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La agonía de Caterham y Marussia, la mejor noticia para la Fórmula 1
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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La agonía de Caterham y Marussia, la mejor noticia para la Fórmula 1

La ausencia de los dos equipos en la recta final de la temporada pone a la Fórmula 1 ante el espejo de sus problemas. No se puede mirar ya a otro lado

Foto: Jules Bianchi y Marcus Ericsson en el trazado japonés de Suzuka (Efe).
Jules Bianchi y Marcus Ericsson en el trazado japonés de Suzuka (Efe).

La agonía de Caterham y Marussia es una gran noticia para la Fórmula 1. Aunque suene extraño así, a bocajarro. Porque como ese enfermo que está incubando la enfermedad sin acabar de romper con los dolores y la fiebre, al menos ahora no queda otra que afrontar la realidad.

Aunque nadie puede alegrarse de la situación que afrontan las plantillas de ambos equipos -Sauber está en respiración asistida-, Bernie Ecclestone, la FIA y los equipos punteros ya no tienen más opción que plantarse delante del toro. El modelo actual es sólo viable para unos pocos y, para colmo, con una Fórmula 1 menos atractiva respecto a otras épocas. Ojalá esta crisis sirva para que el enfermo salga renovado. Aunque si así fuera, no será de forma inmediata.

La tarta, para unos pocos, pero con palmeros alrededor

Valga un dato. Resulta aberrante que dos equipos estén en trance de desaparecer y otros boqueen como peces fuera del agua en el primer año de la introducción de los propulsores híbridos que han disparado brutalmente los ya de por sí elevados costes operativos de la Fórmula 1. Pero era absolutamente previsible. ¿En qué cabeza cabía, cuando anticipar las consecuencias era como chutar a puerta vacía?

La Fórmula 1 genera casi 1.500 millones de dólares en derechos comerciales, pero casi la mitad de la parrilla pide a gritos la campana como zombies económicos. El sistema está montado para que CVC primero (el fondo inversor de capital dominante) y cuatro equipos después se coman el grueso de la tarta. Eso sí, los protagonistas necesitan coristas para que lucir el palmito en la pista. Pues bien, ya ni es posible si no hay capacidad para llenar las parrillas con el mínimo comprometido con los organizadores.

El coste mínimo para un equipo es desorbitado porque no baja de los 130 millones de euros por temporada por todos los conceptos, según le han remitido en una carta a Jean Todt los responsables de Caterham, Marussia, Sauber y Force India. Sólo en motores, 28 millones. Por mucha pasión y afición que pueda sentirse por este deporte, son cifras que en una perspectiva racional están fuera de lugar.

¿Y para qué?

A grandes rasgos, estos son los síntomas de la enfermedad que ahora se manifiestan con toda su crudeza. Todo lo anterior tendría justificación si el modelo hiciera sostenible una saludable parrilla que nos ofreciera en 2014 carreras trepidantes y un espectáculo que atrae a las audiencias de forma masiva. Pero con este nuevo reglamento los monoplazas actuales son caricaturas de lo que se supone debería ser el máximo exponente del automovilismo. Muy caras y sofisticadas, eso sí, pero ocho segundos más lentas que en 2004.

Los coches actuales han perdido su potencia visual y acústica. Son más lentos y menos exigentes para los pilotos. Estos, para colmo, parecen tripulantes dirigidos por ingenieros desde boxes, con su talento maniatado por demasiados condicionantes en carrera. Y todo ello, para que Mercedes -olé por ellos- pueda ganar las carreras saliendo desde boxes, como nos confirmaron una vez más en Sochi.

Ecclestone lo sabía, igual que la FIA y que los equipos. Pero en fuga hacia delante no se han tomado medidas porque en la defensa de los particulares intereses se ha perdido de vista el interés general. Aún recordamos a Montezemolo en Bahrein, adalid en defensa de una mejor Fórmula 1, apelando a los mensajes de queja recibidos de los aficionados. Pero asegurado antes un enorme trozo de la tarta con Ecclestone y CVC para Ferrari. Eso sí, con equipos a los que vender motores y de relleno en las parrillas.

Que Caterham y Marussia revienten como el ciclista incapaz de una pedalada más es triste, pero necesario. Obligará a quienes disfrutan de una posición privilegiada en la Fórmula 1 -incluyendo la FIA- a enfrentarse a la realidad. Y tendrán que buscar soluciones. No es algo nuevo, todos sabían que llegaría este momento. Ahora ya es inevitable.

Ha llegado el momento de reinventar la Fórmula 1

¿Tres monoplazas por equipo? ¿Por qué no? ¿Limitaciones presupuestarias en determinadas áreas técnicas? Quizás ¿Redistribución de la tarta de los derechos? ¿Nuevos formatos de fin de semana, con una mayor ‘creatividad’ para ofrecer mejores carreras? Quién sabe… Lo que sea. ¿No se presume de la increíble capacidad para desarrollar logros técnológicos impensables con los motores, por ejemplo? ¿Y esa capacidad no existe para corregir el tiro de la Fórmua 1?

Lejos el ánimo de sugerir cualquier solución simplista porque este es un mundo extraordinariamente complejo. Pero somos sus destinatarios finales. Por eso cabe pedir que nos ofrezcan otra Fórmula 1. Los aficionados y los espectadores en casa ya no quieren que se les echen los cacahuetes de un espectáculo menor mientras cuatro engordan la cartera y otros pierden la suya.

Si algo ha distinguido a este singular deporte y sus protagonistas a lo largo de la historia es su capacidad para reinventarse de las crisis y altibajos. Con Marussia y Caterham en la UCI o en el cementerio, ha llegado el momento de la catarsis, de reinventar nuevamente la Fórmula 1.

La agonía de Caterham y Marussia es una gran noticia para la Fórmula 1. Aunque suene extraño así, a bocajarro. Porque como ese enfermo que está incubando la enfermedad sin acabar de romper con los dolores y la fiebre, al menos ahora no queda otra que afrontar la realidad.

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