Es noticia
El Barcelona, los pitos al himno español y la catalanofobia
  1. Deportes
  2. Mata-dor
Javier Gómez Matallanas

Mata-dor

Por

El Barcelona, los pitos al himno español y la catalanofobia

En la final de la Champions, la mayoría de aficionados catalanes no dudaron en silbar a la megafonía cuando hablaba en castellano, algo que el propio Matallanas vivió en primera persona en Berlín

Foto:

"Cuando han hablado en castellano por megafonía han silbado la mayoría de los del fondo del Barça", le comenté a mi mujer cuando volvía de comprar unos refrescos en el estadio Olímpico de Berlín. "A ver lo que dices, que yo soy catalán y silbamos porque hay libertad de expresión", interrumpió la respuesta de mi mujer un señor sentado a dos butacas de la mía. "Nosotros no silbamos cuando hablan en catalán", le respondió mi mujer. "¡A ver si nos botáis, a ver si nos dejáis irnos de España!", dijo mirándome a mípendenciero. Me sacaba unos años y era aún más voluminoso que yo. Quedaba un cuarto de hora para que empezara la final de la Champions y de repente me vi enzarzado en una discusión. "Una cosa es libertad de expresión y otra la falta de educación, porque cuando hablan en italiano y en inglés no silbáis". Me arrepentí de esta frase nada más decirla. El tono de mi contrincante subió. Le salió un insulto, en perfecto castellano, yo me envalentoné con chulería madrileña. Hubo un cruce feo de palabras. Mi mujer me decía que me cambiara de sitio. Mi hijo, ajeno a la bronca, miraba los videomarcadores esperando impaciente ver jugar a Pirlo, Morata, Iniesta, Messi y compañía. Miré a Mario, mi chaval de 7 años, respiré y racionalicé.

Habían pasado unos minutos. Cuando sonaba el himno de la Champions pensaba en que lo que nos une es más de lo que no separa. En lo bueno. Y en lo malo. Dos tipos confrontacionales, mal educados, mal encarados. El deseo de victoria del Barça por el convencimiento desde la niñez de ir siempre con el equipo español se llegó a difuminar en el momento de ofuscación. Yo mismo, tolerante con el deseo de muchos catalanes de independizarse de España, mezclaba al Barça con Cataluña,tal y como critico a ellos que lo hagan. El Barça es el Barça (el mejor club en lo que va de siglo XXI)yCataluña es Cataluña.

En el momento de la discusión, le reté a que me contara cómo explicaba a su hijo los motivos que hay para silbar a un himno y a una señorita de megafonía por hablar en español. Porque cuando me preguntó mi hijo el porqué de los pitos al himno en la final de Copa, pensé en qué respuesta le daría un catalán a su hijo si le preguntaba: "Papá, ¿por qué silbamos al himno español?". Yo respondí al mío que lo silban porque no quieren ser españoles. Imagino que el catalán contestaría lo mismo. Pero lo que me preocupa es el odio que genera ese deseo de independencia en los catalanes y en el resto de españoles. Porque dar por buena una pitada a un himno argumentándola en la libertad de expresión no deja de ser una excusa y con esa explicación justificas el odio a lo español.

Rakitic marcó el primergol del Barça. No lo celebré visiblemente, pero mi 'enemigo catalán' pareció contrariado por la alegría de mis comentarios con mi hijo alabando el jugadón y la asistencia del irrepetible Iniesta: "¡Hoy arma el taco Andriu, Mariete!". Mientras Vidal pegaba a diestro y siniestro sobre el césped y Morata demostraba cada vez que le llegaba el balón que es el delantero de la Selección para diez años, yo seguía dándole vueltas al rifi rafe de antes del partido. Pensaba en qué fácil es alterarse y dejarse dominar por la pasión. Pensaba que de eso, de las bajas pasiones, de tocar la fibra y provocar que aflore lo irracional, de eso viven los nacionalismos, sea el nacionalismo catalán, vasco o español.

Catalanofobia en la capital de España

Llegó el descanso. El Barça había tenido el 66%de posesión por el 34 de la Juventus. Desde la megafonía volvieron a dar indicaciones en italiano, inglés, catalán y castellano y, cuando hablaron en español, hubo otra una pitada de la mayoría de los presentes en el fondo del Barça. Con todo el respeto al que no se siente español, los pitos esta vez no me indignaron, como en la primera ocasión. Porque mi enfado llegó cuando mi 'enemigo catalán' de dos butacas más allá se cruzó para reprocharme mi descripción del hecho de que habían pitado cuando hablaron español por los altavoces del estadio. Y mi indignación creció en el cruce de palabras. Ya me pasó el día de la final de Copa, cuando en casa de mis padres, en la comida, restaba importancia a la segura pitada de la noche, diciendo que hicieran lo que quisieran, contra el enfado por adelantado de miembros de mi familia. Y cuando estaba frente a la tele por la noche, en el periódico me mosquearon bastante los ensordecedores silbidos.

Cuando el árbitro pitó el inicio de la segunda parte, seguía repasando el incidente con el aficionado del Barça que estaba sentado a dos butacas de mí. Y lo relacioné con el clima que se había creado en Madrid tras los pitos al himno en la final de la Copa del Rey. Sinceramente, hacía tiempo que no había palpado un motivo de conversación tan generalizado por toda la ciudad. Y hablo de bares, hospitales, parques, colegios... Todos con aquello en la boca: "Pues si no nos quieren, que se vayan", los más progres. Y los más conversadores con su reacción: "Que se fastidien, porque por más que piten son y serán españoles. Y si no, que no jueguen la Copa del Rey". En definitiva, palpé catalanofobia en lacapital de España. Sí, catalanofobia.

Yo no tengo ese sentimiento de odio a lo catalán (al contrario, hasta me sé canciones de Serrat en catalán y mipreferida es Helena, que es en catalán) y en el enfrentamiento verbal de antes del partido con mi 'enemigo catalán' me percaté que esa fobia puede surgir en cualquier momento, de repente, si no racionalizas y no te pones en el lugar del otro (siempre hay que ponerse en el lugar del otro, aunque el otro no se ponga en tu lugar).

En esas reflexiones estaba cuando Morata empató (me alegré del gol de Álvaro porque, aunque iba con el Barça, me gusta cuando marcan los españoles y más si son mis amigos). Debatía con mi hijo sobre una hipotética prórroga y tanda de penaltis sobre quién pararía más penas máximas, si Ter Stegen o Buffon (¡cómo paró Gianluigi toda la final!), cuando saltó Xavi a calentar y recordé sus palabras sobre la pitada al himno: "Lo que hay que preguntarse es por qué se produce esa pitada", vino a decir uno de los mejores centrocampistas de la historia del fútbol. Y al preguntármelo, veo un motivo claro: lo de pitar al himno es algo muy español, porque los aficionados de la Selección lo han hecho en bastantes partidos en la última década y la Federación ha sido sancionada por ello. Por tanto, la falta de educación de los españoles coincide con la de los independentistas catalanes. Eso en lo que respecta a los aficionados al fútbol. El resto de ciudadanos pueden estar molestos porque la ley impide una consulta sobre la independencia y los políticos, para tapar la crisis económica y su propia podredumbre por la corrupción generalizada, les hacen creer en un Estado opresor que impide el derecho a decidir y por eso silban a su himno y a la señorita, o señora, que habla en castellano, una de las cuatro lenguas oficiales de España. Igual es así y desde Madrid no lo percibimos.

Un beso en la frente para sellar la paz

Messi se pudo zafar de las patadas juventinas y arrancó con firmeza a su vertiginosa velocidad y Luis Suárez marcó (por cierto, al uruguayole tuvo fichado el Madrid. Decía José Ángel Sánchez hace 15 meses que, en Balaídos un sábado lluvioso por la noche, el uruguayo te ganaba un partido, mientras Benzema, en los partidos machos y norteños, casi nunca aparecía. Pero el Madrid no lo fichó, lo fichó el Barça). El Barça acariciaba su quinta Copa de Europa después de que la Juve casi le diera la vuelta al marcador.

Allegri no sacaba a Llorente y Luis Enrique sí metía a Xavi por Iniesta (Lucho, ¡les tenías que haber dejado jugar juntos sus últimos minutos!). Entonces, volvieron a dar indicaciones por megafonía (el que las daba en catalán tenía una voz muy divertida, sonaba entre el Señor Casamajó y Jordi Pujol) y nueva pitada a la señorita, o señora, que las decía en español. Los pitos por hablar español me parecían cada vez más ridículos, me parecía absurdo que esos pitos hubieran casi provocado una pelea antes del partido. Seguro que a mi 'enemigo catalán' le pasaba lo mismo, porque así lo noté en su mirada la primera vez que la crucé con la mía cuando yo pedía a Luis Enrique que metiera ya a Xavi y él, mi 'enemigo catalán, me daba la razón.

Luego Allegri cambió a Morata por Llorente (debió poner a los dos juntos) y llegó el tercer gol de Neymar para cerrar el partido en una celebración eufórica, como debe de ser, de los culés con su afición. Pirlo lloraba lagrimas de dignidad en la derrota tras su última exhibición de fútbol (hay que saber ganar y hay que saber perder). Igual que supieron perder nuestros Llorente y Morata (imagino que el Madrid lo repescará). Piqué, que había puesto la bandera del Barça y de Cataluña en el centro del campo (los jugadores no portaron ninguna estelada), se pasaba media celebración cortando la red de la portería sin ayuda de nadie. Xavi se llevaba el balón y la gloria merecida. Iniesta disfrutaba de su merecido MVP. Mientras el Barça celebraba su Quinta Copa de Europa y manteaban a Luis Enrique (creo que seguirá), yo daba en la espalda a mi 'enemigo catalán' y le daba la enhorabuena y le ofrecía mi mano y mis disculpas por nuestro encontronazo de antes del partido. Él se disculpó también, me dio un beso en la frente y me dijo: "Respeto". Pues eso. ¡Visca Catalunya! ¡Y que viva España!

"Cuando han hablado en castellano por megafonía han silbado la mayoría de los del fondo del Barça", le comenté a mi mujer cuando volvía de comprar unos refrescos en el estadio Olímpico de Berlín. "A ver lo que dices, que yo soy catalán y silbamos porque hay libertad de expresión", interrumpió la respuesta de mi mujer un señor sentado a dos butacas de la mía. "Nosotros no silbamos cuando hablan en catalán", le respondió mi mujer. "¡A ver si nos botáis, a ver si nos dejáis irnos de España!", dijo mirándome a mípendenciero. Me sacaba unos años y era aún más voluminoso que yo. Quedaba un cuarto de hora para que empezara la final de la Champions y de repente me vi enzarzado en una discusión. "Una cosa es libertad de expresión y otra la falta de educación, porque cuando hablan en italiano y en inglés no silbáis". Me arrepentí de esta frase nada más decirla. El tono de mi contrincante subió. Le salió un insulto, en perfecto castellano, yo me envalentoné con chulería madrileña. Hubo un cruce feo de palabras. Mi mujer me decía que me cambiara de sitio. Mi hijo, ajeno a la bronca, miraba los videomarcadores esperando impaciente ver jugar a Pirlo, Morata, Iniesta, Messi y compañía. Miré a Mario, mi chaval de 7 años, respiré y racionalicé.