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La traición de Verstappen a sí mismo para poder ganar a Alonso, Hamilton y Vettel
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Javier Rubio

Dentro del Paddock

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La traición de Verstappen a sí mismo para poder ganar a Alonso, Hamilton y Vettel

El piloto holandés Max Verstappen tendrá que pulir su estilo instintivo en favor de planteamientos más prágmáticos, lo que parece ir en contra de su personalidad y su temperamento

Foto: El piloto holandés Max Verstappen. (Twitter @Max33Verstappen)
El piloto holandés Max Verstappen. (Twitter @Max33Verstappen)

Hace dos años, Max Verstappen no solo dejaba anonadado a la Fórmula 1, sino también al deporte en general. Lograba una increíble victoria en su primera carrera con Red Bull, en el GP de España. Batía todos los récords de precocidad y progresión. Las expectativas creadas en torno al holandés parecían cumplirse fulgurantemente como pocas veces en la historia de este deporte. El infinito y más allá era el límite. Dos años después, Verstappen llega a Montmeló en una posición muy diferente: la duda.

Habrá que quien considere extraña esta ultima afirmación para quien representa la personificación de la total confianza y seguridad en el propio talento, uno de los grandes atractivos de Max Verstappen. Pero un piloto es la expresión de su carácter, y quizás el holandés esté descubriendo que deberá modificar algunos de sus rasgos básicos para adquirir el perfil completo requerido para ser campeón del mundo algún día.

El diferente rasero de Verstappen

A Verstappen posiblemente se le este tratando con otro rasero diferente a cualquier otro piloto que hubiera cometido tantos y tan recurrentes fallos en estas cuatro primeras carreras de 2018. En Melbourne le pudo la impaciencia y no escuchó a su ingeniero. Destrozó su carrera. En Bahrein falló en los entrenamientos (“entró de repente la potencia”), y tuvo el incidente con Hamilton. En Shanghai se comportó como un adolescente en una carrera dominical de karting. En Bakú fue el principal responsable del accidente entre los dos monoplazas austríacos Por una maniobra menos agresiva se crucificó a Vettel en Singapur.

Foto: Hamilton y Verstappen en Japón 2017. (Reuters)

Red Bull y sus responsables se apresuraron a echar un manto protector sobre Verstappen en Bakú. Ricciardo se prestó obedientemente a ello. Después del fiasco de China, se podía haber abierto la veda mediática con el holandés. Un activo con inmenso poder de revalorización podía verse en la picota. Al holandés se le está tratando como un niño travieso al que se le ríen las gracias, paradójicamente, porque son expresión de su talento. Por ello, ante semejante racha después de varios años en la F1, habrá de reflexionar si su estilo y el carácter como piloto le harán campeón del mundo algún día.

Cuestión de juventud, o de personalidad

La juventud también juega su papel. Verstappen aún ha de madurar como ser humano. Esa personalidad tan fascinante con el casco y los guantes puestos también puede volverse en contra cuando te enfrentas a los Hamilton, Alonso, Ricciardo y Vettel. Contra tres de ellos ha tenido problemas recientemente. Y porque el español no se pone a tiro. Por dos razones: su estilo de competir puede ser enormemente brillante, pero no efectivo ni pragmático. Y porque quizás el piloto holandés se ha convertido en un prisionero de esa imagen 'killer' que se ha labrado en la Fórmula 1, y a la que debe responder en cada cuerpo a cuerpo. Empecemos por este último punto.

Foto: McLaren presentará un coche totalmente nuevo en el Gran Premio de España (Imago)

Desde su llegada, Verstappen ejerce de pistolero fulminante que saca la pistola antes que nadie en los duelos para adelantar. Cuando querías pestañear, estaba soplando la pistola humeante con su rival yaciendo en el suelo. Una tónica de comportamiento en pista que ha querido mantener a toda costa frente a los ‘capos’. No le haces un caño a Sergio Ramos así como así. Verstappen ya no puede llegar, besar el santo y pasar por encima de cualquiera para responder a esa fama labrada estos años. Ramos no solo te cierra las piernas, te quita la pelota y luego te deja tirado. Suerte que corre para Red Bull.

El sacrificio de su instinto

Su estilo es instintivo, irreverente, implacable, directo, ganador. Un regalo para los aficionados. Pero a la postre, los puntos son los que otorgan los títulos. Por muy deslumbrante y atractiva que resulte, si esa personalidad al volante no proporciona resultados los campeonatos se alejan. En este sentido, da la sensación de que Verstappen tendrá que traicionarse a sí mismo si ha de responder a las altas expectivas depositadas en él. O dicho en otros términos, tendrá que sacrificar exuberancia e instinto por pragmatismo. Ley de vida para tantos en la historia de la Fórmula 1. Que le pregunten a Prost con Lauda, por ejemplo. Pero en su caso, en mayores dosis.

Gilles Villeneuve fue un ídolo increíble por su malabarismo en pista. En general, era consenso en su época que nunca sería campeón con ese estilo frente a los Lauda, Pironi, Prost y Scheckter. Pero Gilles era Gilles, “sei único”, le gritaba aquel aficionado italiano en el Jarama cuando subía al podio tras su increíble victoria en el Gran Premio de España de 1981. Desgraciadamente, nunca se supo cual hubiera sido su evolución como piloto. Pero conociendo al individuo, cabían serias dudas de que Villeneuve se hubiera traicionado a sí mismo.

De aquí la duda que el piloto holandés se habrá de plantear en estos momentos cruciales de su carrera. 'Ser o no ser'. Mantenerse fiel a este estilo aguerrido, visceral, instantáneo, o sacrificar y pulir al joven de gatillo fácil que tanto a encandilado a la Fórmula 1. Y a Helmut Marko. Hagan apuestas.

Hace dos años, Max Verstappen no solo dejaba anonadado a la Fórmula 1, sino también al deporte en general. Lograba una increíble victoria en su primera carrera con Red Bull, en el GP de España. Batía todos los récords de precocidad y progresión. Las expectativas creadas en torno al holandés parecían cumplirse fulgurantemente como pocas veces en la historia de este deporte. El infinito y más allá era el límite. Dos años después, Verstappen llega a Montmeló en una posición muy diferente: la duda.

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