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La nueva vida de Rafa Nadal sin su tío Toni, ¿cómo jugará a partir de ahora?
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Álvaro Rama

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La nueva vida de Rafa Nadal sin su tío Toni, ¿cómo jugará a partir de ahora?

Rafa Nadal se ha despedido de una triunfal temporada 2017 y con ella también dice adiós al que ha sido su mentor, su sombra, desde que empuñó una raqueta de tenis: Toni Nadal se aparta

Foto: Rafa Nadal y su tío Toni, el pasado mes de septiembre, en Manacor. (EFE)
Rafa Nadal y su tío Toni, el pasado mes de septiembre, en Manacor. (EFE)

Nunca tuve miedo de llegar a casa con un suspenso bajo el brazo. Un momento muy asociado a la adolescencia —porque en la infancia casi todo se perdona— es el camino de vuelta a casa con una nota insuficiente en la cuartilla. Esa asignatura marcada en rojo, alarma de un mínimo no alcanzado en un sistema puramente enfocado al resultado. Antes de abrir la puerta, uno teme la reacción, alguna riña indeseada, un momento incómodo. “Cuando uno hace cuanto puede, no está obligado a más”, escuchaba al cruzar ese umbral, fuera cual fuera el número impreso en el papel. No era una frase conformista ni una invitación a levantar el pie. Era, mirado con el paso del tiempo, una lección de vida. Porque en muchas ocasiones, la actitud de uno mismo marcará la diferencia. Y así le pasará a Rafael Nadal sin su tío Toni desde ya.

Esa tutela exigente y razonable a partes iguales representa sobre la figura de Nadal la sombra de su tío Toni. Un miembro capital en la formación deportiva y humana del campeón de 16 grandes. Una pieza permanente en su esquema de trabajo que, a partir de la temporada 2018, verá reducida su presencia en el día a día. Un compañero desde el principio de su carrera, un talante reservado, que representa una imagen nada común en una realidad tan cambiante como el deporte moderno. Donde la paciencia tiene una vida realmente corta. Donde los resultados (o la falta de ellos, mejor dicho) devoran piezas a un ritmo cortoplacista, como si los grandes logros no se levantaran desde los pequeños pasos.

Foto: Rafa Nadal realizando un saque, este lunes en Londres. (Reuters)

La Copa de Maestros de Londres 2017 supuso el último evento antes de abrir una etapa en el núcleo del equipo. A partir de ahora, y sin descartar un acompañamiento puntual en ciertos torneos, Rafael abordará el circuito sin la persona que probablemente mejor conozca sus pasos. Tras una vida dedicada a su sobrino, Toni abordará labores de docencia en la academia que ha levantado el equipo en Manacor. Aportando su sabiduría a los jugadores jóvenes.

Cultura de sacrificio elevada a lo más alto

No hay que desdeñar, sin embargo, la importancia de Toni. El encargado de enseñar al balear los rudimentos del deporte, cultivando desde la infancia una cultura de sacrificio que le ha llevado a lo más alto. Si los 16 títulos individuales de Grand Slam colocan a su sobrino en la segunda posición histórica, nadie consiguió semejante colección dirigiendo a un solo jugador desde un banquillo. Si Rafael es más que un icono en la historia del deporte español, Toni representa todo un modelo a recordar en la docencia. Es la persona que alimentó de pasión al jugador, convirtiéndole con fábulas e historias en el hombre ilusionado que sigue siendo a los 31 años. El responsable de moldear una mente admirada en una de las disciplinas más psicológicas que ofrece el deporte.

placeholder Rafa y Toni Nadal, tras conquistar este año Roland Garros.
Rafa y Toni Nadal, tras conquistar este año Roland Garros.

Cómo puede afectar esta nueva etapa al español solo lo dirá el futuro. Pero el presente ha mostrado la madurez del jugador para asimilar los cambios, muy escasos en su carrera respecto al círculo cercano de trabajo.

La temporada 2017 ha servido como transición para este momento. Una etapa de separación competitiva entre maestro y pupilo que supone toda una incógnita en el interior del jugador. La incorporación de Carlos Moyà al equipo técnico en la pasada pretemporada ya introdujo un elemento renovador en el esfuerzo diario. Un movimiento preciso en el momento indicado: la voluntad por buscar ese plus organizativo y una atmósfera de tranquilidad mirando a medio plazo. La presencia del ex número uno fue la adición de un perfil tan valioso como escaso: una persona de confianza total con capacidad para aportar una visión fresca al esquema de trabajo. Lo primero, encarnando la figura de Toni. Lo segundo, más sencillo de aportar sin una convivencia extensa a la espalda.

El resultado ha sido más que notable. Una temporada que va más allá de los resultados: Nadal ha levantado dos Grand Slam, ha vuelto a coronar el 'ranking' y ha reivindicado su figura como uno de los jugadores más grandes en la historia del deporte. Tras cerrar la temporada 2016 con una lesión preocupante en su muñeca izquierda, un punto clave para el particular juego del zurdo, Nadal demostró una fortaleza encomiable para sobrevivir al bache. Una convicción innata para convertir una preocupación en un impulso hacia el número uno al cierre de temporada más veterano de todos los tiempos. Con sus 31 años, subrayando esa capacidad de ir al límite y pisar un terreno desconocido.

Foto: Rafa Nadal anunciando la retirada del Masters 1000 de París Bercy. (Reuters)

“Rafa es el jugador que más gana jugando mal”

Una capacidad para crecer ante la adversidad cultivada desde siempre por su tío, un firme defensor de las oportunidades que los problemas abren en la vida. “Rafa es el jugador que más partidos gana jugando mal”. Quizá sea la definición más gráfica que haya dejado sobre su pupilo. Con su metodología enfocada en la concentración, la psicología y el esfuerzo extremo, Toni es el arquitecto de una de las mayores señas de identidad del jugador de Manacor. Ahí está el mérito de Toni, convertir a un buen jugador en un competidor extremo. De lo primero está lleno el vestuario, de lo segundo están llenos los museos.

Ahora, cuando el camino de ambos difiera durante gran parte del año, surge la necesidad de recordar la importancia de los valores aprendidos. Nunca se suspende un examen si se da todo en el intento.

Nunca tuve miedo de llegar a casa con un suspenso bajo el brazo. Un momento muy asociado a la adolescencia —porque en la infancia casi todo se perdona— es el camino de vuelta a casa con una nota insuficiente en la cuartilla. Esa asignatura marcada en rojo, alarma de un mínimo no alcanzado en un sistema puramente enfocado al resultado. Antes de abrir la puerta, uno teme la reacción, alguna riña indeseada, un momento incómodo. “Cuando uno hace cuanto puede, no está obligado a más”, escuchaba al cruzar ese umbral, fuera cual fuera el número impreso en el papel. No era una frase conformista ni una invitación a levantar el pie. Era, mirado con el paso del tiempo, una lección de vida. Porque en muchas ocasiones, la actitud de uno mismo marcará la diferencia. Y así le pasará a Rafael Nadal sin su tío Toni desde ya.

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