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La teoría del cumpleaños de Messi
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Gemma Herrero

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La teoría del cumpleaños de Messi

El 24 de junio, Messi cumple 30 años. El Barça también teme el paso del tiempo, porque es imposible que encuentre un sustituto a su altura. Mientras, no queda otra que disfrutarle o sufrirle

Foto: Messi superó los 500 goles con el Barcelona gracias a su doblete contra Osasuna. (Reuters)
Messi superó los 500 goles con el Barcelona gracias a su doblete contra Osasuna. (Reuters)

Mientras Luis Enrique aseguraba en la sala de prensa del Camp Nou que no pensaba ver ni un minuto del partido del Real Madrid, que ya se enteraría de lo que pasara, con su ‘gracejo’ habitual marca de la casa, James ya había anotado el segundo en Riazor. El Barça depende de que el Madrid la pifie para ganar la Liga, así que más allá de las fobias de su entrenador, debía ser el único culé que no estaba pendiente del partido de A Coruña justo después de cumplir, tranquilamente, con su trabajo. Un 7-1, nada menos, endosó el conjunto catalán a un Osasuna que ya es de Segunda y pareció un muñeco de trapo en manos de unos chavales ya crecididitos y que sabían muy bien lo que se hacían. Hasta Mascherano, 194 partidos después de vestir la camiseta azulgrana por primera vez, se unió a la fiesta marcando de penalti. Y André Gómes anotó dos.

No solo a los madridistas; a cualquiera que entienda algo de fútbol y no viera tampoco el partido del Barça le preguntas quién fue de nuevo el rey y habrá pocas dudas: Messi. Neymar cumplía su último partido de sanción, Luis Suárez estaba en el banquillo, pero el que no descansa nunca es el argentino, que recibió el homenaje de la afición antes de comenzar el encuentro con una pancarta gigante en la que se leía: “Gràcies Leo”, por sus 500 tantos, a los que sumó otros dos antes de ser sustituido y recibir el aplauso unánime del Camp Nou. Sentar al 'crack' de inicio es un sacrilegio y una mala idea, como bien sabe Luis Enrique, que pese a todo su carácter y los “genes asturianos de Pelayo” de los que presume, no tuvo más remedio que dar un paso atrás y ceder cuando Messi le echó un pulso en su primera temporada después de dejarle en el banquillo en Anoeta. Leo es único, se rige por sus propias leyes y el técnico supo entenderlo justo a tiempo o salía en globo. Porque Luis Enrique ya dijo que se marcha, pero Messi sigue y a estas alturas, con sus 502 goles y exhibición tras exhibición sólo resta darle las gracias y disfrutar del tiempo que aún le queda. O, si uno le sufre como rival, hacer las cuentas de lo que falta antes de que diga adiós.

En estos tiempos de corrección de puertas afuera, por aquello del qué dirán, hay quien sigue expresando exactamente lo que piensa sin esconderse. Sin ninguna maldad, pero con el corazón tendido al sol, como aún canta Serrat, culé de pro que tampoco ha disimulado nunca de qué va ni cuáles son sus colores. Ya expliqué aquí que tengo un amigo, dueño de un puesto de frutas en el Mercat de la Boquería, que sostiene desde hace años que el fútbol está adulterado desde la irrupción de Messi. “Desde que está Messi, esto del fútbol no vale. Para comprobar qué equipo es mejor en un partido él debería jugar una parte con uno y la segunda con el otro. Si no, no vale”, sostiene convencido y no le falta razón.

Con carné de socio del Espanyol desde hace 27 años, algo raro tiene que pasar para que no acuda a ver a su equipo al estadio, aunque se lo vayan moviendo de sitio. Simpatizante también del Madrid, me soltó otra teoría el martes, digerida ya la enésima exhibición del 'crack' en en el Bernabéu, sin sentirse ofendido por el gesto de enseñar la camiseta —"qué bien lo hizo el mamón"— y cuatro días antes de recibirle en Cornellà en el partido que los azulgrana tienen marcado en rojo en el calendario como el más peligroso de lo que les queda de campeonato: “Mira, yo ya sólo celebro los 24 de junio, que es el día que cumple años Messi. Este ya cumple 30, lo que significa que ya le queda uno menos para que siga jugando el fútbol. Lo demás, mientras continúe, es que es imposible. No hay más”.

Que ante un equipo como el Osasuna, que sólo ha sido capaz de ganar tres partidos en 34 jornadas de Liga, el Barça no pinchara entraba dentro de lo previsible. Que sufrirá en Cornellà el sábado, también. Y eso que en Liga los culés no han perdido nunca en el ‘nuevo’ estadio perico desde que se inauguró en el 2009 (el último resultado fue de empate a cero), pero si hay un jugador al que en cualquier sitio ‘temen más que a un nublao', que decía mi abuela, ese es Messi. Así que mi amigo, frutero y filósofo en sus ratos libres, ya ha acuñado una nueva teoría, la de los que están con la cuenta atrás para no tener que revivir, una y otra vez, la pesadilla de enfrentarse al mejor futbolista del mundo. En su tic-tac particular está implícito también la admiración, la veneración, el temor que les inspira Messi y la seguridad de que si el argentino está en su salsa, apaga y vámonos, que no hay nada que hacer salvo exclamar 'ooOOOooh'. El 24 de junio, Messi cumple 30 años. El Barça también teme el paso del tiempo, porque es imposible que encuentre un sustituto a su altura. Mientras, no queda otra que disfrutarle o sufrirle con resignación. No hay término medio. No hay opción ‘c’.

La Liga está que arde, cada partido que queda será una final, pero si eres del Barça sólo debes tener en cuenta dos variables: que el Madrid la pifie y que Messi tenga el día. El sábado, en el derbi, a nadie con dos dedos de frente se le escapa que Leo, el de los 502, es la clave para que el Barcelona siga vivo.

Mientras Luis Enrique aseguraba en la sala de prensa del Camp Nou que no pensaba ver ni un minuto del partido del Real Madrid, que ya se enteraría de lo que pasara, con su ‘gracejo’ habitual marca de la casa, James ya había anotado el segundo en Riazor. El Barça depende de que el Madrid la pifie para ganar la Liga, así que más allá de las fobias de su entrenador, debía ser el único culé que no estaba pendiente del partido de A Coruña justo después de cumplir, tranquilamente, con su trabajo. Un 7-1, nada menos, endosó el conjunto catalán a un Osasuna que ya es de Segunda y pareció un muñeco de trapo en manos de unos chavales ya crecididitos y que sabían muy bien lo que se hacían. Hasta Mascherano, 194 partidos después de vestir la camiseta azulgrana por primera vez, se unió a la fiesta marcando de penalti. Y André Gómes anotó dos.

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