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Guardiola tiene licencia para perder y Jiménez para morir ganando
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José Manuel García

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Guardiola tiene licencia para perder y Jiménez para morir ganando

No pretendo abrir la válvula como si el aire fuera un purgante, diría Ignatius, el increíble protagonista de la joya literaria que es La conjura de

No pretendo abrir la válvula como si el aire fuera un purgante, diría Ignatius, el increíble protagonista de la joya literaria que es La conjura de los necios; tampoco invoco el milagro de convertir a los estúpidos en cuerdos y a los imbéciles en prudentes querubines incapaces de romper un plato. Cada cual es responsable de sus actos. El que hace, el que señala, el que trabaja, el que escribe, el que miente y manipula, el que triunfa y el que fracasa. Tras mes y medio de convulsiones, tormentas y partidos, el Sevilla llega a la orilla de tres competiciones vivo y con la cabeza alta. El Sevilla de Manolo Jiménez.

Wolfgang Petersen, director de la impresionante Tormenta perfecta,  jamás hubiese contratado a Manolo Jiménez para integrar la tripulación que capitaneaba George Clooney. El guión ahogaba a la tripulación en las costas de Nueva Inglaterra. Pero el entrenador del Sevilla habría salido nadando y la Tormenta hubiera sido imperfecta.

Los inquisidores del siglo XVII también habrían tenido un serio dilema. ¿Cómo matar al hereje (futbolístico) MJ?: ¿Descoyuntándolo en el potro? ¿Chamuscándolo en cualquier parrilla en pleno centro de la plaza principal? ¿Troceándolo como un bifé? Los siete y pico inquisidores de Sevilla lo han intentado todo con Jiménez, estos fatigas lo siguen intentando aunque con nula consecuencia.

El Sevilla ha jugado 13 partidos en 40 días (y sus noches), con un resultado espectacular. Es cuarto en Liga, finalista de la Copa del Rey (por la calle más empinada: noqueando al Barcelona, Deportivo y Getafe. El otro finalista, igual de lícito pero con mejor suerte, llegó a meta por autopista de peaje) y se encuentra en octavos de Champions. El único equipo vivo y con los penachos en alto.

Para vadear los durísimos 40 días y disputar sus 13 partidos, la tropa nervionense enganchó un parte de bajas terrorífico. Sin Kanouté y Zokora, en la Copa de África; Luis Fabiano, con esguince de tobillo y baja desde el 5 de diciembre; Schillaci, operado; Jesús Navas, renqueante (no jugó el día de la ‘explosión’ del niño Canales en el Ramón Sánchez-Pizjuán; ese día los blancos llegaron a diez bajas), amén de otras ausencias. Con una extensa nómina de descolgados, el Sevilla de Manuel Jiménez salió con el traje hecho jirones pero indemne y victorioso.

El Barcelona, con menos, perdió su condición de invicto el domingo último, y ahora llora por los nuevos ausentes, Keita y Xavi Hernández. En Barcelona, los medios locales cierran filas, se compadecen del entrenador y muy pocos quieren ponerse en su pellejo. Pobre Pep Guardiola, ¿cómo se puede sonreír si el domingo su equipo saldrá sin su mejor filósofo y estratega? Dará lo mismo. El técnico del Barcelona tiene licencia para perder.

En el Real Madrid muestran un respetuoso silencio ante la desgracia del gran adversario, aunque a hurtadillas en Cibeles se relamen de gusto con las próximas cuentas. Pero tocan madera para que la salud de los Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos, Higuaín o Lass Diarrá se mantenga sana como una pera de Lleida.

Para esta banda de imbéciles, lo que ha hecho el Sevilla no tiene mérito alguno

En Sevilla, siete y pico reconocidos miembros de la Nueva Inquisición de la pluma y el micrófono no sólo le niegan el pan y la sal al jornalero Jiménez, sino que desafían a Newton sobre la cuestión de la Ley de la Gravedad y se comen la teoría de Einstein como una vulgar tostada de aceite con ajo. Para esta banda de imbéciles, dos y dos son veintidós, y lo que ha hecho el Sevilla no tiene mérito alguno, sólo ha sido producto de algún embrujo del santero de turno.

De nada sirve que José María del Nido salga en defensa de su entrenador. Tal vez porque los cañones de Navarone de la banda de trileros apuntan a la cabeza del presidente. Ni las declaraciones de Luis Fabiano (ojo, que el brasileño ya ha vuelto), defendiendo al jefe del vestuario, han servido para apagar la sed de estos pirómanos. Ellos son sordos y van como el caballo de la noria, empujando y empujando. Bramando y soñando. Soñando con disparar al músico y un día sacar en hombros a Guardiola.

No pretendo abrir la válvula como si el aire fuera un purgante, diría Ignatius, el increíble protagonista de la joya literaria que es La conjura de los necios; tampoco invoco el milagro de convertir a los estúpidos en cuerdos y a los imbéciles en prudentes querubines incapaces de romper un plato. Cada cual es responsable de sus actos. El que hace, el que señala, el que trabaja, el que escribe, el que miente y manipula, el que triunfa y el que fracasa. Tras mes y medio de convulsiones, tormentas y partidos, el Sevilla llega a la orilla de tres competiciones vivo y con la cabeza alta. El Sevilla de Manolo Jiménez.

Pep Guardiola