Me voy de Eurocopas
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En Toulouse nadie pitó a Piqué, ya era hora
Es curioso cómo cambia el aficionado que viaja con respecto al aficionado que simplemente está en casa. En España, a Piqué lo odian en casi todos los estadios. En Francia le adoraron de principio a fin
En los últimos dos años especialmente, Gerard Piqué ha sido considerado como el enemigo público número uno del Estado español, de todo lo que huela a español, en realidad. Se le ha colocado a la altura de los reyes andalusíes y de Artur Mas. Había que odiar a Piqué o, por el contrario, odiabas a España. Esa dicotomía era irremediable en este país de blancos o negros, y no hablo de color de piel, es evidente, que os veo venir. Pero parémonos un momento a pensar qué narices ha hecho Piqué en este tiempo para que tengamos la obligación de odiarlo para amar a nuestra nación.
[Todo sobre la Eurocopa, aquí]
Piqué nunca ha mostrado abiertamente estar a favor de la independencia de Cataluña, sino que ha apoyado que se pudiera realizar un referéndum plebiscitario sobre ello. Que una cosa no quita la otra es obvio, pero nunca ha dicho nada que estuviera fuera de lugar (que tampoco está fuera de lugar querer separarse de España, cada uno que piense lo que le venga en gana). El único problema que ha tenido Piqué es decir siempre lo que pensaba, sin callarse, sin evitar decir las típicas frases hechas que dicen todos para quedar bien. Él ha estado siempre de su lado, sin pensar en el qué dirán, porque le da igual. Es auténtico, y entre otras cosas, por eso es único.
[Con Iniesta (y Piqué) todo es posible]
Jugar en el Barça en un país de madridistas también le ha perjudicado en ese sentido, claro, y más cuando muchos medios de comunicación incitan con descaro a alabar todo lo que hace el Real Madrid y a criticar hasta la más estúpida metedura de pata del Barcelona. Ahí, jugando de azulgrana, se podía entender que en la mayoría de estadios le silbase toda la grada, ya que jugaba para el equipo contrario y si se puede desestabilizar a uno de los mejores jugadores del rival, pues mejor (aunque a Piqué nunca le ha alterado ni un poco esa circunstancia). Pero lo que no me cuadra ni a mí ni a unos cuantos cuerdos más es que se le pitase jugando con España, que es el equipo de todos, o eso se dice.
Supongo que no hace falta decir nada más... Somos un magnífico equipo! Un gran día para todos. pic.twitter.com/QuZGPcCwrH
— Gerard Piqué (@3gerardpique) 13 de junio de 2016
Pónganse en una situación. Piensen en el partido que jugó España contra Inglaterra en el estadio Rico Pérez de Alicante. Aquel día, Gerard Piqué fue titular y jugó los 90 minutos en la victoria por 2-0. Y cada vez que tocaba el balón, el público le silbó hasta perder todo el aire de los pulmones, demostrando así todo el daño que le van a hacer con su odio infundido. No marcó Piqué, pero ¿qué habría pasado si hubiera marcado? ¿Habría habido aficionados en la grada que no habrían celebrado el gol por ser él el que lo hubiera anotado? ¿O lo habrían cantado como cantaron los tantos de Mario y Cazorla?
[Piqué, de pitado a desatascador]
Es curiosa la diferencia que existe entre el aficionado que viaja y el que simplemente está en casa. En Toulouse, en el debut de la selección española en la Eurocopa, nadie pitó a Piqué. Se oyó un levísimo sonido de viento cuando se le mencionó por primera vez por la megafonía, pero no se volvió a escuchar. Piqué tocaba el balón y sólo oía los cánticos de ambas aficiones. Se tenía que sentir hasta raro el central. Y luego, para demostrar su poco compromiso con España, remató a gol el centro de Iniesta. Y el público saltó jubiloso. Daba igual quién fuese el que marcara. Había ganado la Selección. "Si nos ponemos a buscar cosas externas, sí que me alegra que haya marcado Piqué", dijo Iniesta, su capitán, su amigo.
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El primero que acudió a celebrar con él fue Sergio Ramos, el que le odia también. Y después, en un acto de desfachatez, salió con su hijo Milan al campo, y el niño llevaba una camiseta de España. ¡Qué locura! ¿Pero Piqué no quería que España se hundiera en los infiernos?
En los últimos dos años especialmente, Gerard Piqué ha sido considerado como el enemigo público número uno del Estado español, de todo lo que huela a español, en realidad. Se le ha colocado a la altura de los reyes andalusíes y de Artur Mas. Había que odiar a Piqué o, por el contrario, odiabas a España. Esa dicotomía era irremediable en este país de blancos o negros, y no hablo de color de piel, es evidente, que os veo venir. Pero parémonos un momento a pensar qué narices ha hecho Piqué en este tiempo para que tengamos la obligación de odiarlo para amar a nuestra nación.