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Froome y el derecho de un ciclista a dañar (aún más) la imagen de su deporte
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Gonzalo Cabeza

Froome y el derecho de un ciclista a dañar (aún más) la imagen de su deporte

El gran campeón dio positivo, pero al no estar juzgado puede competir lo que desee. La UCI sabe que verle participar en el Giro va a ser un escándalo, pero no tiene resortes legales para detenerle

Foto: Froome, entrenandose en Mallorca este invierno. (Reuters)
Froome, entrenandose en Mallorca este invierno. (Reuters)

Chris Froome no era el ciclista más imponente, pero sí el mejor. Siempre sentado sobre la bicicleta, no había mejor aliado que él para la siesta. El británico jamás iba a volverse loco, no iba a atacar, solo iba a quedarse mirando durante un largo rato la pequeña pantalla del manillar, regulando, manteniendo las fuerzas y marcando el ritmo que le indicaban los datos, no las sensaciones o los impulsos, que como humanos que son pueden fallar. Nunca le importó que algún rival suicida decidiese atacarle, él tenía la calma de un vikingo en reposo. Ganando, en definitiva, que de eso es de lo que se trata. Él es la última revolución del ciclismo, que igual no lo hizo más divertido, pero le dio al tema un punto de sofisticación elevado

Froome, sin embargo, sí tenía muchos puntos en común con otros tantos que, como él, dejaron huella en el ciclismo. Tenía, por ejemplo, una exención terapéutica por su asma, esa asma que en el ciclismo más parece una epidemia que una enfermedad. No es especialmente difícil conseguir un TUE para consumir salbutamol, aunque los médicos deportivos del mundo torcieron el gesto cuando se enteraron de que Froome había dado un resultado anómalo en un control. Porque lo que sí resulta sorprendente es pasarse de los límites cuando ya te han concedido cierta bula para que tomes ese medicamento. Dar positivo, como le pasó al campeón del Tour, te hace parte de un colectivo bastante nutrido en el que aparecen muchos de los nombres que han dado forma al deporte de la bicicleta.

Foto: Froome, en una jornada preparatoria en diciembre en Mallorca. (EFE)

Creer en el ciclismo a ciegas...

Así son las cosas, el británico dio positivo pero para que el mundo se enterase tuvieron que saltar la liebre entre 'The Guardian' y 'Le Monde'. La transparencia, una de esas palabras de moda que lo mismo se usa para saber desde los enjuagues de una concejalía de pueblo que hasta las presiones de una gran empresa, brilla por su ausencia en el deporte en general y en el ciclismo en particular. Llegó el positivo de Froome y con él más escándalo que sorpresa. Porque la infancia inocente del deporte ya pasó en el tiempo y creer en el ciclismo a ciegas es más un acto de fe que una reflexión argumentada.

El caso, además, entró en uno de esos limbos que nadie sabe explicar bien. El elefante está en el medio de la habitación, nadie duda del resultado anómalo en el organismo de Froome, pero no hay sanción, ni decisiones, ni cautelares, ni nada que le impida competir con total normalidad. Nada, por supuesto, más allá de la imagen, la propia y la de un deporte que ha tenido en el pasado bastantes sobresaltos como para cuidar especialmente que estas cosas no pasen. Pero pasan, claro, y el escándalo es mayúsculo.

placeholder David Lappartient. (Reuters)
David Lappartient. (Reuters)

La UCI dice no, pero tiene que aceptarlo

Vaya por delante que Froome y el Sky están en su perfecto derecho de competir. Hasta que no se pronuncie el comité antidopaje de la UCI, y teniendo en cuenta que no hay sanciones provisionales para el salbutamol, él puede hacerlo. Ahora bien, el daño que puede hacer al ciclismo y a su propio legado si lo hace es importante. Pero no parece que eso le vaya a hacer cambiar su primera decisión, que no es otra que seguir compitiendo y acudir al Giro de Italia y a algunas carreras previas de preparación.

Y aquí entran las paradojas de la burocracia. La UCI, que espera informe médicos sobre el caso específico, anuncia que tardará en tener un dictamen, que es posible que la investigación se extienda un año entero y que Froome siga en el limbo por ese extenso periodo de tiempo. Pero esa misma UCI, cuidadosa pero algo torpona, es también la que le está pidiendo, casi rogando, que no haga más daño y que se quede en casa hasta que haya un veredicto.

"Con la normativa, ellos tienen el derecho de correr, son ellos los que tienen que decidir, pero si gana alguna carrera y luego es sancionado será peor. Por eso creo que es mejor para ellos rebajar la presión y no hacerle competir", declaraba recientemente el presidente de la UCI, David Lappartient. La paradoja es curiosa porque el jefe del ciclismo, quien tiene que salvaguardar la imagen de un deporte que no anda sobrado de credibilidad, no puede realmente hacer nada para solventar el entuerto.

"Claro que todo esto daña al deporte, cuando algo así pasa puedes ver en los periódicos y en internet que el ciclismo está volviendo al pasado. Claro que es malo para el ciclismo, pero como también he dicho, debemos ser cuidadosos, porque Froome tiene la oportunidad de defenderse, aunque dañe la imagen del ciclismo", comentaba Lappartient, recientemente elegido y que recibe un legado dificilísimo, rescatar la imagen de su deporte es complejo pues durante muchos años el tema central era el uso de sustancias dopantes para mejorar el rendimiento. En el ciclismo la defensa muchas veces fue decir que en todas partes pasaba. Y es posible que no les falte razón, pero como argumento siempre fue calamitoso, que otras disciplinas también tengan problemas no hace nada por mejorar los propios.

Chris Froome no era el ciclista más imponente, pero sí el mejor. Siempre sentado sobre la bicicleta, no había mejor aliado que él para la siesta. El británico jamás iba a volverse loco, no iba a atacar, solo iba a quedarse mirando durante un largo rato la pequeña pantalla del manillar, regulando, manteniendo las fuerzas y marcando el ritmo que le indicaban los datos, no las sensaciones o los impulsos, que como humanos que son pueden fallar. Nunca le importó que algún rival suicida decidiese atacarle, él tenía la calma de un vikingo en reposo. Ganando, en definitiva, que de eso es de lo que se trata. Él es la última revolución del ciclismo, que igual no lo hizo más divertido, pero le dio al tema un punto de sofisticación elevado

Chris Froome