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Las mil y una diferencias entre Navas y Reyes
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José Manuel García

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Las mil y una diferencias entre Navas y Reyes

"Os digo que comer, beber y dormir  me procura menos placer que oír el grito de ¡a la carga!" Escribió Paul Auster en su última novela. Y

"Os digo que comer, beber y dormir  me procura menos placer que oír el grito de ¡a la carga!" Escribió Paul Auster en su última novela. Y yo os digo que nunca vi correr como lo hacía José Antonio Reyes. Era un guepardo.  El de Utrera poseía un freno de mano insuperable. Frenaba en seco, se tomaba un helado, miraba al tendido sonriente, y luego proseguía hurgando en el gol. Hasta que se perdió en las tinieblas. No muy lejos de Utrera se encuentra Los Palacios. El rey de aquel lugar no es otro que Jesús Navas.

 

Otro que corre como un felino furioso, que frena y hace llorar a sus adversarios, que utilizan cualquier guadaña para cortarle las piernas a un ciclón de apenas 65 kilos y mirada de ángel. Jesús Navas y José Antonio Reyes salieron de las parideras de talentos que posee el Sevilla a la altura del barrio de Montequinto. Un derecho y un zurdo, dos que han elevado el fútbol a la categoría de arte, futbolistas que salieron del mismo barco nodriza, pero bien distintos. Entre ambos, además de compartir agente (la muy bondadosa, generosa, eficiente y sevillana familia Rodríguez de Moya), hay más de mil y una diferencias.

 

La explosión de Reyes fue fulgurante: con dieciséis años, muchos creyeron ver en el utrerano una mezcla asombrosa de Gaínza, Gento, Collar y Paulo Futre. Así lo creyó el Arsenal, que atendió a las súplicas de Arsene Wenger e invirtió 24 millones de euros, con el convencimiento de firmar al mejor extremo de Europa de las próximas décadas, pero dos temporadas más tarde el francés se quitó de en medio al sevillano por inadaptado, porque saber inglés es algo más que yes o thank you, y porque más de dos veces se saltaba a la torera el menú de filete a la plancha por un potaje de garbanzos de su señora madre. 

Del Arsenal al Real Madrid, del Real al Atlético. Reyes no pisó bien el Calderón, porque sus entrenadores, primero el Vasco Aguirre y luego Abel Resino colocaron al sevillano la tarjeta de sueño imposible y lo pasaportaron al Benfica. El club del águila, más que válvula de escape, sirvió de visado para la redención del genial futbolista. Allí conoció a Quique Sánchez Flores, un técnico dialogante que también entiende de bulerías y lleva en la sangre cuarterón y medio kilo de arte de Jerez. La fortuna hizo que el sobrino de Lola Flores aterrizara en el Atlético justo quince minutos antes de que a Reyes le dieran un pasaporte a las Indias. Ahora Reyes ha vuelto con fútbol caliente bajo el brazo y hambre de glorias.

Navas, carrera equilibrada

El Duende palaciego no tuvo acelerones en su carrera, siempre teñida con signos de equilibrio y armonía. Navas creció en lo físico y en lo mental. Un crecimiento espectacular. De ser un escuálido alfeñique a convertirse en un atleta, capaz de correr media maratón en tiempo récord, dejar a todos con la lengua arrastrando harina y pedir al profe un plus de más ejercicios. Poulsen arrojó la toalla el día que trató de medir el aguante etíope de aquel boquerón. Al danés le tuvieron que echar dos baldes de agua mientras juraba en arameo ante los pulmones de acero de Jesusito.

Pese a que su trayectoria está preñada de éxitos (cinco títulos, 300 partidos en la máxima categoría, futbolista del Sevilla con más encuentros en Europa y 24 años…), el techo de Navas sigue sin conocerse. El belga De Mul, que aterrizó en Sevilla procedente del Ajax y fue fichado para darle descanso al 'siete de Los Palacios', hace tiempo que ha entregado el cucharón, porque sustituir a Navas “es plato imposible”.

Lo ha dicho un técnico de la casa rojiblanca: “Si Jesús fuera torero, el toro tendría que pegarle dos tiros o arrojarle un pitón para cornearle”. Porque Navas lo quiere jugar todo, hasta la partida de parchís de por las noches. Y ahora que ha probado el patanegra de la Selección, mucho más. Jesús Navas no se bajará ni con agua hirviendo del autobús que le ha puesto Del Bosque para que meriende en Sudáfrica.

Navas se ha convertido en el mejor extremo de Europa, por encima de otros que lucen penachos pero gripan el motor cuando el do de pecho

Jesús se ha convertido en el mejor extremo de Europa, nivel y medio más que Ribery, y por encima de otros grandes, que lucen penachos y gripan el motor a la hora del do de pecho. No es extraño que los poderosos acechen la casa de Nervión y codicien al 'siete' blanco. Pero éste lo ha dicho claro y fuerte: “Del Sevilla no me voy”. Del Nido, el presidente, se ha puesto en guardia. Y ojo que para cosas como éstas, don José María muerde. Lo saben Joan Laporta y Florentino Pérez, sus amigos para siempre.

"Os digo que comer, beber y dormir  me procura menos placer que oír el grito de ¡a la carga!" Escribió Paul Auster en su última novela. Y yo os digo que nunca vi correr como lo hacía José Antonio Reyes. Era un guepardo.  El de Utrera poseía un freno de mano insuperable. Frenaba en seco, se tomaba un helado, miraba al tendido sonriente, y luego proseguía hurgando en el gol. Hasta que se perdió en las tinieblas. No muy lejos de Utrera se encuentra Los Palacios. El rey de aquel lugar no es otro que Jesús Navas.