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Fangio: "Nunca había sido tan rápido antes, nunca lo sería después..."
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Javier Rubio

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Fangio: "Nunca había sido tan rápido antes, nunca lo sería después..."

“Nada me proporcionaba más satisfacción que ganar en Nurburgring y, aún así, siempre tenía miedo. Cuando dejaba mi casa para ir al Gran Premio de Alemania, solía

Foto: Fangio: "Nunca había sido tan rápido antes, nunca lo sería después..."
Fangio: "Nunca había sido tan rápido antes, nunca lo sería después..."

“Nada me proporcionaba más satisfacción que ganar en Nurburgring y, aún así, siempre tenía miedo. Cuando dejaba mi casa para ir al Gran Premio de Alemania, solía pararme y mirar atrás durante un buen rato, no sabía si regresaría otra vez a casa”.  Jackie Stewart sintetizaba así esa mezcla de atracción y temor que siempre despertaban las 122 curvas del famoso 'Infierno del Norte'.

En aquella década de los setenta también le preguntaron a un retirado Juan Manuel Fangio si prefería la Fórmula 1 del momento o volvería a elegir su época. “Me gustaría volver a correr en mi tiempo, el piloto hoy está identificado con su coche y no sabes cuál es uno y otro, puede ser llamado progreso, pero prefería mi tiempo”, contestó el campeón argentino.

Con los estándares de la Fórmula 1 actual, una carrera en el Nurburgring de los cincuenta con los coches de la época sería  comparable a volar en avión a América, o viajar en carabela a través del Atlántico como hace siglos. Entonces, los logros adquieren otro valor. Por tanto, ninguno como el de Fangio en Nurburgring en 1957, uno de los mayores monumentos en la historia de este deporte.

Uno de los mejores pilotajes de siempre, si no el mejor

Stirling Moss era rival, amigo personal, y también admirador de Fangio. Frecuentemente se colocaba a su estela en la pista, les llamaban 'el tren', “cuando rodaba detrás suyo éramos  normalmente los dos más rápidos”. Nadie como Moss para calibrar lo que allí vivió, “uno de los mejores pilotajes de todos los tiempos, quizás el mejor de todos. Fui testigo de ello, de hecho acabé quinto en aquel Gran Premio de Alemania”.  

El argentino podia rematar su quinto título en aquella mítica carrera. Curiosamente, la dinámica de la prueba guardaba ciertas similitudes con el presente. El Maserati de Fangio equipaba neumáticos más blandos que los Ferrari, por lo que el argentino atacó desde el principio para lograr un ventaja suficiente ante la necesidad de repostar y cambiar sus neumáticos a mitad de carrera.

Eran 22 vueltas a un interminable circuito de 22,81 kilómetros de baches, saltos y curvas ciegas  en medio del bosque. Desde la pole, Fangio logró medio minuto de ventaja sobre sus rivales a mitad de carrera. Lo previsto. Pero cuando entró en boxes a mitad de carrera la parada se hizo eterna para sus mecánicos. Volvió a la pista a casi cincuenta segundos de diferencia frente a los Ferrari de  Mike Hawthorn y Peter Collins. Faltaban diez vueltas para la bandera a cuadros. Entonces, se desató el Fangio más sublime, nunca antes visto.

Una gran fortaleza física

Pero había que tener naturaleza para ello. “El cuerpo humano es como un coche”, decía el piloto argentino, “con el tiempo, el desgaste de un coche no depende de su edad, sino del tratamiento que recibe”. Fangio tenía entonces 46 años. El argentino era conocido por su extraordinaria fortaleza. Se cuidaba mucho físicamente. A esa edad solo tenía cerca de 45 pulsaciones por minuto en reposo. Dormía invariablemente doce horas al día. Antes de cada carrera, la noche anterior visualizaba cada curva. QNi siquiera en aquella ocasión sería capaz de imaginar en su mente la proeza que llevaría a cabo.

"Alcancé el límite de mi concentración"

Poco a poco recortó diferencias. “Ganar no es cuestión de coraje, sino de confianza en sí mismo y el en coche”, declararía después recordando aquella carrera, “pero Nurburgring siempre fue mi pista favorita desde el primer día que piloté allí con un Alfetta en 1951, un circuito que era peligroso era bueno para mí, porque marcaba las diferencias entre todos nosotros, y mi suerte nunca me dejó abandonado”.

Ante el asombro del público, alcanzó y superó a Collins, “intentaba nuevas cosas, me llevaba a superarme a mí mismo en los puntos ciegos donde antes nunca había tenido el coraje de llegar al límite. Nunca fui un piloto espectacular, intentaba ganar lo más lentamente posible. Hasta aquella carrera nunca me había pedido tanto a mí mismo o a los coches”. Fangio traicionó por una vez su tradicional instinto de conservación. En la penúltima vuelta adelantó a Collins por dentro de una curva cuando este se abrió para trazarla.

“Alcancé el límite de mi concentración y de voluntad de victoria, fueron las dos cosas que me permitieron correr los riesgos que corrí aquel día. Sabía que podía ganar, pero igualmente sabía que podía perder”. Juan Manuel Fangio ganó con 3,6 segundos de ventaja sobre el británico. Lograba así su quinto y último título. Fue también su última victoria en la Fórmula 1.

"Si cerraba los ojos, me encontraba de nuevo en la carrera"

“Me exigí tanto, que no pude dormir durante las dos noches siguientes” recordaría, “estaba en tal estado, que cada vez que cerraba los ojos es como si me encontrara de nuevo en la carrera, acortando en la oscuridad por aquellas curvas en las que nunca había tenido el coraje de llegar al límite hasta aquel momento. Durante dos días rememoraba con aprensión lo que había hecho, un sentimiento que no había tenido antes, una sensación que todavía vuelve hoy en día cuando recuerdo aquello. Nunca había pilotado como lo hice entonces, pero también sabía que nunca más podría volver a ir tan rápido”

“La palabra “increíble” está muy devaluada estos días", recordaría después un ya retirado Stirling Moss, “pero lo que Juan Manuel Fangio hizo aquel 4 de agosto de 1957 fue, y sigue siendo así, increíble”.

“Nada me proporcionaba más satisfacción que ganar en Nurburgring y, aún así, siempre tenía miedo. Cuando dejaba mi casa para ir al Gran Premio de Alemania, solía pararme y mirar atrás durante un buen rato, no sabía si regresaría otra vez a casa”.  Jackie Stewart sintetizaba así esa mezcla de atracción y temor que siempre despertaban las 122 curvas del famoso 'Infierno del Norte'.