roland Ratzenberger nadie había sufrido lesiones tan graves a bordo de un Fórmula 1. Pero que  en el caso de María ocurriera a velocidades entre 30 y 40 km/h, en uno de vehículos más seguros del mundo…

María de Villota