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Los mejores jugadores muerden con Real Madrid y Barça, pero con la Roja son una piña
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José Manuel García

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Los mejores jugadores muerden con Real Madrid y Barça, pero con la Roja son una piña

Después del atracón de clásicos, los diarios sensacionalistas anunciaban la reencarnación de la Guerra de los Cien años en la Selección. Se cruzaban apuestas sobre quién

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Los mejores jugadores muerden con Real Madrid y Barça, pero con la Roja son una piña

Después del atracón de clásicos, los diarios sensacionalistas anunciaban la reencarnación de la Guerra de los Cien años en la Selección. Se cruzaban apuestas sobre quién dispararía primero en el primer entrenamiento, si Sergio Ramos, o si Carles Puyol. Quizás Andrés Iniesta muerda la oreja derecha a Álvaro Arbeloa o quizás Iker Casillas le endiñe un empellón en los costados al mediático Gerard Piqué. Algunos podrían estar barajando la posibilidad de recurrir a los Geos.  Puestos así, incluso a los Seals americanos. O a Terminator, Arnold Schwarzenegger, ahora que se ha quedado sin trabajo en el gobierno de California.

El periodismo deportivo, con sus apagones de imaginación, suele hilar con agujas como postes de telégrafos y navegar con paletas de ping-pong. Por eso, en días de sequía noticiera, pueden vestir de ursulinas al protagonista de Espartaco, o encaramar en el Everest a alguien con vértigo. La venta es la venta.

Pero lo cierto es que la Selección es “otra cosa”, algo más serio: un grupo de jugadores de primer nivel, sin duda el mejor ramillete de futbolistas de nuestra historia. En lo deportivo y en lo humano. Y como humanos, nadie se libra de un calentón. Sergio Ramos ha tenido diversos chispazos, pero una vez luciendo la camisola roja de España, mordería el tobillo del que agrediera a Andresito Iniesta. Y también, que todo hay que decirlo, le guiñaría un ojo a Jesús Navas y dejaría pelado en las cartas al genio de Albacete. Menudo es Capdevila con sus bromas.

El problema de la convivencia no es tal. Vicente del Bosque no se cansa de asegurarlo. La Selección la forman un grupo de amigos unidos por un montón de factores propicios, al margen de la espléndida luna llena que los condujo aquella noche de Austria. Y así seguirá siendo hasta que el más joven del grupo cuelgue las botas, de aquí a muchos años.

El problema que yo veo es otro, más serio, más difícil de solucionar. La enorme diferencia que existe entre Real Madrid y Barcelona y el resto de equipos de la España balompédica hace que los partidos de los grandes cíclopes contra los demás clubes se vistan de paseo militar en su mayoría, por lo que los cuchillos se afilan para el momento deseado, el clásico. Esta temporada que expira esta semana nos ha proporcionado cinco partidos de primerísimo rango. En pleno verano llegará la Supercopa. Y si se afinan para la Copa, el duelo a la caída del sol regresará a nuestras casas. Y así sucesivamente...

Los mejores jugadores del mundo se visten de blanco o de azulgrana y, menos Leo Messi o Cristiano Ronaldo, a la hora de lucir la camiseta roja forman un equipo sin fisuras. Sin competencias, todos a una. Para nuestra suerte.

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Después del atracón de clásicos, los diarios sensacionalistas anunciaban la reencarnación de la Guerra de los Cien años en la Selección. Se cruzaban apuestas sobre quién dispararía primero en el primer entrenamiento, si Sergio Ramos, o si Carles Puyol. Quizás Andrés Iniesta muerda la oreja derecha a Álvaro Arbeloa o quizás Iker Casillas le endiñe un empellón en los costados al mediático Gerard Piqué. Algunos podrían estar barajando la posibilidad de recurrir a los Geos.  Puestos así, incluso a los Seals americanos. O a Terminator, Arnold Schwarzenegger, ahora que se ha quedado sin trabajo en el gobierno de California.