Historias del paddock
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Adiós a Nicky Hayden, el último de una estirpe de campeones
Su paso por el Mundial de MotoGP dejó una honda huella. Querido y admirado, su extraordinario carácter le hizo ganarse el cariño y el respeto de todos
Nicky Hayden ha dejado un tremendo vacío imposible de llenar en el motociclismo de competición. Fue un gran campeón, un piloto con un palmarés que ya quisieran para sí muchos pilotos, pero lo que todos verdaderamente recordaremos, por pequeño que hubiera podido ser nuestro contacto con él, es su extraordinario carácter, su amabilidad, el trato cercano que tenía con todo el mundo, su humildad, esa forma de ser sencilla que sólo los grandes de corazón son capaces de expresar.
El fin de semana fue de lo más sombrío en Le Mans, cuyo 'paddock' vivió con el corazón encogido las noticias que llegaban desde Italia, contando que Nicky se debatía entre la vida y la muerte tras sufrir un accidente de tráfico mientras se entrenaba en bicicleta. Poco importan los detalles. Lo terrible es que Nicky, a pesar de luchar con esa fuerza natural de la que siempre hizo gala, al final ha sucumbido a las terribles lesiones sufridas en el accidente.
El mundo del motociclismo sabe lo que es sufrir y sentir el dolor de las pérdidas. Nunca te acostumbras a ello, pero sigues adelante. Lo asumes. La muerte siempre es antinatural en una persona joven, y a veces intentas consolarte asumiendo que se ha ido haciendo lo que le gusta: correr en moto. En esta ocasión, a Nicky nos lo ha arrebatado uno de tantos accidentes cotidianos a los que apenas prestamos atención hasta que nos roza de cerca. Es una bofetada de realidad, un golpe duro, seco e insoportable.
Heredero del 'dirt track'
Con Nicky se va el último campeón norteamericano de MotoGP. Es como el fin de una estirpe. El motociclismo contemporáneo cambió cuando los 'yankees' se adueñaron del Mundial de 500, con su estilo agresivo, con su pilotaje de rueda trasera, controlando el derrapaje. Fueron Kenny Roberts, Eddie Lawson y Wayne Rainey, surgidos del 'dirt track', del AMA Grand National, el campeonato de los campeonatos, donde también creció Nicky. Él fue la conexión con una forma de correr en moto que marcó toda una época. Y todavía hoy ese estilo sigue imperando. Pero Nicky fue el último campeón norteamericano, el último rey del derrapaje.
Puede que muchos no lo recuerden, pero su primera carrera de velocidad fuera de Estados Unidos la realizó en España, allá por junio de 1994. Nicky, con sólo trece años, y su hermano Tommy, tres años mayor que él, vinieron a correr una prueba del Open Ducados 125 al Jarama. Llegaron de la mano de Wayne Rainey, en el primer equipo que formó el campeón de 500 tras el accidente que le dejó en silla de ruedas. Ese día Nicky Hayden peleó con pilotos muchísimo más experimentados que él, y acabó 18º. Ganó 'Aspar' por delante de Alzamora.
Después, Nicky fue creciendo en la velocidad. A los 16 ya era profesional en el AMA, el campeonato norteamericano. A los 17, ya corría con una superbike, y a los 18 fue campeón de Supersport por delante de su hermano Tommy, y subcampeón en Formule Extreme. Era un velocista nato, no había duda, pero nunca dejó de lado sus raíces, el 'dirt track'. A los 21 ganó el AMA SBK, y sumó sus dos últimos triunfos en el AMA Grand National, en los 'dirt track' de Springfield y Peoria. El de Springfield resultó especial, ya que los tres hermanos Hayden, Nicky, Tommy y Roger Lee, coparon el podio de la carrera.
Llega al Mundial de MotoGP
Después llegó la llamada de MotoGP. Honda lo llevó al Mundial, junto a Valentino Rossi. Y así fue como el resto de los mortales tuvimos la inmensa fortuna de conocer a una de las mejores personas que ha pisado un circuito. ¿Qué calificativo sería el más apropiado para definirle? Imposible encontrar uno solo.
Nicky siempre supo estar en su sitio, en los buenos y en los malos momentos. Se fue haciendo un hueco en MotoGP a pesar de que la atención mediática estuviera centrada en otros. Así llegó su gran año, 2006, cuando se convirtió en un sólido y regular líder. En la penúltima carrera, Portugal, un error de Dani Pedrosa lo llevó al suelo perdiendo la primera posición del campeonato en favor de Valentino Rossi. Le vimos maldecir sobre la grava de Estoril, pero no hizo ni un solo reproche a su compañero.
Un amigo norteamericano me confió que eso fue así gracias a la educación que Rose y Earl, sus padres, impartieron a sus hijos. No hubo crispación. Dos semanas después las tornas se cambiaron: Rossi se fue al suelo en Valencia y Hayden alcanzó el podio y se convirtió en campeón. Nicky se deshizo en lágrimas como pocas veces habíamos visto a nadie sobre una pista, completamente desbordado por la emoción. Mostrando la nobleza de su carácter, acudió al consuelo de un cabizbajo Rossi. Se ganó el corazón del caníbal para siempre. Años después volverían a reencontrarse en el equipo Ducati, ahora como compañeros.
Saber estar en los momentos difíciles
Superada la efímera gloria del éxito, llegaron tiempos difíciles, ya sin victorias, apenas con podios, con resultados discretos, primero en Honda, luego en Ducati. Y finalmente, dos años duros a lomos de una moto privada, con el Team Aspar. En el equipo valenciano Hayden dejó un hueco inmenso. Su moto no le permitía aspirar a mucho, pero no hubo lamentos ni quejas ni excusas. Asumió su cuesta abajo en MotoGP con sencillez, con esa inteligencia natural de la que estaba dotado. Cuando a finales de 2015 se supo que dejaba el campeonato para poner rumbo al Mundial de SBK, MotoGP no dudó en homenajearlo de la mejor manera posible: lo convirtió en una MotoGP Legend. Visto hoy, con el dolor de su pérdida, aquella recompensa fue merecida y acertada.
Más allá de ese homenaje, Hayden se sabía querido, y lo importante es que todo el 'paddock' se lo demostró cuando regresó puntualmente el año pasado, como sustituto del lesionado Jack Miller en Motorland y Sepang.
En el Mundial de SBK siguió dejando su impronta. La Honda CBR1000RR no era la mejor moto de la categoría, pero Hayden tiró de oficio y fue capaz de llevarla a la victoria y sumar varios podios, terminando en una más que notable quinta posición final del campeonato. Este año estaba pasando las de Caín, porque la Honda no funcionaba. Pero ahí seguía, con oficio y sin perder su sonrisa, su cara amable.
Su última carrera fue en Imola, hace una semana. Se quedó con unos amigos en Italia. Salió a montar en bicicleta. Y nos lo arrebataron. Hasta siempre, Nicky.
Nicky Hayden ha dejado un tremendo vacío imposible de llenar en el motociclismo de competición. Fue un gran campeón, un piloto con un palmarés que ya quisieran para sí muchos pilotos, pero lo que todos verdaderamente recordaremos, por pequeño que hubiera podido ser nuestro contacto con él, es su extraordinario carácter, su amabilidad, el trato cercano que tenía con todo el mundo, su humildad, esa forma de ser sencilla que sólo los grandes de corazón son capaces de expresar.