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El secreto del Sevilla también se llama Antonio

Si el inicio de este milenio ha bendecido al Sevilla con generosidad, no toda el agua bendita provenía de los cántaros de Joaquín Caparrós, Monchi, Juande

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El secreto del Sevilla también se llama Antonio

Si el inicio de este milenio ha bendecido al Sevilla con generosidad, no toda el agua bendita provenía de los cántaros de Joaquín Caparrós, Monchi, Juande Ramos, Del Nido o, últimamente, Manolo Jiménez. También desde la sombra han arrimado el hombro y puesto su talento otros personajes en el club, gente que merece un altar en el coliseo nervionense. De toda esta procesión de prohombres del sevillismo, uno aparece como el gran olvidado por el fútbol. Es Antonio Álvarez. Muchos recordarán las imágenes de Juande Ramos brincando de alegría por algún gol de vital importancia y a su lado, más tranquilo que un revisor de tren, aparecía Antonio Álvarez. La historia, que es en ocasiones injusta, lo puede presentar como el mero portador de los abrazos del 'hombre de la Mancha', pero sin duda Antonio ha sido algo más, mucho más.

Álvarez, que fue durante tres lustros jugador del Sevilla y también militó en el Granada y en el Málaga, ostenta el cargo de segundo entrenador del club blanco desde la época de Joaquín Caparrós. Se marchó el de Utrera al Depor y quiso llevarse a su joya, pero en el club blanco le rogaron a Antonio que se quedara para tenderle un cable al nuevo, a Juande Ramos. Y lo que le tendió Álvarez a Juande no fue un cable, sino una factoría de aluminio. Antonio, al que de zaguero llamaban el 'Kaiser', cautivó muy pronto al hoy técnico del Tottenham, no sólo por su innegable lealtad, sino por su trabajo y sapiencia del fútbol. Antonio Álvarez, conocedor como nadie de los mil recovecos del vestuario blanco, hombre de excelente humor y gran psicólogo, pasa por ser uno de los mejores lectores de partido que existen en este patrio territorio. Juande Ramos puede dar fe de ello. En pleno fragor del juego, el manchego solía debatir con Álvarez los aspectos más encasquillados con la certeza de salir siempre cara. Y siempre salía de cara.

Salió el Sevilla multicampeón y la gloria pasó a manos de los jugadores y el primer técnico, incluso Del Nido se colgó algún que otro medallón aún sabiendo que el secreto del Sevilla también se llama Antonio. Se marchó Juande Ramos y entró Manolo Jiménez, el alabado técnico del Sevilla Atlético y favorito del presidente. Nadie se acordó de Álvarez, que quizás no sepa el pensamiento de Rousseau, pero seguro piensa también que la paciencia puede ser amarga pero su fruto es dulce. Ya verán.

Si el inicio de este milenio ha bendecido al Sevilla con generosidad, no toda el agua bendita provenía de los cántaros de Joaquín Caparrós, Monchi, Juande Ramos, Del Nido o, últimamente, Manolo Jiménez. También desde la sombra han arrimado el hombro y puesto su talento otros personajes en el club, gente que merece un altar en el coliseo nervionense. De toda esta procesión de prohombres del sevillismo, uno aparece como el gran olvidado por el fútbol. Es Antonio Álvarez. Muchos recordarán las imágenes de Juande Ramos brincando de alegría por algún gol de vital importancia y a su lado, más tranquilo que un revisor de tren, aparecía Antonio Álvarez. La historia, que es en ocasiones injusta, lo puede presentar como el mero portador de los abrazos del 'hombre de la Mancha', pero sin duda Antonio ha sido algo más, mucho más.

José Antonio Álvarez