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"¡Eh tú!, ¡dónde te crees que vas... Fittipaldi!"
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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"¡Eh tú!, ¡dónde te crees que vas... Fittipaldi!"

"Adrenalina al límite del límite, tres vueltas para terminar, mezcla de emociones, demasiado para un ser humano. Sigo pidiendo a mi sangre rusa que controle mi

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"¡Eh tú!, ¡dónde te crees que vas... Fittipaldi!"

"Adrenalina al límite del límite, tres vueltas para terminar, mezcla de emociones, demasiado para un ser humano. Sigo pidiendo a mi sangre rusa que controle mi sangre brasileña, a punto de explotar. Mantente frío, quedan menos de tres vueltas…".

"No tenía radio, y en la vuelta a boxes gritaba como un loco en el habitáculo, lloraba, una gran cantidad de emociones… ¡Mi primer título mundial!". Nuestro protagonista recordaba el pasado 10 de septiembre, en Twitter, su victoria de Monza, 1972. Cuarenta años antes se había convertido en el campeón del mundo más joven de la historia. Tenía entonces solo veinticinco, una edad inusual para la disciplina.  Hasta 2005 –Fernando Alonso- nadie logró batir su récord.

Siempre fue diferente

"Eh, tú, ¡dónde vaaaas 'Fitipaldiii'!" A pesar de ser la Fórmula 1 un deporte minoritario, en España nació el popular arquetipo social que identificaba al 'balilla' del volante y, por extensión, a quien iba por la vida a toda velocidad. Con su talento, carisma, permanente sonrisa, largas patillas y enormes gafas de sol, el piloto brasileño atrapó el imaginario popular. Porque Emerson Fittipaldi siempre fue diferente.

En 1969 llegó a Gran Bretaña un joven totalmente desconocido para el automovilismo europeo. No hablaba casi inglés. Con el dinero de las carreras ganadas en Brasil se compró un Fórmula Ford. Un año después se subía a un Fórmula 1. Ganaba en su cuarta carrera. Tres más tarde, era campeón del mundo. Nunca se había visto nada igual.

Mente fría y corazón caliente

Colin Chapman descubrió un diamante en aquel brasileño. Pero en 1970 se mató el líder del equipo, Jochen Rindt. John Miles, el segundo piloto, dejó Lotus. De repente, el escudero se convertía en caballero. En 1971 plantó cara a Jackie Stewart, aunque un accidente de tráfico le dejó sin opciones. Al año siguiente se proclamó campeón con el famoso 72D en Monza. Su padre, periodista, narraba la carrera para la televisión brasileña.

¿Cómo tal prodigio en un mundo donde mandaba la veteranía y la experiencia? Había corrido cinco años en karts, pero aquel cachorro dosificaba en la pista aquella mezcla de sangre rusa y brasileña con una mente fría y un corazón caliente  inusual para la edad. Era un reloj en la pista, analítico, y siempre preocupado por la seguridad. No hacía locuras.

Una decisión  romántica y fatal 

En 1974 logró su segundo título con McLaren. Semejante precocidad y talento apuntaba hacia los récords de Fangio. Pero en la cresta de la ola tomó repentinamente una de las decisiones más singulares –y erróneas- en la historia de la Fórmula 1. Sin embargo, también fue la más romántica de todas.

¿Se imaginan a Alonso abandonando Ferrari para crear HRT? De repente, 'Emmo' dejó McLaren para formar su propio equipo. Se trataba de un  proyecto financiado por la empresa azucarera estatal Copersucar. Había mucho dinero por medio, pero también algo más profundo: la culminación de los sueños de juventud de dos hermanos, Wilson y Emerson.

Tocado y casi hundido

Ambos habían corrido juntos en karts y, todavía adolescentes, crearon un pequeño negocio relacionado con la competición: vendían volantes, piezas de recambio, preparaban y preparaban coches de competición… Siempre juntos. Ahora iban a construir su propio equipo y monoplaza de Fórmula 1. Se presentaba como la escuadra de Brasil pero, sobre todo, era “el equipo de la familia”.

Se antojó un fracaso anunciado y así sucedió. Fittipaldi Automotive desapareció en 1982 tras una desastrosa trayectoria. 'Emmo' se retiró en 1980 de la Fórmula 1. Al final compitió en 144 carreras. Ganó solo catorce, todas hasta 1975. Volvió a Brasil, olvidado por la opinión pública, divorciado, casi arruinado. Fueron años de una dura crisis personal. Declaró que nunca más volvería a competir. Pero él fue quien abrió el camino de la Fórmula 1 a los Piquet, Senna y compañía.

Disfrutar de las carreras como en los setenta

En 1984 fue invitado a una carrera de prototipos en Miami. Sintió que su vida de piloto estaba inacabada. Comenzó a competir en la Indy, la Fórmula 1 americana. Poco a poco floreció el gran piloto que Emerson llevaba dentro. Se adaptó incluso a los peligrosos óvalos. "Construir mis propios coches de carreras fue el mayor error de mi vida. Ahora quiero disfrutar con las carreras de nuevo, tan solo por lo que son". Y vaya si lo hizo. 

En 1989 ganó el título de la Indy. También las 500 millas de Indianápolis en dos ocasiones. "Me siento como si hubiera nacido otra vez, no puedo creer en mi suerte. Disfruto cada día de mi vida", reconocía por entonces. En 1993, en el óvalo de Cleveland, el veterano 'Emmo' batió, tras un impresionante duelo, a Nigel Mansell, a quien también había ganado poco antes en la 500 Millas. Cambiaron de posición siete veces en vuelta y media, "no podría haber hecho algo así con ningún otro piloto, nos habríamos estrellado", reconocía el británico. 'Emmo' tenía ya 47 años. "Disfruté en America porque los coches eran más como los de la Fórmula 1 en los setenta".

Una nueva vida

En Estados Unidos exprimió todo aquel tremendo potencial inacabado. Con cincuenta años seguía en activo. Sin embargo, un brutal accidente en el óvalo de Michigan, en 1990, estuvo a punto estuvo de terminar con su vida. No quedó paralítico por milímetros. "Me lo tomé como un aviso del Señor", declaró para justificar su retirada.

Emprendió una nueva vida, a punto de ser truncada por un accidente de avioneta mientras sobrevolaba sus plantaciones de naranjos. Una vez más, siguió adelante. Creó un imperio empresarial en Brasil. El pasado fin de semana daba la salida a la carrera del Mundial de Resistencia en Sao Paulo como organizador de la prueba. Su tercera esposa, con la mitad de su edad, le abrazaba emocionada. Y como siempre, 'Emmo' lucía su eterna sonrisa.

"Eh tú, ¡dónde vas… Fittipaldi!"  Encarnar el arquetipo de la velocidad… Qué mayor honor para un piloto ¿no creen?

"Adrenalina al límite del límite, tres vueltas para terminar, mezcla de emociones, demasiado para un ser humano. Sigo pidiendo a mi sangre rusa que controle mi sangre brasileña, a punto de explotar. Mantente frío, quedan menos de tres vueltas…".