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El romanticismo del Niño Torres frente al pragmatismo de Diego Forlán
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José Manuel García

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El romanticismo del Niño Torres frente al pragmatismo de Diego Forlán

El fichaje de Fernando Torres, the Kid, ha despertado de la siesta futbolera a muchos. Los hinchas del Atlético de Madrid, que adoran al Niño, se

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El romanticismo del Niño Torres frente al pragmatismo de Diego Forlán

El fichaje de Fernando Torres, the Kid, ha despertado de la siesta futbolera a muchos. Los hinchas del Atlético de Madrid, que adoran al Niño, se muestran felices, la mayoría de los aficionados españoles también. Los hinchas del Chelsea tocan palmas con las orejas y cuentan las horas que faltan para ver a Fer de azul inmaculado guiñando un ojo de complicidad a Didier Drogba, the Afrikan Killer. Debut, este domingo, frente al Liverpool, para gloria de las audiencias y pavor de los reds, que vieron cómo emigró a Londres su mortífero M-16 y han gastado 40 de los 58 millones recibidos de Abramovich en un tal Carroll, hombretón de coleta y sonrisa tipo Clint Eastwood.

A mí tampoco me ha dejado indiferente la marcha de Fernando. Comprendo que tenga poderosas razones para el cambio, pero me gusta mucho más el rojo que el azul (lo llevo en la sangre, qué se le va a hacer), y Liverpool huele a John Lennon y Beatles, a pinta y a orfeón desde el fondo de miles de corazones. Liverpool es Kevin Keagan, Dalglish y ese bigotudo galés llamado Ian Rush, que era lo más parecido a Torres pero sin bigote y que enchufaba los balones a gol como el churrero de Mairena: una, dos y tres.

Pero Fernando es un tipo que mira alto y delante de sus ojos reds no se movía un varal. Emigraban las aves a otros sitios más cálidos y de más futuro y en Mellwood sólo veía mucha voluntad y ambiciones las justas. Lo dijo en mayo  en voz alta y los dueños del club le contestaron con susurros. En Londres, mientras, el rey ruso le enviaba palomas mensajeras con alas de oro y la promesa firme de un futuro lleno de títulos.

Fernando Torres no se lo pensó dos veces. ¿Es un traidor? ¿Un desagradecido? ¿Un niñato que mira solo el dinero? ¿Un egoísta? ¿Un mercenario con el corazón de trapo y las venas de hielo? No. No. No. No. Si piensan eso no conocen a Fernando, the Kid, Torres, que un día tendrá 70 años y apuesta a que ese día llevará en su bolsillo dos llaveros: uno del Atlético y otro del Liverpool. Es un romántico, alguien del fútbol que vive por el fútbol y quiere ganar. Por eso está muy bien su vuelo. En el Chelsea puede lograr títulos. Dejen volar al Niño: que llegue al Everest. Se lo merece.

Yo no diría tanto de Diego Forlán, el proclamado “Balón de oro” del último Mundial, por encima de Messi, de Xavi Hernández, de Iniesta. El mejor goleador del Atlético en los últimos años. El Cachabacha. El mejor socio del Kun Agüero, quizá. Pero a diferencia del Kun o de Torres, a Diego Forlán no le gusta camelar a nadie con besos al escudo y brindis al sol. El uruguayo sólo besa a su madre y a su novia y lanza un brindis al morral (el bolsillo), el suyo. Diego entiende que la vida son dos días, que el fútbol son dos noches y que el euro está bien abotonado si se encuentra en su bolsillo. Ojo, que su actitud es digna. Diego es un pragmático. Pero no sé si los seguidores del viejo club del Manzanares lo entenderán así.  El charrúa asegura que los himnos, aunque con gaitas, son para la grada, que la grada lo que quiere son goles, y él los hace, se vista del Atlético, se vista del Tottenham, o se vista de lagarterana. Y Forlán grita a los suyos que los rojiblancos son colores, ‘sólo’ colores. Que nadie se lleve a engaño, dijo. Dice.

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El fichaje de Fernando Torres, the Kid, ha despertado de la siesta futbolera a muchos. Los hinchas del Atlético de Madrid, que adoran al Niño, se muestran felices, la mayoría de los aficionados españoles también. Los hinchas del Chelsea tocan palmas con las orejas y cuentan las horas que faltan para ver a Fer de azul inmaculado guiñando un ojo de complicidad a Didier Drogba, the Afrikan Killer. Debut, este domingo, frente al Liverpool, para gloria de las audiencias y pavor de los reds, que vieron cómo emigró a Londres su mortífero M-16 y han gastado 40 de los 58 millones recibidos de Abramovich en un tal Carroll, hombretón de coleta y sonrisa tipo Clint Eastwood.