Es noticia
'D10s' toma nota y aprende de esta España del arte y de la furia
  1. Deportes
  2. No hay Estrellas
José Manuel García

No hay Estrellas

Por

'D10s' toma nota y aprende de esta España del arte y de la furia

La vida llena de paradojas y guardando en cada esquina sorpresa: España, maravilla del fútbol sutil, faraona del duende, se mete en la final de la

Foto: 'D10s' toma nota y aprende de esta España del arte y de la furia
'D10s' toma nota y aprende de esta España del arte y de la furia

La vida llena de paradojas y guardando en cada esquina sorpresa: España, maravilla del fútbol sutil, faraona del duende, se mete en la final de la Copa del Mundo con un golpe de furia o un martillazo de rabia. La historia le tenía reservado primera fila del salón de la fama a un legionario, a un heredero del legendario “a mí Sabino que los arrollo”, a Carlos Pujol. El capitán del Barça marcó un golazo. Un go-la-zo. Un cabezazo a lo Zarra, a lo Marcelino. De furia española.

España se ha metido en la historia a base de fútbol.  Fútbol total. Con toque, con orgullo, con velocidad, con casta, con implicación, con el corazón en una mano y el cerebro en la otra. Aquí no valen medias tintas, aquí hay que sentirse orgulloso de esta gente que viste de rojo. La Roja. Aquí no hay que lanzar al viento un solo reproche. Aquí hay que descorrer los velos y lanzarse a la calle para proclamar que el fútbol existe y lo guarda España. La España de Xabi y de Xavi Hernández (el mejor jugador del partido), de Iniesta y Busquets, de David Villa y Pedrito, de Capdevila y Piqué, de Sergio Ramos y Casillas. De Puyol. Carlos Puyol.

Un conglomerado excelso que aventó fantasmas y dio un palmetazo en el Mundial de Sudáfrica. Un golpe en los bajos de los envidiosos y de los que, bajo cuerda, estuvieron días y días horadando el monolito hispánico. Por ejemplo, Maradona. El D10s tiene que andar ahora caminando de puntillas y buscando sus fantasmas. Quizás le falta papel y lápiz para aprender de las maneras de España, de su técnico Vicente Del Bosque. Quizás debiera ser más humilde el que un día fue el más grande. Quizás no debiera ser tan Maradona.

Los alemanes, goleadores de Inglaterra y Argentina, discípulos de un fútbol de laboratorio, con talentos emergentes como Ozil y Khedira (uno de origen turco, el otro tunecino), o gente de siempre, apisonadoras clásicas como Lahm, Scheweinteiger o Podolski, bajaron al ruedo dispuestos a seguir su ritmo de crucero, pero España les hizo perder los faros y no pudieron clavar las zapatillas, porque Alemania no pudo en ningún momento con este ejército de toreros de grana y oro.

Hacía mucho tiempo que un servidor no sufría tanto o que no gozaba tanto. La última vez fue hace dos años. Contra Alemania también. Y se repitió el mismo resultado y el mismo recital. Nuestro ejército de artistas sigue escribiendo con letras de oro su guión, ese libreto que afirma que podemos llegar muy lejos, al podio de los más grandes. Por culpa de gente como vosotros, chavales de Vicente del Bosque, nos sentimos orgullosos de ser españoles. Si antes fue Pau Gasol, luego Rafa Nadal y quién sabe si más tarde Alberto Contador,  ahora os toca a vosotros, miembros de la Roja. Seguid escribiendo la historia. Que nosotros la vivimos. Os leemos. Os soñamos.

La vida llena de paradojas y guardando en cada esquina sorpresa: España, maravilla del fútbol sutil, faraona del duende, se mete en la final de la Copa del Mundo con un golpe de furia o un martillazo de rabia. La historia le tenía reservado primera fila del salón de la fama a un legionario, a un heredero del legendario “a mí Sabino que los arrollo”, a Carlos Pujol. El capitán del Barça marcó un golazo. Un go-la-zo. Un cabezazo a lo Zarra, a lo Marcelino. De furia española.

Banco de España Organización Mundial del Comercio (OMC) Sudáfrica