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A usted siempre se le espera, Comandante Drago
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José Manuel García

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A usted siempre se le espera, Comandante Drago

En un club como el Sevilla FC, acostumbrado a convivir con tormentas y truenos, la lesión de Ivica Dragutinovic (rotura del tendón de Aquiles de la

En un club como el Sevilla FC, acostumbrado a convivir con tormentas y truenos, la lesión de Ivica Dragutinovic (rotura del tendón de Aquiles de la pierna izquierda), uno de sus hombres más emblemáticos para la afición blanca, ha caído como un rayo en medio de un baile. Ivica Dragutinovic, comandante Drago, es un tipo extrovertido y alegre, pero también noble y duro como una roca, como la mayoría de sus paisanos de las montañas de Zlatibor, en el oeste serbio, la misma región que parió a Radomir Antic o al gigante Vlade Divac, gente que nunca entrega su sable si antes no les cercenan los brazos. De esa estirpe le corre la roja sangre a Drago.

 

Demostrado quedó: en estos últimos compases de la temporada, cuando la mayoría de los futbolistas internacionales llevan el freno de mano echado, tapones en la nariz para no oler el linimento de la enfermería y se dan de baja en los trabajos diarios porque el agua caliente les resfría, va el comandante Drago, uno de los fijos de Antic para Sudáfrica, y en los últimos minutos del entrenamiento con su equipo se lanza hacia el balón como un juvenil en busca de gloria; de inmediato notó el estallido de su pierna buena, la zurda.

Más que las cuchilladas propias del dolor, Ivica sintió cómo se le rompía el alma por bajarse tan abruptamente del autobús del Sevilla, que se juega las papeletas para entrar en 'Champions' y no poder disputar su segundo Mundial.

Pero así es Dragutinovic, 34 años, un tipo de mil tatuajes, rostro de compañero de viaje de Harry el Sucio y uno de esos 300 espartanos que se atrincheró en las Termópilas: un tipo cuyas espaldas te darán el calor necesario en los momentos más dramáticos y acuérdate de él cuando saques de la mochila la palabra compañerismo. Lo supo el añorado Antonio Puerta, cuando aquella fatídica noche se derrumbó y el serbio se lanzó de cabeza a auxiliarle.

La vida de Dragutinovic nunca ha resultado fácil. Llegó a Sevilla un verano convulso, cuando Sergio Ramos marchó al Real Madrid en el primer soplido de la Temporada 2005/06 a cambio de una riada de 30 millones, y él aterrizó en Nervión quince minutos antes de la medianoche, con la LFP a punto de cerrar las persianas de los fichajes. Su primera impresión no resultó muy convincente: percherón, poco coordinado, zurdo y con la bota derecha lo justo para caminar. Juande Ramos no le dio la camiseta de titular, pero Dragutinovic no se mordió los labios, miró lejos y aceptó la apuesta.

Hoy se encuentra en el podio de los mitos, comparte galones con el grupo de los dioses actuales de Nervión

Después de cinco temporadas y tras el aluvión de títulos que cayó en el tejado sevillista, algunos listos condenaron al serbio a galeras muy lejos de la Ciudad Deportiva blanca. Lo quisieron 'resucitar' en el Newcastle por mucho dinero, luego en otros clubes de la 'Premier', incluso en Grecia. Pero Dragutinovic llamó un día a las puertas de Nervión y Nervión se metió en sus entrañas. Por mucho menos dinero renovó con el Sevilla, porque Drago quería ser grande, seguir escuchando palmas por bulerías y no bailar al ritmo de gaitas. Quería ser futbolista de primer nivel en esta parte de la orilla del Guadalquivir.

Y lo consiguió: hoy se encuentra en el podio de los mitos Javi Navarro, Pep Martí y Pablo Alfaro, comparte galones con el grupo de los dioses actuales de Nervión, como Kanouté, Luis Fabiano, Jesús Navas o Andrés Palop. Los sevillistas palmean sus descomunales hombros y le dicen que, con sus eses silbantes como cuchillas, “eres de los nuestros, comandante”.

Drago es un futbolista que ha desarrollado calidad: sus números le delatan como uno de los mejores pasadores de la Liga; un lanzador de faltas perfecto. No pega al cuero: dispara precisos tomahawks a las cabezas de Kanouté o Luis Fabiano para que estos fusilen. Su zurda no es tronco de encina, sino caoba de gran linaje. Su corazón, el de siempre: grande y rojo. Cayó un día corriendo como un juvenil y dicen donde le han operado que volverá en siete meses. Y lo hará sano como una pera. Bienvenido, porque aquí le esperamos, ansiosos y expectantes, para rendirle honores, comandante Drago.

En un club como el Sevilla FC, acostumbrado a convivir con tormentas y truenos, la lesión de Ivica Dragutinovic (rotura del tendón de Aquiles de la pierna izquierda), uno de sus hombres más emblemáticos para la afición blanca, ha caído como un rayo en medio de un baile. Ivica Dragutinovic, comandante Drago, es un tipo extrovertido y alegre, pero también noble y duro como una roca, como la mayoría de sus paisanos de las montañas de Zlatibor, en el oeste serbio, la misma región que parió a Radomir Antic o al gigante Vlade Divac, gente que nunca entrega su sable si antes no les cercenan los brazos. De esa estirpe le corre la roja sangre a Drago.

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