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Toto Wolff o por qué se te cae el alma a los pies cuando lo comparas con los políticos
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Javier Rubio

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Toto Wolff o por qué se te cae el alma a los pies cuando lo comparas con los políticos

La inteligencia de Toto Wolff para gestionar equipos humanos que sus éxitos refrendan pone el listón muy alto cuando se compara con gestores que deciden sobre la vida de millones de personas

Foto: Toto Wolff y Lewis Hamilton celebran el séptimo título del piloto en Estambul (EFE)
Toto Wolff y Lewis Hamilton celebran el séptimo título del piloto en Estambul (EFE)

El rechinar puede resultar hasta doloroso. Quienes busquen en la Fórmula 1 el valor del factor humano percibirán el abismo con ciertos personajes que dirigen la vida pública en diferentes ámbitos, especialmente el político. Cualquier deporte alberga individuos extremadamente inteligentes, pero su densidad en la Fórmula 1 es notable por la complejidad de su naturaleza. Tanto desde la perspectiva del piloto, el ingeniero, o el gestor de organizaciones. Individuos que en solo un año queman etapas que en otros ámbitos requieren cinco. Cableados para rendir, lograr objetivos, resultados, siempre bajo presión. Por ello, cuando se constata el nivel de formación y desempeño de sujetos con responsabilidades públicas que toman decisiones cruciales para nuestras vidas, la comparación despeña el alma al suelo.

En tan ultracompetitivo entorno de personalidades brillantes, Toto Wolff es de las más fascinantes que han pasado por la Fórmula 1. Un verdadero manual andante para la gestión de recursos humanos y técnicos. Nadie ha mantenido una organización durante tantos años en semejante nivel de excelencia. Wolff aúna una rara amalgama de cualidades intelectuales y humanas que explican el éxito de Mercedes desde 2014. Sin duda, su caso práctico ya estará siendo diseccionado en escuelas de negocios y gestión.

"¿Qué puedo hacer por tí?"

Sobra recordar el palmarés de Mercedes, pero Hamilton sintetizaba estos días el perfil del artífice último de tantos éxitos. “Creo que es su mentalidad, el equilibrio entre dirección, compasión, comprensión y ego. Todo ello se une para crear el mejor jefe que puedas. No intenta estar delante en cada foto, no reinvindica nada, pone al equipo primero. Creo, sin duda, que es el mejor líder aquí. No importa lo que la gente diga, nadie ha hecho un trabajo como el suyo”. Obviamente, el británico juega en casa, pero resulta difícil rebatirle. Hamilton añadía algo más, “Cada persona en el equipo... Se preocupa cómo está cada uno. “¿Cómo van las cosas fuera de la pista?” “¿Cómo van las cosas en casa con tu familia? ¿Hay algo que podamos hacer para que te sientas mejor en la oficina?”. Es un gran tipo, y me siento privilegiado por tenerle como nuestro líder. No hubieras logrado todo esto sin su guía”.

Como el propio Wolff ha reconocido, el consejo de Mercedes le eligió porque quería un líder de empresa, no de una gran corporación. Alguien que tomara decisiones rápidas y las ejecutara fulminantemente, pero cubriendo las espaldas de quién paga. “Si pierdes, queremos que seas quien aleje las balas de nosotros, si ganas, danos un poco de sol” explicaba que fue la misión recibida de Dieter Zetsche y compañía cuando recibió los galones. Nunca ha tenido que desviar esas balas, porque desde 2014 no ha perdido.

Un buen pastor del rebaño humano

Cierto, gestionar una entidad de mil personas y dirigir políticamente la heterogeneidad y complejidad de un país son dimensiones diferentes. Pero la fibra del líder se tensa y ejerce en todo tipo de entornos. El gran liderazgo se huele en cualquier ámbito. Barack Obama hablaba maravillas en sus recientes memorias de Angela Merkel desde el punto de vista político y humano. Lleva 15 años liderando un país como Alemania, y por algo será. Con sus palabras tras el séptimo título de Mercedes, Hamilton ensalzaba una línea de pensamiento y acción que el propio Wolff defiende y practica desde hace años. Se trata de coherencia. Ya van siente títulos.

Huérfano temprano de padre, aprendió de niño la dura lección de la vida para salir adelante. Piloto de carreras, inversor de gran éxito, llegó a la F1 con una amplia trayectoria humana y profesional. ¿Su mayor talento? Una experiencia vital y una inteligencia emocional brillantemente aplicada, una filosofía de gestión donde el factor humano es epicentro, y Wolff parece ser un gran artista para cuidarlo. “Una parte esencial de mi papel y habilidad que desarrollé durante mis tiempos en el ‘private equity’ era asegurarme que la gente está en su mejor posición, y que se mantiene allí”, explicaba en una entrevista de 2015, fecha que confiere más valor a todos sus éxitos desde entonces.

“Como un entrenador en un equipo de fútbol, necesito entender qué hace que un individuo rinda, y no solo Lewis o Nico, pero también todos aquellas estrellas del equipo que no son tan famosas”, explicaba a modo de brújula personal de gestión, ¿Qué entorno debo propocionarles para que rindan mejor?” Resuenan así confirmadas las actuales palabras de Hamilton. “Algunos necesitan cenar regularmente, algunos salir con la bicicleta, otros no necesitan tanta atención, algunos necesitan un policía, algunos confianza. Y esto es solo un área ¡Soy el doctor Freud!”.

Haz lo que quieras

El propio Hamilton es el mejor exponente de esa habilidad para la gestión del factor humano por parte de Toto Wolff. El británico reconocía en Estambul que antes de fichar por Mercedes deseaba escapar de la camisa de fuerza que sobre él ejercía Ron Dennis. Quería abrirse a actividades vitales nuevas, explorar su naturaleza, y Mercedes debía entenderlo. Efectivamente, descubrimos a un Hamilton abierto a la vida fuera de la F1, viajando constantemente a todo tipo de actos sociales en su jet privado entre grandes premios…Todo el mundo se preguntaba por qué Wolff permitía semejante dispersión y, a veces, imagen. El último ejemplo es el apoyo la cruzada antirracista del británico, hasta pintar los coches de negro. Sin duda, Wolff ha sabido exprimir la quintaesencia del singular talento del piloto británico, manteniendo vibrante e increíblemente competitiva a su organización.

Con sus luces y sombras, Toto Wolff no será un santo varón, pero sí un sabio pastor de seres humanos, poliédrico en la comprensión de sus múltiples naturalezas. De hecho estudia neurociencia y medita regularmente. Escucharle, leerle y verle en acción permite disfrutar de otro tipo de virtuosismo en la Fórmula 1. Luego, sales a la vida cotidiana, ves a algunos personajes decidir sobre el destino de miles de seres humanos y…mejor dejarlo. Si hasta le da tiempo para hacer pesas y ponerse cachas...

El rechinar puede resultar hasta doloroso. Quienes busquen en la Fórmula 1 el valor del factor humano percibirán el abismo con ciertos personajes que dirigen la vida pública en diferentes ámbitos, especialmente el político. Cualquier deporte alberga individuos extremadamente inteligentes, pero su densidad en la Fórmula 1 es notable por la complejidad de su naturaleza. Tanto desde la perspectiva del piloto, el ingeniero, o el gestor de organizaciones. Individuos que en solo un año queman etapas que en otros ámbitos requieren cinco. Cableados para rendir, lograr objetivos, resultados, siempre bajo presión. Por ello, cuando se constata el nivel de formación y desempeño de sujetos con responsabilidades públicas que toman decisiones cruciales para nuestras vidas, la comparación despeña el alma al suelo.

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