A Neymar le quedan cuatro partidos para pasar del cielo al infierno

¿Qué le pasa a Neymar? Se preguntan los aficionados del FC Barcelona desconcertados por la metamorfosis sufrida por el delantero en apenas unos meses. ¿Qué le pasa a Neymar? Analizan los periodistas teniendo como referencia al jugador que se echó al equipo a su espalda cuando en octubre Leo Messi se lesionó y estuvo de baja dos meses. ¿Qué le pasa a Neymar? Es la pregunta que se le formula a sus compañeros y a Luis Enrique. Y, mientras los primeros, dan un rodeo para terminar dejando claro únicamente que están con él, el técnico zanjó la cuestión tras la goleada ante el Sporting a su manera: “Tiene mucha personalidad, es un jugador top y sigue intentándolo todo. Él nunca se esconde. Pelea siempre, sale a presionar y es capaz de tirar un penalti, aunque no le salieron las cosas. Me quedo con la respuesta del público y para eso los queremos, para que nos apoye cuando las cosas no salgan finas”. En definitiva: nadie tiene un respuesta clara al enigma de qué le ha pasado a Neymar.

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La buena noticia, como destaca Luis Enrique, es que el jugador no se esconde. Y esa es también la principal razón por lo que se le nota tanto el bajón: no hay chispa, ni velocidad, ni magia y difícilmente se va de nadie cuando dribla, algo que hasta hace bien poco se daba por hecho. El apagón es tal que suele tomar últimamente la decisión menos afortunada dentro del terreno de juego. Hace difícil lo fácil, cuando él era justo lo contrario. Y de eso dan cuenta las crónicas, los análisis, el Camp Nou, Luis Enrique y también la plantilla, que ha optado por arroparle. Así, Messi y Luis Suárez decidieron que tirara él el último penalti ante el Sporting. Por eso, la grada le animó después de pitarle, como perdonándole la vida a la espera de que regrese la versión que ya habían visto, que no se sabe por qué ha desaparecido y que confían que vuelva si le miman lo suficiente.

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El debate está en los medios, en el estadio, en la calle y en el vestuario. Así de evidente resulta y no hay quien pueda taparlo. Y si entre las explicaciones para la debacle del Barcelona en el último mes se apunta a un cierto bloqueo mental, son ya varias las voces que susurran que lo de Neymar tiene que ver con el físico. Hablando en plata: que no se ha cuidado lo suficiente. El diario La Vanguardia ya destacó la pasada semana que existía preocupación en el Barça por el “tren de vida” del brasileño. Más allá de las especulaciones, parafraseando al anuncio del detergente, ‘el césped no engaña’. Y los números son elocuentes. A finales de noviembre, con Messi lesionado, llegó a ser el máximo goleador de la Liga con 14 goles y ocho asistencias. En los últimos siete encuentros solo ha sumado dos tantos: El octavo en el festival balsámico en A Coruña y el de penalti el sábado.

A Neymar se le han fundido los plomos en el momento más inoportuno e inesperado de la temporada. Después de que Luis Enrique le diera permiso para irse a Brasil, por segundo año consecutivo coincidiendo con el cumpleaños de su hermana, se esperaba que el jugador respondiera en el campo con la frescura, la lucidez y el compromiso suficiente tras el voto de confianza ciega del entrenador, pero a estas alturas cuesta reconocerle y ya no hay quien pare el runrún. Al Barça le restan cuatro partidos para terminar la temporada: tres de Liga y la final de Copa del Rey. Y el delantero está en la diana. De estos cuatro partidos, su rendimiento y los títulos que se consigan depende en gran medida su futuro. No porque el club se esté planteando venderle, que no, todavía no, sino porque la afición ya le tiene señalado y pintan bastos si no espabila.

Luis Enrique sigue apostando por él y no hay que olvidar tampoco que si mira al banquillo no encuentra quien le pueda hacer sombra en una de sus mejores tardes, así que, salvo sorpresa mayúscula, seguirá siendo titular los cuatro partidos que quedan. Y ahí reside, precisamente, la incógnita y también el reto. ¿Saldrá cara o cruz? ¿Será positivo o negativo que siga en el escaparate justo cuando está en el peor momento en un equipo que no termina de despejar las dudas? A sus 24 años, en su tercera temporada como azulgrana, Neymar se enfrenta por primera vez a la desconfianza, la incertidumbre y la seguridad de que, como no entre la pelotita, él estará en la primera línea para ser señalado como culpable. El brasileño transita ahora mismo en el finísimo espacio que separa el cielo, el purgatorio y el infierno. De él depende, porque el entrenador le va a alinear y sus compañeros le están arropando. En sus botas está.